Proceso

Irán y su ensayo estratégic­o

- CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

El pasado sábado 13 de abril el mundo estuvo en vilo esperando el desenlace de la anunciada andanada de drones y misiles enviados desde Irán hacia Israel. Como lo ha hecho su rival más poderoso, Irán definió su acción como “el derecho a defenderse” invocando que se trataba de responder al ataque lanzado por Israel al consulado iraní en Damasco, en el cual liquidó a siete militares integrante­s de la Guardia de la Revolución iraní. Fue Daniel Hagari, portavoz del ejército de Israel, quien dio la alarma para prevenir a su población. Y algo inusitado, informó que los lanzamient­os de Irán habían comenzado y se esperada su llegada a lo más en cuatro horas. Pidió dirigirse a los refugios dispuestos en las ciudades y no abandonarl­os hasta ser informados.

En un hecho insólito, por primera vez Irán respondía a las numerosas acciones del ejército de Israel contra varios de sus personajes, de preferenci­a a los militares y a los vinculados con su programa nuclear que ha tratado de f renar a toda costa. El temor de esos lanzamient­os se vincula a las expectativ­as generadas por el programa de misiles balísticos del que es responsabl­e Amir Ali Hajizadeh, un no tan viejo militar quien desde la guerra Irán-Irak (1980-1988) se integró a los guardianes de la revolución como tirador de élite al lado de Hassan Tehrani Moghaddam, el creador del programa del desarrollo de los misiles.

En 2003 Irán alardeó con la creación de los misiles Shahab-3B, capaces de recorrer dos mil kilómetros, que continuó construyen­do en un programa imparable que pareció concretars­e en 2021. Todas las armas son aterradora­s, más una como esta que mide 16 metros de largo y segurament­e pesa algunas toneladas. Todavía más grave es la posibilida­d de hacerles transporta­r cabezas nucleares de las que todavía carece Irán. Pero, por si fuera poco, su programa balístico ha continuado y se dice que el país cuenta con drones que pueden recorrer siete mil kilómetros y cuenta ya con los misiles supersónic­os Fatah II, capaces de recorrer 18 mil kilómetros.

Es dif ícil saber entonces lo que signif icaba un lanzamient­o como el realizado y sus consecuenc­ias en cualquier nación, aun cuando no sabemos con exactitud –pese a los que insisten en dar números– cuántos ni de qué tipo fueron los lanzados. En Israel se dio, como era de esperarse, un ambiente de guerra, las autoridade­s pidieron a los israelíes suspender todo tipo de actividade­s. Señaló que el ejército estaba alerta, pero sus aviones caza no salieron de inmediato al espacio para enfrentar la agresión sino hasta más tarde, cuando reforzaron el domo de acero, capaz de neutraliza­r los misiles enemigos, en lo que también participar­on Estados Unidos y Jordania, supongo que porque, siendo un país árabe que mantiene relaciones con Israel, y está en sus inmediacio­nes, también podía ser blanco de las armas iraníes.

No se trató de un ataque como el que hiciera Estados Unidos e Inglaterra sobre Irak en 2003, cuando de buenas a primeras apareciero­n por televisión las imágenes de la ciudad de Bagdad iluminada por el intenso bombardeo. Por eso resultó extraño que se anunciara un ataque horas antes de que los misiles llegaran a su destino y sólo se recomendar­a resguardar­se.

Se dice que fueron 286 misiles los que fueron lanzados e intercepta­dos al llegar al espacio aéreo israelí protegido por la alta tecnología que permite hacerlos estallar antes de llegar

a tierra y causar gran destrucció­n. Surgen entonces las preguntas sobre la capacidad de los drones y misiles lanzados, si todos tenían la potencia de los Shahab-3B y si los drones son los mismos que Rusia ha utilizado en su guerra con Ucrania.

Israel se preparó para el ataque, pero no queda claro por qué no salió a enfrentar la agresión ni se dio una movilizaci­ón militar de los países aliados, aunque sí estuvieron las consabidas declaracio­nes de apoyo de Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Incluso los países miembros de la OTAN temen al programa balístico de Irán y no hubo una reacción concertada, como era de esperarse. Además se sabe que Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano y los hutíes en Yemen aprovechar­on para lanzar sus cohetes de reducida capacidad.

Es posible que de alguna manera en la cumbre donde se toman las decisiones se sabía de los efectos que podía causar la avalancha dirigida hacia Israel, lo cual no evitó el gran temor de los israelíes. No obstante, para Israel signif icó un triunfo mostrar su enorme y rápida capacidad defensiva, logrando reducir el total de las armas que perturbaro­n su noche. Y, además, el tan criticado gobierno de Benjamin Netanyahu, cuestionad­o por los mismos israelíes que le exigen dejar el cargo, logró dar de nuevo la seguridad que le reclaman por todos los eventos que lo han rodeado luego del asalto de Hamás del 7 de octubre pasado y los seis meses de guerra con Hamás destruyend­o Gaza.

Por su parte, los iraníes festejaron por las calles el éxito de la acción de su ejército y vitoreaban mientras exhibían carteles mostrando el músculo de su país, triunfante desde su perspectiv­a al saldar cuentas con su proverbial enemigo. Lo cual distraía a su población de la crisis que se ha vivido, en particular debido a las manifestac­iones de mujeres reclamando sus derechos.

Esta podría ser la conclusión de ese episodio. Sin embargo, resulta dif ícil que lo sea cuando el gabinete de guerra de Israel ha expresado que un ataque de tal magnitud –aunque sin que nadie saliera lastimado salvo una niña beduina herida– no puede quedarse sin respuesta. Aunque las presiones para detenerse son fuertes de Estados Unidos y de los países de la Unión Europea. A nadie conviene la destrucció­n de centrales petroleras por la crisis que suele generar en el mercado internacio­nal si el petróleo iraní se sustrae de la producción. Nada puede asegurarse de lo que sucederá en ese futuro incierto que se cierne sobre Medio Oriente… y el mundo.

Entonces ¿qué fue todo esto? Probableme­nte se trató del ensayo generaliza­do de una guerra entre dos de las potencias de la región, en la que Irán demostró el alcance de fuego de sus armas pasando por varios países, incluso por bases estadunide­nses.

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