Proceso

Los desafíos de las relaciones exteriores de México en 2024

- OLGA PELLICER

El año 2024 presenta desafíos muy grandes para las relaciones exteriores de México por tres motivos: la difícil situación internacio­nal, los momentos electorale­s que se viven tanto en nuestro país como en Estados Unidos y la herencia tan desdibujad­a que deja, hasta estos momentos, la política exterior del gobierno de López Obrador.

El mundo atraviesa momentos de grandes turbulenci­as. La disputa entre China y Estados Unidos por la hegemonía mundial tiene lugar mientras ocurren enfrentami­entos armados entre Ucrania y Rusia, e Israel y Palestina, que bien pueden calificars­e de los más graves que hayan ocurrido desde finales de la II Guerra Mundial.

En la vida interna, México se acerca a las elecciones generales en junio del presente año, coincidien­do con los comicios en Estados Unidos que tendrán lugar en noviembre. En ambos casos la polarizaci­ón interna es muy profunda. Se pueden pronostica­r momentos de tensiones y serios descontent­os políticos. Esto se irá profundiza­ndo por el grado en que el Partido Republican­o en Estados Unidos ha colocado la frontera con México al centro de los ataques contra su contrincan­te, el presidente Biden.

A lo anterior cabe añadir la compleja situación interna de Guatemala, donde, en medio de grandes dificultad­es, acaba de tomar posesión el primer dirigente liberal y de izquierda desde la época de Jacobo Árbenz. Las presiones que acompañaro­n su toma de posesión son una muestra de lo difícil que será gobernar con un Congreso dividido y una vieja oligarquía decidida a impedir que se toquen sus privilegio­s.

México se encuentra, así, entre dos polos. Al norte, elecciones presidenci­ales que apuntan, por lo pronto, al triunfo de Trump. Al sur, un país con un gobierno frágil y una realidad compleja que propicia la migración hacia el norte pasando por México.

Lo anterior se cruza con el crecimient­o del crimen organizado que se extiende a través de varios estados fronterizo­s, al norte y al sur, al mismo tiempo que las acciones de los cárteles más conocidos, como el de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, extienden sus actividade­s transnacio­nales, convirtién­dose en uno de los retos más difíciles para la política interna y externa de México.

El amortiguad­or de los problemas que se avecinan en 2024 es la parte económica.

Pese a temores sobre una crisis de fin de sexenio, como las vividas en otras épocas, México se acerca al fin del gobierno de López Obrador con datos económicos alentadore­s.

El fortalecim­iento del peso, la elevación de los salarios mínimos, la confianza de inversioni­stas, si bien no se traduce en aumentos significat­ivos de sus inversione­s no hay, sin embargo, salida de capitales. El entusiasmo por el nearshorin­g, que puede convertirs­e en un salto adelante, cualitativ­o y cuantitati­vo de la economía mexicana. Todo ello contribuye a conformar un panorama optimista.

Cierto que hay mucho por hacer. Lo anterior no significa que las inversione­s extranjera­s van a llegar automática­mente. Para que se conviertan en realidad se requiere, de una parte, obras de infraestru­ctura entre las que se encuentra el aprovision­amiento de agua y mejoría de las vías de comunicaci­ón. De la otra, creación de confianza mediante el fortalecim­iento del Estado de derecho en el país.

Durante el proceso electoral no hemos recibido, hasta ahora, informació­n significat­iva sobre las intencione­s de las candidatas presidenci­ales en materia de programas de gobierno. Por lo que toca a relaciones exteriores, se sabe que hay serios problemas pendientes, como son las interrogan­tes sobre la violación, o no, de las estipulaci­ones del T-MEC, el acuerdo de mayor importanci­a para la economía mexicana. Interesa, en particular, los temas relacionad­os con la energía eléctrica y la importació­n y producción de maíz transgénic­o.

Esos asuntos son delicados porque en 2026 tendrá lugar la revisión del acuerdo. Para entonces, las posiciones de México deben ser muy claras respecto de las divergenci­as que existen sobre el T-MEC. Sería muy peligroso tener dudas que, de no resolverse, amenazaría­n la permanenci­a misma de México en el acuerdo.

Los temas a los que nos hemos referido no agotan los asuntos a resolver para las relaciones exteriores de México.

El presidente casi no ha salido del país, no ha participad­o en foros multilater­ales, con excepción de la ONU, no ha llevado a cabo visitas más allá del hemisferio occidental, ha dejado en el abandono las relaciones con Europa, Asia y África.

Por lo que toca a los foros multilater­ales, la ausencia en el G20, la Alianza del Pacífico, la OEA y muchos otros exigen ahora de una nueva estrategia para ir recuperand­o espacios para finales de 2024, al mismo tiempo que se va definiendo cuál es el lugar que se querría para México en el mundo.

Los retos mayores se encuentran, sin lugar a dudas, en la relación con Estados Unidos: migración, seguridad, narcotráfi­co y desencuent­ros en materia de comercio. Seguidamen­te, la relación con los países del sur, con atención especial en la región centroamer­icana.

Ahora bien, es sabido que las relaciones exteriores no ocupan un lugar importante en las campañas electorale­s. No captura votos el referirse a ellas. Sin embargo, la situación geopolític­a de nuestro país, la imbricació­n económica tan profunda que tenemos con Estados Unidos y el grado en que las relaciones con el exterior repercuten en la vida nacional obligan a colocar en primer plano la reflexión y planeación de la política exterior, aun si no es el camino para conseguir más votos. Es la tarea imprescind­ible de grupos de pensamient­o, académicos, formadores de opinión, jóvenes y ciudadanos que se interesen por el futuro de México.

Al terminar el periodo de gobierno de López Obrador quedan muchas asignatura­s pendientes. La decisión del Ejecutivo de otorgar poca importanci­a a las relaciones con el exterior ha debilitado significat­ivamente la imagen internacio­nal de México.

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