MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA

SENADORA DE LA REPÚBLICA POR MORENA

Las relaciones bilaterales entre

México y Estados Unidos históricamente han sido muy complejas. Como es natural, la comunicación entre dos países requiere un gran entendimiento y prudencia. Las corrientes migratorias han ido en aumento a causa de factores estructurales como la falta de oportunidades en otras naciones, la inestabilidad y la pobreza, como sucede en Centroamérica. Esa situación exige una profunda comprensión de la problemática que debe resolverse, con una visión integral y no solo de contención por parte de las autoridades migratorias. Cada año, miles de personas dejan sus comunidades, sus culturas, sus empleos e incluso a sus familias, en busca de estabilidad, seguridad y mayores perspectivas de desarrollo. Lamentablemente, este fenómeno internacional además de afectar a los migrantes también dificulta su atención, pues nadie, en ninguna ciudad, ni en las de paso ni en las fronterizas, está preparado para recibir adecuadamente a decenas de miles

que tratan de pasar a Estados Unidos. Por eso es indispensable que se entienda que se trata de un problema compartido por los países de origen, los de tránsito y el de destino. La solución implica que se actúe con enorme solidaridad, con la participación de organizaciones internacionales como la ONU y la OEA y con un estricto respeto de los derechos humanos. En ese sentido, la respuesta del presidente López Obrador ha sido contundente. Como ha señalado, se necesita apoyar el desarrollo de los países donde se origina la migración para evitar que sus ciudadanos se vean obligados a abandonarlos. El gobierno mexicano ha actuado de manera acertada al rechazar discusiones o intercambios estériles que en lugar de contribuir a la solución sólo enrarecen el ambiente. Por eso ha hecho un gran esfuerzo para que con diplomacia, diálogo y cooperación internacional, y una política humanitaria y ordenada se atienda uno de los mayores retos de nuestros tiempos.