La huelga de hambre que unió a los narcos más peligrosos en México
Procedentes de distintos cárteles y acusados por distintos delitos, los reclusos del penal con mayor nivel de seguridad en el país olvidaron en 2015 su pertenencia a clanes contrarios
Cerca de 20 desayunos volvieron intactos a la cocina del penal de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México, la mañana del sábado 19 de septiembre del 2015. Reos del módulo 1, un edificio de celdas diminutas donde apenas entraba el sol y donde cumplían sus condenas los narcotraficantes más peligrosos del país, se declararon en huelga de hambre.
Alguna vez tuvieron los bolsillos llenos de dólares, reinas de belleza y ranchos. Ahora, dentro de la cárcel suplicaban por más privacidad y mejor comida. También pedían que les devolvieran los relojes y televisores que les habían confiscado un día antes.
No se trataba de una protesta cualquiera. Ésta era insólita por haberse fraguado dentro de uno de los reclusorios con mayor nivel de blindaje en México y porque logró reunir a los que fueron “objetivos prioritarios” de la delincuencia organizada en torno de una causa común: la defensa de sus derechos y la exigencia del regreso de algunos de sus privilegios.
El Altiplano abrió sus puertas en 1991, durante la administración del ex presidente priista (PRI) Carlos Salinas de Gortari y fue el primero de máxima seguridad en México. Se concibió como el futuro sitio de reclusión de los criminales más buscados en el país, y era parte de una estrategia para contener a narcos recién surgidos.
En septiembre del 2015, a poco más de dos meses de que Joaquín el Chapo Guzmán, quien fuera el narcotraficante más buscado del mundo, se fugara de El Altiplano —montado en una motocicleta a través de un túnel de 1.5 kilómetros de largo, con ventilación, iluminación y hasta rieles— los ánimos estaban caldeados.
Pero el descontento al interior penal con paredes de más de un metro de espesor no era nuevo. Hacía años que El Altiplano era una olla de presión de 260 mil metros cuadrados de extensión.
Ahí estaban encerrados reclusos del nivel de peligrosidad de Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, el Z-40 y Z-42, respectivamente, integrantes del Cártel de Los Zetas acusados de ordenar en 2010 el asesinato de 72 migrantes centroamericanos en Tamaulipas, al norte del país. También estaba Edgar Valdez Villarreal, la Barbie, el primer narco estadounidense en aliarse con cárteles mexicanos.
Otro recluso de El Altiplano era Héctor Beltrán Leyva y Servando Gómez Martínez, conocido como la Tuta, un maestro de primaria que fundó el Cártel de los Caballeros Templarios, el cual justificaba sus crímenes en preceptos religiosos radicales.