EL CAMBIO GENERACIONAL
En todos los tiempos ha existido una fuerte energía de cambio entre una generación y otra. No podemos negar que la fuerza de la juventud gana simplemente por el “orden” natural en que el cuerpo se muestra dispuesto.
Aunque nos convenzamos sobre el “espíritu joven” o en mantener la “juventud eterna”, eso con el paso del tiempo sí tiene un impacto no sólo personal en términos de arrugas, sino colectivo conforme crecen las poblaciones de adultos mayores.
México en este momento es un país de jóvenes, pero ese escenario cambiará. La población de las juventudes, dicen los expertos, está destinada a reducirse en tanto el número de miembros de la familia se reduce. Es importante tomar en cuenta esta variable, porque en términos prácticos, lo que nos quiere decir es que el tiempo cambiante es ahora.
Estos años en donde se puede aprovechar tal energía para la transformación de un país o localidad en diferentes ramos. Principalmente aquellos que están relacionados con la tecnología, la política, las industrias creativas, la educación y la innovación; que, finalmente, son bastiones de la economía del futuro que a la vez está cambiando aceleradamente.
Sin embargo, en este momento se sabe demasiado sobre los millennials, sobre sus hábitos, costumbres o preferencias, mientras en diferentes sectores productivos se convierten en el sueño o la pesadilla, o son incomprendidos en gran medida por sus abuelos o sus padres, hoy es el momento de hablar de ellos como generación en general. Con sus demandas específicas, con los problemas a los que se enfrentan, con la grave crisis económica, ecológica, social y política por la que están pasando. Pero, sobre todo, por esa gran carga de incertidumbre a la que nos estamos enfrentando en donde en este momento no sabemos cómo reaccionar.
O, quizá lo sepamos, pero vamos caminando en “arena movediza” que, a diferencia de otras generaciones, puede provocar mayor inestabilidad y menores certezas. Temas tan fundamentales para la civilización como los asuntos familiares, los hijos, la relación entre las parejas, están en transformación constante. Que eso también proyecta esos miedos e inseguridades sobre el empleo, la vivienda o la seguridad social, que son temas tan estructurales en nuestras comunidades.
No sé si realmente esto de la longevidad sea una ventaja para replantear qué haremos cuando estos jóvenes crezcan y sean más grandes que ahora o con los que vienen, cuyas diferencias suelen ser cada vez más abismales entre una generación y otra. Pero hay más preguntas que respuestas. Incluso los mismos estudios de quienes se encuentran concentrados, pueden ser diferentes entre uno de hace un año y otro de éste.
Lo que sí es que “juventud divino tesoro” es la época en donde, además, los 40 son los nuevos 30 y los 30 son los nuevos 20. En donde podemos hacer la diferencia. En nosotros cabe acelerar los cambios. No hace mucho, cuando pasó lo del sismo del 19 de septiembre en la Ciudad de México, planas enteras eran dedicadas a esas juventudes de las que nada esperábamos y nos dieron todo, incluyendo la esperanza de ser (no de esperar para el futuro) un mejor país en todos los sentidos.
“En este momento, se sabe demasiado sobre los millennials, sobre sus hábitos, costumbres o preferencias, mientras en diferentes sectores productivos se convierten en el sueño o la pesadilla”