La evolución de la industria de la comida rápida
El 15 de mayo de 1940, hace 80 años, se abrió el primer restaurante McDonald’s. Desde ese momento, toda la industria de la comida rápida ha cambiado significativamente. Y a pesar de la tendencia actual a la alimentación saludable, sigue siendo muy popular. Metro investiga el fenómeno.
Según los informes, la primera comida rápida apareció en la antigüedad. Los romanos, por ejemplo, vendían pan empapado en vino, verduras cocidas y guisos, principalmente para la gente pobre de la calle. En la Edad Media, el menú se amplió con pasteles, pastas, flanes y waffles.
Pero el primer restaurante, abierto en 1860, vendía pescado ingles y papas fritas. Los perros calientes y las hamburguesas se hicieron muy populares en los EU más tarde, a principios del siglo XX, y eso marcó el comienzo de la comida rápida que conocemos hoy en día.
A pesar de la enorme variedad, se cree que las hamburguesas y las papas fritas son todavía los tipos de comida chatarra más populares que se consumen en todo el mundo.
Aún así, con el comienzo de una era de estilo de vida saludable y la creciente conciencia sobre los efectos negativos de la comida rápida, muchas cadenas decidieron incluir ensaladas y diferentes tipos de rolls en sus menús.
En KFC China, por ejemplo, se desarrolló un concepto
“saludable” llamado KFC Pro. Allí se pueden pedir ensaladas y paninis con proteínas como camarones, salmón ahumado y pollo a la parrilla (no frito).
Pero no hay que dejarse engañar, según los expertos. Una investigación, publicada por la empresa holandesa de análisis Elsevier, confirma que la comida de estos restaurantes es menos saludable que hace 30 años. La razón principal es el aumento significativo del sodio en todas las categorías del menú, así como el tamaño de las porciones. Por lo tanto, los productos podrían provocar una increíble gama de enfermedades, incluyendo obesidad y problemas cardíacos.
“Si lo consumimos como una excepción, no es un problema”, dijo a Publimetro Brenda Chávez, escritora y periodista residente en España.
“Pero debemos saber que no es ni saludable ni sostenible. Sano, para nosotros y para el planeta, sería consumir alimentos frescos producidos por la naturaleza. Es decir, comida real que no ha sido creada ni procesada por la industria. Son alimentos que podemos imaginarnos cultivados en el campo, por ejemplo, a partir de materias primas de calidad, si es posible ecológicas”.