PARA APOYAR AL “CHAPO”, GARCÍA LUNA COMBATIÓ A LOS ARELLANO FÉLIX
Durante el sexenio de Felipe Calderón un grupo especial de policías de Baja California tuvo a cargo una campaña secreta: “borrar del mapa” a la organización de los Arellano Félix con el propósito de dejarle al Cártel de Sinaloa las ciudades de Tijuana y Mexicali. Así lo revela un agente de ese grupo especial quien, en entrevista con Proceso, afirma que todo fue dirigido desde la Ciudad de México por Genaro García Luna, entonces secretario federal de Seguridad Pública.
LAS VEGAS, NEVADA.- La orden que recibió en 2007 el Grupo Especial de la Policía Ministerial del Gobierno del Estado de Baja California fue rotunda: acabar con el Cártel de los hermanos Arellano Félix y proteger a la gente del Cártel de Sinaloa, relata a Proceso el único sobreviviente de esa agrupación policial.
“El licenciado Víctor Felipe de la Garza Herrada, subprocurador Contra la Delincuencia Organizada, nos lo informó y dijo que la orden venía de la Ciudad de México, del más alto mando de la Secretaría de Seguridad Pública” (SSP) del gobierno federal.
“De la Garza Herrada, Lima 1, nos aclaró que él no recibía órdenes del gobernador del estado (el panista) Eugenio Elorduy Walther, sino directamente de la SSP, del secretario Genaro García Luna”, recuerda el exintegrante del grupo de policías bajacalifornianos.
Joven, acercándose a las cuatro décadas de vida, el entrevistado que salió de Baja California y de México para evitar ser eliminado como el resto de sus compañeros de ese Grupo Especial, posteriormente bautizado como Unidad Especializada Contra el Crimen Organizado (UECCO), da cuenta de todo lo que hicieron en Tijuana y Mexicali para “borrar” a los Arellano Félix y dar garantías de operación al Cártel de Sinaloa.
“Fuimos dos generaciones de policías que integramos esos grupos creados por los gobiernos del PAN (Calderón a nivel federal y Elorduy Walther a nivel estatal); nos dieron entrenamiento especial y casi siempre operamos vestidos de civiles”, recuerda.
Para probar la autenticidad de su antigua asignación y de las operaciones que llevó a cabo, el expolicía entrega a Proceso documentos oficiales emitidos por el gobierno de Baja California que lo acreditaban como lo que fue, y certificados de reconocimiento a su trabajo, amén de folios sobre careos, sellados y firmados, llevados a cabo a nivel federal en el Penal de Alta Seguridad del Altiplano en el Estado de México.
Por acuerdo para no revelar su identidad por temor a represalias contra su vida y la de su familia, en los documentos y en la entrevista se testa su nombre.
Estructura de mando
“Ingresé a ese grupo en 2004, pero hubo una generación previa que estaba en el Grupo de Secuestros; recibimos entrenamiento especializado y militar”, cuenta el expolicía que dejó la corporación en 2009 tras darse cuenta de que su vida en México corría peligro.
Sentado frente al reportero sobre una banca de una plaza pública, el expolicía afirma que a su grupo lo entrenaron para operar contra los Arellano Félix tres elementos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales, los Gafes del Ejército mexicano.
“El entrenamiento nos lo dieron durante seis meses en Tecate; todos éramos jóvenes”, comenta quien tras renunciar a la UECCO comenzó a trabajar en Baja California como informante de agencias federales de Estados Unidos, principalmente la DEA.
“También trabajé con el ATF (Buró de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos) comprando armas en Estados Unidos: cuernos de chivo, R-15, rifles calibre .50, armas militares; las compraba en el mercado negro para que los policías güeros detuvieran a quienes las traficaban para México; querían dar la impresión de que hacían algo”, agrega.
Su labor de informante de agencias estadunidenses fue exitosa. Su experiencia en Tijuana y Mexicali en la nebulosa policial le facilitó salir de México y quedarse a vivir en Estados Unidos.
