SUICIDIO, ¿LA NUEVA PANDEMIA?
Con tristeza nos enteramos esta semana que el escritor Luis González de Alba, quien fue líder estudiantil en 1968, murió a los 72 años en Guadalajara, Jalisco. De ahí pasamos al asombro cuando trascendió que él mismo se había quitado la vida. Este plan ya
El suicidio es una solución PERMANENTE a un problema TEMPORAL.
Hacía ya unas semanas, el mero Día Internacional para Prevenir el Suicidio, el Dr. Mancera prometió que habrá Hospitales de las Emociones en las delegaciones Coyoacán, Gustavo A. Madero e Iztacalco para que especialistas en la conducta atiendan a jóvenes. Que urgían porque nada más entre 1990 y 2012 se duplicó la tasa de suicidios a nivel nacional. “Lo que teníamos (en suicidios) en 2.2, hoy lo tenemos en 4.7 por cada 100 mil habitantes, mientras que en la Ciudad de México pasó de 3.7 a 4.9”. Estos espacios donde precisamente se atiende la depresión para prevenir el suicidio ya se han atendido hasta personas de otros estados. El problema de entrarle al tema del suicidio es que NO SE HABLA. Los familiares tardan mucho más en cerrar duelos, tienden a sentirse culpables y cuando se refieren al fallecido, mencionan que “se murió”... NUNCA que “se suicidó”. Normalmente cuando una persona lo intenta sin éxito termina en el hospital pero EN CALIDAD DE DETENIDO, porque atentar contra la propia vida es un delito. ¿Qué tal? Y de ahí se descose como hilo de media un verdadero vía crusis de penurias: internaciones en siquiátricos, pastillas, bueno… Incluso los más adelantados psiquiatras aseguran que en “ciertas ocasiones” pueden ayudar a “resetear el cerebro” los electroshocks. Pfffff.. Se dice que la ideación suicida implica “pensamientos sobre suicidarse con diversos grados de intensidad y elaboración”. Una cosa es decir “me quiero morir” y otra es ir y comprar ¡¡¡un arma!!! Para los antiguos galos, el suicidio se justificaba sólo si el motivo era la vejez, la muerte de uno de los cónyuges, la muerte del jefe o por razones de salud. La vejez, al igual que en Japón del medioevo como se ve en La Balada de Narayama. Las enfermedades graves eran igualmente causas que justificaban el suicidio para los celtas hispanos y para los vikingos y nórdicos. Para los pueblos germánicos, si el suicidio tenía como finalidad evitar una muerte vergonzosa, era bien visto y hasta loable. Entre los chinos de unos veinte siglos antes de Cristo, el suicidio solía ejecutarse por razones de lealtad; en Japón se realizaba como una ceremonia bien fuera por expiación o por derrota, de ahí el Hara Kiri… y en la India, se justificaba por razones litúrgicas o religiosas, así como por muerte de los esposos o esposas. Chiales; ni que fuera para tanto el amor, ¿verdad? En algunas antiguas tribus africanas era considerado maligno y terrible tener contacto físico con el cadáver de un suicida y llegaban incluso a quemar su casa o el árbol de donde se hubiese colgado, en el caso de ahorcamiento, pues consideraban que el suicidio era reflejo de la ira de los antepasados y era asociado con la brujería. O sea que ya “lo había chupado la bruja”. En consecuencia el sepelio se llevaba a cabo sin los ritos reservados para quienes morían por otras razones. Durante la Edad Media y el Renacimiento también había muchos castigos religiosos contra el suicidio y los suicidas hasta el punto de no ser enterrados, y ser difamados y humillados públicamente. Se le declaró un crimen y era sancionado penalmente. En cambio para los romanos y los griegos, morir con decencia, racionalmente y al mismo tiempo con dignidad, era muy importante. En cierto modo, la forma de morir era “la medida del valor final de la vida, en especial para aquellas vidas consumidas por la enfermedad, el sufrimiento y el deshonor”. De hecho el César les llegaba a ofrecer a los colaboradores “caídos de su gracia” la “salida rápida y honrosa” al tomar cicuta.