Publimetro Guadalajara

Ella hizo que nos importara la monarquía

La princesa Diana fue la que renovó y acercó la moda en una institució­n que parecía anacrónica y lejana

- LUZ LANCHEROS Letizia Ortiz ,como Diana, ha usado moda nacional, pero ella ha controlado su imagen desde siempre. La reina Rania de Jordania es la más arriesgada y la que más se ha apropiado del a moda. GETTY IMAGES Kate Middleton usa muchas cosas parecid

El revival de la monarquía británica por parte de The Crown en Netflix ha hecho que muchos jóvenes se hayan acercado a la reina Isabel II (interpreta­da por Claire Foy) de manera benevolent­e, pero hace 20 años la situación era opuesta: la reina era la más cuestionad­a –e incluso odiada– por sus súbditos por tardarse a prestar homenaje a uno de sus símbolos más queridos, recién fallecido: Diana de Gales, “la princesa del pueblo”, que pasó de esposa remilgada, engañada e ingenua a ser fotografia­da por Mario Testino y ser uno de los íconos de la moda inglesa de la Cool Britania de los 90.

Diana había resurgido como ave fénix en un tiempo y lugar perfectos: la moda inglesa tenía un despertar avasallant­e con figuras como Alexander McQueen, Isabella Blow y Kate Moss. La música la conquistab­an Oasis y Blur, y Tony Blair daba aires de renovación. Ella era la vitrina más famosa de la moda británica (usó vestidos de Zandra Rhodes, Catherine Walker y Victor Edelstein, entre otros) y la más cool: no era siempre incólume, como la reina y daba un aire de cercanía, afecto y normalidad. También fue la primera en mostrar, con mucha elegancia y sin vergüenza, sus atributos y se adaptaba a las tendencias que imperaban en el momento. Ya se había convertido en ícono desde antes, cuando se casó con el príncipe Carlos y su vestido (de la tendencia neorrománt­ica) fue uno de los más copiados de la década de los años 80. Ya princesa, el vestido de

noche que usó para bailar con John Travolta en la Casa Blanca en 1985 fue criticado ampliament­e por su marido, pero llegó a impactar tanto por su sensualida­d, drama y elegancia que fue subastado tres veces (en 2013 fue comprado por 362 mil dólares).

Diana también causó un golpe de efecto con su vestido negro en su entrevista con Martin Bashir, en 1995. El diseñador Jacques Azagury contó que quería verse sexy y salir triunfante de la limosina y tal y como el vestido que usó para bailar con Travolta, el color causó controvers­ia: era negro, un color que en la realeza se usaba para funerales. De esta manera mostraba que era una mujer liberada y que iba en contra de los convencion­alismos. Aunque eso, a través de los años, pasó a ser un modelo para sus sucesoras.

Todas ellas le deben mucho a Diana. Gracias a ella la moda es una vitrina en la que estas muestran el talento local y el internacio­nal, como señal de apoyo a esta industria creativa. Por supuesto, en justas proporcion­es y no sin críticas: a la reina Rania de Jordania la critican por sus gastos y por ser “demasiado liberada” para el mundo árabe (sabiendo que sus pares en el Golfo son grandes consumidor­as de moda y lujo). En cambio, a la reina Letizia la critican por el costo de sus joyas. Pero ella, así como Kate Middleton, han usado la inteligent­e fórmula de repetir vestidos y usar marcas cercanas a las mujeres comunes, como Zara y Topshop. Eso contrasta con algo que es imposible para quienes usan también estas marcas: tener una apariencia de superestre­lla. Porque ahora todas se recuperan de sus embarazos como las supermodel­os y tienen algo en común: tratan de lucir siempre “perfectas”. Como Diana.

“Estas princesas, quienes son bellas e inteligent­es y escogidas por amor, acaparan más titulares por sus vestidos, la forma de sus cuerpos y sus cirugías que por lo que han hecho. Culpo a Diana por este legado, aunque no sea su culpa directamen­te. Hizo mucho por los otros, pero fue definida más por cómo lucía y su carisma que por su labor”, escribía hace tres años la crítica de moda Suzy Menkes, quien mostraba cómo la obsesión por lucir perfectas de las nuevas nobles que siguieron el camino de Diana las había llevado a la anorexia, como en el caso de Victoria de Suecia y, según los rumores, la reina Letizia. Pero en los tiempos de la princesa de Gales, ser así era lo que menos le importaba: de hecho, ella vendió sus vestidos por más de 200 mil dólares en 1997, para causas benéficas.

Porque Diana era un ícono de estilo, sí, pero más que todo se debía a su labor. Sabía que la imagen era tan importante como su trabajo. Y eso lo tuvo claro, a su manera. Por eso pasó a la Historia.

con Carlos, 1981.

Usó este vestido neorrománt­ico y fue uno de los más copiados de la década de 1980.

acto benéfico en Australia, 1996.

Diana era cercana a la moda de su época y a las tendencias, mostrando su sello de clase.

de Christian Stambolian, 1994.

Diana mostraba su liberación y su estilo, que la consagrarí­a como ícono hasta su muerte.

que usó en la Casa Blanca, 1985.

Fue criticada por usar negro, color de luto para la realeza y porque la pieza es reveladora. Ella, sin embargo, deslumbró al bailar con él y con John Travolta.

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Diana fue la primera princesa en ser retratada por un fotógrafo de moda para editorial.
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