El entrevistado describe la pirámide de mando que operó en el sexenio de Calderón, presuntamente por órdenes de García Luna, a favor del Cártel de Sinaloa en Baja California: Elorduy Walther; en la capital mexicana el licenciado Lima, alias Lima Lima, que estaba en el mismo nivel de mando y poder del gobernador, Lima 1; Alonso Ulises Méndez Gómez, coordinador de la UECCO, Lima 2; el comandante Salvador Salas Landaverde; el ministerio público titular Luis Felipe Chan Baltazar; otros ministerios públicos identificados como licenciado Ángel Vizcarra, licenciada Clara, licenciado Chinchorro; Martín Guzmán Montelongo, El Caballo, jefe del Grupo de Homicidios Violentos; Navarrete, jefe del Grupo de Secuestros; y debajo de ellos, los agentes especiales que nunca vistieron uniformes de policías estatales o federales.
“Todas las detenciones que hacíamos fueron de gente de los Arellano Félix que en esos años comandaban Francisco Arellano Félix, El Tigrillo, y Jorge Briseño López, El Cholo, resalta el expolicía.
A cargo específicamente de allanar el camino al Cártel de Sinaloa en Baja California –según el entrevistado– y de manera específica para las fracciones de esa organización a cargo de Ismael El Mayo Zambada García y de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, operó el comandante de la UECCO, Salvador Salas Landaverde.
“El comandante le rendía cuentas nada más al gobernador y a Lima Lima, el licenciado que estaba en la Ciudad de México que nos decían que era la mano directa de la SSP en el asunto”, narra el entrevistado.
Nunca supo el primer nombre del jefe que operaba desde la capital, pero el entrevistado afirma que “Lima Lima era lo máximo y que él nada más le rendía cuentas a García Luna directamente, ni siquiera al procurador General de la República (Eduardo Medina Mora) y ni qué decir al del estado de Baja California o al gobernador”.
Centro de tortura
El cuartel de operaciones de la UECCO –cuyos integrantes operaban vestidos de civil– fue una casa de seguridad (destruida a propósito desde que concluyó la labor de García Luna en la SSP) ubicada en Mexicali en la calle 55, sin número, esquina con el bulevar Lázaro Cárdenas, colonia Hidalgo, en el desarrollo urbano Zacatecas y con el código postal 21090.
“En ese inmueble hubo cuartos de arraigo, de tortura, instalaciones con equipo tecnológico para interceptar llamadas telefónicas y para localización geográfica satelital.”
A esa casa de operaciones y de seguridad, sostiene el entrevistado, fueron a parar todos los integrantes del cártel de los Arellano Félix capturados por ese grupo especial.
Según el expolicía, los agentes tenían que estar disponibles las 24 horas los siete días de la semana. “Nos pagaban bien, como unos 25 mil pesos al mes; era una partida federal. No teníamos limite presupuestal. Contábamos con cuatro camionetas blindadas. De la Garza Herrada traía dos blindadas, una Tahoe azul y una gris, se le cuidaba todo el tiempo.
“Se torturaba a los detenidos con bolsas de plástico, los flejaban con papel plástico. Se les acostaba y luego la bolsa de plástico para asfixiarlos. Se brincaba sobre su estómago”, recuerda.
El entrevistado hace una pausa, quiere destacar algo siniestro pero que expone el nivel de maldad que García Luna permitió utilizar a sus personeros contra los enemigos del Cártel de Sinaloa.
“Había unas mentes maestras para las torturas: Salas Landaverde y De la Garza Herrada. Pero quien era un psicópata era De la Garza Herrada. Se lo puedo afirmar porque me tocó verlo, le gustaba torturar a la gente con la bolsa de plástico y otros métodos horribles.
“A estos batos hasta parece que los contratan como mercenarios a sueldo en otros estados; después de que estuvieron en Baja California los contrataron en Aguascalientes, en Chihuahua, Sonora y no sé dónde más”, explica el expolicía, quien se estreconstantemente mece al recordar la tortura de la bolsa de plástico porque, confiesa, “a mí también me bolsearon”.
