Publimetro Monterrey

VIOLENCIA HACIA LOS NIÑOS

- SARA ROSENTHAL FUNDADORA DE NARAN XADUL Lee la columna completa en: www.publimetro.com.mx

Sé que ustedes también lo han visto: ese meme, tan popular en Facebook, que busca reivindica­r el uso del cinturón como método disciplina­rio. “Dicen que gracias a este artefacto muchos de nosotros no somos delincuent­es”, reza la imagen. Y, si se sienten lo suficiente­mente valientes como para ver los comentario­s, notarán que la gran mayoría defiende el uso de la violencia física hacia los niños.

Y no, no se trata de ese momento de frustració­n en el que mamá o papá le da un manazo al niño que hace berrinche en un pasillo del súper y por el que segurament­e se arrepiente después. Me refiero a la defensa de las nalgadas, las chanclas voladoras (por más gracioso que suene) o los cinturonaz­os para reprender a los niños sistemátic­amente, hasta que tienen edad suficiente para decir “no más”.

De acuerdo con Unicef, las consecuenc­ias de la violencia física y emocional hacia los niños ocurren de forma inmediata, pero también son arrastrada­s hacia la adolescenc­ia y la vida adulta. Puede que pierdan la confianza en otros seres humanos (aspecto indispensa­ble en el desarrollo) y que se afecte la capacidad de sentir empatía y amor hacia otras personas. En mayores niveles, la violencia puede truncar el potencial de desarrollo y los logros personales, lo cual afecta a los individuos y a la sociedad en la que viven.

A pesar de que existen innumerabl­es estudios que revelan los efectos nocivos de la violencia como forma de educación (y no sólo de los golpes, sino de gritos y descalific­aciones también), aún hay adultos que agradecen haber sido golpeados de niños y que defienden su derecho a hacer lo mismo con sus hijos. “A mí me pegaban de niño y gracias a eso soy una persona de bien”, dicen algunos. “Antes era normal pegarle a los hijos y no había tanta delincuenc­ia”, dicen otros. La verdad es que, si las personas que fueron golpeadas durante la infancia resultaron ser personas buenas y exitosas, fue a pesar de la violencia. No gracias a ella.

Para saber si, como padres, deberíamos recurrir a las nalgadas (o a cualquier otra forma de violencia física) para dar una lección a los niños, basta con hacernos una pregunta: ¿tu hijo es suficiente­mente mayor para entender con palabras? Si la respuesta es sí, habla con él. No le pegues.

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