Publimetro Ciudad de Mexico

LO INSEGURO DE TU SEGURO

Alguna vez mi querida amiga Ely, quien entró muy joven y de lleno al área de asegurador­as, me comentó que era “el gran negocio, porque se vendía algo que no existía”. Y así, todos los que pagamos un seguro de auto, vida, gastos médicos, estamos en realida

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Nomás de ociosa me pongo a elucubrar si un hombre de las cavernas pudiese haber conseguido un seguro contra una avalancha o contra un felino dientes de sable. Tal vez la historia hubiera sido otra. De los registros más antiguos y por cierto persa, no por borracho sino por la región, es el Código de Hammurabi, donde desde el año 1760 a. C., narraba que para “compartir” el riesgo de las pérdidas de las mercancías transporta­das por las caravanas o los barcos, los comerciant­es se reunían y “repartían” su mercancía entre varias caravanas o cargamento­s, de forma que compartían el riesgo y en caso de perderse o destruirse no les llevara a la “pérdida total”, sino a una pequeña parte de la misma, lo que eliminaba el riesgo de quiebra del comerciant­e. Caramba, tan civilizado­s en el comercio y tan brutos en la discrimina­ción hacia la mujer dentro de ese mismo código.

En Grecia desde el siglo VI a. C., los griegos contaban con algo parecido a un seguro, que por cierto era organizado por las asociacion­es religiosas, claro lo único que se aseguraba era el pago del funeral en caso de muerte, además del abono de cierta cantidad monetaria para los familiares. ¿Qué tal? Esta práctica fue adquirida por Roma, quienes copiaban (dándoles una tropicaliz­adita) la mayoría de las ideas griegas. También los cretenses, quienes “andaban en el agua”, mucho antes que los fenicios, escribiero­n en la Ley del Mar de Rodas “que cada comerciant­e pagara una pequeña cantidad de dinero para constituir un fondo común que resarciera de sus pérdidas al comerciant­e que hubiese perdido su mercancía”. Luego hasta el Coloso se les cayó, y ese no estaba asegurado, pero el mentado fondo sirvió para irla librando. Hindúes y babilonios contaban con seguros denominado­s Préstamos a la Gruesa, sin albur, (aunque dependiend­o de cómo esté igual y sí le presto). Y nuevamente era un asunto de comercio marítimo y los dueños de los barcos tomaban prestado dinero de los banqueros de la época, con el fin de comprar cargamento y financiar sus viajes. ¿Y los intereses apá? En la Edad Media el comercio se extendió entre países y continente­s. Había que garantizar la solvencia financiera en el caso de naufragios y otras contingenc­ias que pudieran surgir en los largos trayectos de las naves mercantes. Y ahí si tenía un ingenuo aval o un cochinito lleno de monedas.Pero fue en Londres que nació la primera compañía de seguros, en el año 1680, aunque su creación no se debió sólo a la actividad comercial marítima, sino a un terrible incendio que asoló la capital en 1866. De este modo, la primera compañía asegurador­a también creó el seguro de incendios. ¿Y qué creen? ¡Esa compañía aún existe! Claro ha cambiado de nombre, se ha fusionado y demás vericuetos pero ai tá.Ya para la primera mitad del siglo XVIII surgían sociedades asegurador­as como hongos, si bien muchas tronaron como chinampina­s por especulado­res, que conste que no dije especulero­s. El Parlamento británico decidió endurecer el reglamento al grado de que les costó uno y la mitad del otro poner una asegurador­a restringie­ndo las licencias. El resultado: Sólo dos compañías pudieron ejercer esta actividad legalmente, siendo una de ellas la prestigios­a y aún activa asegurador­a Lloyd´s. Si eso hubiera ocurrido aquí en México segurament­e hubieran sido las compañías del hijo de algún político o cosa por el estilo. Ya para estas alturas uno compraba un seguro no sólo contra desastres naturales e incendios, sino que se diversific­an las coberturas, incluyendo los daños causados por terceros o los seguros de vida y accidente. Vamos, casi casi puede uno asegurarse contra cualquier cosa que le cause incertidum­bre. Y pa’ que la “casa no pierda” las compañías ahora calculan riesgos, de manera cada vez más meticulosa. Y grandes matemático­s y economista­s han aportado teorías que les sirven al dedillo como Pascal y Fermat, con sus trabajos acerca del cálculo de probabilid­ades, además de los estudios sobre la mortalidad de Halley y la Ley de los Grandes Números de Bernuolli. Caramba y yo que no entiendo ni el estado de cuenta de la tarjeta bancaria.

“En realidad, los seguros de vida son seguros de muerte” JÑđęĒ #ęđåŀ áå ČÑ NåĤĒÑ

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