Insiste en que en los años en que fue miembro de la UECCO se violaron derechos humanos y se cometieron asesinatos por órdenes directas de la SSP para ayudar al Cártel de Sinaloa, aunque detuvieron también a narcos de otros grupos.
“Aplicaron la ley violando la ley y aparte inclinados a proteger y defender a un cártel”, acota la fuente.
El adiestramiento especial de inteligencia y militar que recibió el expolicía se palpa en su manera de actuar y observar sus alrededores, tal vez temeroso por su seguridad. La entrevista se lleva a cabo en un lugar público, abierto, y él no deja de mirar a sus flancos, aunque está de espaldas a una pared para que por atrás nadie lo sorprenda y de frente tiene al reportero.
“Se manejaba también mucho dinero; cada vez que deteníamos a alguien nos entregaban dinero, dependiendo del que fuera detenido, pero regularmente eran entre 20 mil y 50 mil dólares; aparte se pedía dinero para Chan Baltazar y para Salas Landaverde”, dice.
Arrepentido
El entrevistado admite que son el arrepentimiento y la necesidad de denunciar lo que lo llevaron a buscar a Proceso para contar lo que hicieron; aunque ya hayan pasado varios años.
“Cuando Salas Landaverde nos citaba en la base de operaciones para casos especiales, a la hora que fuera, teníamos que llegar camuflajeados con el traje operativo, que era un uniforme militar en negro y gris con la insignia SCDO (Subprocuraduría Contra la Delincuencia Organizada).
“Siempre íbamos a reventar un cantón, a veces había balazos, a veces no. La neta los narcocorridos no son ciertos. Los batos no le atoran siempre; cuando ven a estos convoyes no le atoran. Se decía mucho de la gente de los Arellano Félix, pero en la mayoría de los casos se rendían. La muerte está cabrona, hasta para ellos”, anota.
Para no dejar rastro, la UECCO no mantenía en Tijuana a los miembros de los Arellano Félix que detenía en esa ciudad fronteriza.
“Los llevábamos en chinga para Mexicali, a la casa de la colonia Hidalgo y directamente a la sala de tortura que estaba en el segundo piso. Salas Landaverde se concentraba siempre en las torturas y en preguntarles qué agentes trabajaban con ellos; nombres… nombres. Luego de ponerles en su madre y sacarles la información, la SEIDO se los llevada para la Ciudad de México. Todo esto se hacía en un plazo de 72 horas, los consignaban rápido, los obligaban a firmar sus declaraciones vendados de los ojos y los llevábamos al aeropuerto, en donde ya estaba el avión de la SEIDO esperándolos. En los años que operé con mi grupo calculo que detuvimos a más de 100 personas. Todos miembros de los Arellano Félix, ninguno del Cártel de Sinaloa. Todo lo que hicimos fue ilegal, a cualquiera de nosotros los agentes, los jefes nos daban la orden de firmar los informes y lo teníamos que hacer; lo hacíamos con miedo.”
Para corroborar sus afirmaciones, el entrevistado entrega a este semanario el oficio original número 2043, con fecha de 21 de junio de 2007, correspondiente a la causa penal por el delito de delincuencia organizada contra Héctor Adrián Gutiérrez Elenes, El Cachorro, y otros; sobre un careo llevado
a cabo en el Centro de Readaptación Social Número Uno, El Altiplano, en Almoloya de Juárez, Estado de México.
Salas Landaverde era estricto y claro con los agentes de la UECCO que estaban bajo sus órdenes y en cumplimiento con las instrucciones que recibía de la SSP, por medio de De la Garza Herrada: no tocar a los narcotraficantes de Sinaloa y aniquilar al Cártel de los Arellano Félix, dice el entrevistado.
“Cuando llegábamos a parar a gente de Sinaloa o traíamos una investigación, nos hablaba Salas Landaverde y nos decía: ‘¡Ey, pendejos, eso es un 98!’, que quiere decir: déjenlos ir. En una ocasión –lo comento porque yo tenía muy buenos informantes, mejores informantes que ellos, amigos míos– andaba con una investigación tras un narco sinaloense que era independiente, un ‘arete’, no era del Cártel de Sinaloa, era un caso de un doble homicidio.
“Un informante me dijo que iba a llegar una feria, 60 mil dólares. ‘Quítaselas, son dos putitos’, así me dijo. Yo no tengo nada contra la gente que es homosexual; y le dije que estaba bien pero nunca di paso sin huarache y le comuniqué a mis jefes qué iba a hacer. Los detuve, pero en cuanto los paré llegó Salas Landaverde y también llegó mi informante. Salas Landaverde se fue contra mi informante, lo interroga sobre el grupo al que pertenecían los dos batos, sobre homicidios de la gente de los Arellano Félix y al darse cuenta de que no eran de la gente a la que protegían se quedó con el dinero, los dejo ir. Si hubieran sido del Cártel de Sinaloa los deja ir con todo y dinero, porque las órdenes de la SSP eran muy claras; no hacerles nada y mucho menos sacarles billete.”
El expolicía mexicano y exinformante de agencias federales estadunidenses se lamenta, sostiene que no “se hace”, asegura que nunca se enteró del nombre y apellidos de Lima Lima, el personaje siniestro que junto con Elorduy Walther y De la Garza Herrada dictaban las órdenes provenientes de García Luna.
“Lo vi en persona cuando fue a Mexicali, pero obviamente era el personero de García Luna. Teníamos presupuesto a morir, las mejores armas, todo; éramos un grupo sin límite”, agrega.
Afirma que la efectividad para diezmar a los Arellano Félix con el objetivo de limpiar las plazas de Tijuana y Mexicali para el Cártel de Sinaloa fue tan efectiva que tal vez el último bastión de fuerza y letalidad del grupo criminal que durante años dominó esa ciudad fronteriza del norte de México se acabó con la captura del Cachorro.
“Lo que está pasando ahora y que se lo achacan a los Arellano Félix lo hace puro chamaco mugroso; no son profesionales. Se hizo un buen trabajo para el Cártel de Sinaloa. Tijuana es un cochinero, pero ya no es nada como fue antes; la gente de García
Luna hizo una excelente labor para el Cártel de Sinaloa, se pagaron muchos dólares”, reconoce.
De entre los operadores que tenía García Luna en la Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California durante el gobierno de Elorduy Walther y que estaban dedicados a defender los intereses del Cártel de Sinaloa, además de la UECCO, en otro organigrama –que hizo a mano y entregó al reportero– el entrevistado señala a Juan Manuel Pérez Fajardo, El Ave Negra, que tenía a 10 sicarios bajo su mando; Antonio Martínez Luna, El Blindado; el procurador local, Humberto Valdez, El Pato; Fernando Villegas Delgado, Nando Villegas o Armando Villegas; José Ramón Valdez, comandante; y Adolfo Roa de Lara, El Ban Ban.
“Vi morir a mucha gente, en la policía y de los criminales, pero yo no quise ser uno de esos; me fui y retiré a tiempo”, concluye el expolicía.
Detenido en diciembre de 2019 en Dallas por agentes de la DEA, Genaro García Luna está acusado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos de narcotráfico para proteger a fracciones del Cártel de Sinaloa desde que fungió como director de la Agencia Federal de Investigaciones, en el sexenio de Vicente Fox, y luego como titular de la SSP bajo la presidencia de Calderón y por mantener sus lazos con el narcotráfico sinaloense hasta días antes de su captura.
El juez Brian Cogan, de la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn, Nueva York, determinó que el juicio por narcotráfico a García Luna se inicie el 9 de enero de 2023, aunque en estos momentos el también amigo y asesor de Calderón tiene la opción de aceptar las acusaciones en su contra y convertirse en testigo cooperante para evitar ser sentenciado a cadena perpetua si es encontrado culpable en un proceso judicial.