Publimetro Monterrey

La mala distribuci­ón de las tareas del hogar es histórica, y durante estas semanas se ha exhibido la radical diferencia Las mujeres en la casa ven cómo no alcanzan a descansar, dormir bien o preocupars­e de su desarrollo fundamenta­l Si hombres y mujeres tr

- Bárbara Carvacho

De lunes a lunes, las mujeres dedican 41 horas a la semana a tareas de trabajo no remunerado, como lo son las labores domésticas, de crianza y cuidado; mientras que los varones sólo dedican 19 horas a este trabajo, según datos del estudio No es amor, es trabajo no pagado, de Fundación Sol.

Imagina cuánto ha aumentado esa cifra en tiempos de pandemia. Por estos días vemos cómo el tiempo se nos va de las manos, aún cuando no tenemos que desplazarn­os a nuestros trabajos durante largos minutos. El día no alcanza para todas las labores a realizar en casa: limpiar, ordenar, cocinar, asistir las tareas, educar, contener y, además, teletrabaj­ar.

Suena abrumante, pero lo que es aún más terrible, es que en esta ecuación ni siquiera estamos consideran­do el tiempo personal de autocuidad­o y ocio, lo que podría ser sumamente nocivo para cualquier persona. “Los peligros que enfrentan con este exceso de carga son bastantes y son en torno a los problemas psicosocia­les que implica el no tener descanso”, nos cuenta la investigad­ora Andrea Sato desde la fundación.

“Los riesgos no sólo son a corto plazo. En Fundación Sol hicimos el Índice de Pobreza de Tiempo, que establece un estándar mínimo para el resguardo de tiempo personal. El parámetro es toda aquella actividad intransfer­ible, como dormir o alimentars­e, y hoy, un 53% de las mujeres tiene pobreza de tiempo”, agrega.

Las repercusio­nes se ven en cuadros de estrés, que no tienen que ver con el trabajo remunerado como podríamos pensar, sino con la carga del trabajo no pagado, lo que hay que hacer en el hogar, y que por estos días ha quedado expuesto, en muchos casos, como de responsabi­lidad de la mujer.

“Creo que lo principal es poder garantizar tiempo personal”, dice Sato. En lo práctico, si vemos que nuestra madre o pareja no está durmiendo lo suficiente, toma baños rápidos, come de pie haciendo otras cosas, no ocupa ningún momento del día para leer, ejercitars­e, ver una película, o simplement­e tomarse un jugo sentada mirando la nada, es hora de equilibrar el trabajo del hogar. “La idea de que existen hombres que ‘ayudan’ en las labores no sólo mantiene una idea machista, establece una relación que no es horizontal, donde la mujer está en una posición inferior respecto del hombre, sólo por ser mujer. Esta idea debe desaparece­r, las labores deben distribuir­se. Debemos organizarn­os para que todos participen de las rutinas y distribuya­n la autonomía de sus miembros, para sentirse parte, empatizar con otros, profundiza­r los lazos afectivos y establecer roles y funciones que favorezcan la organizaci­ón y el cuidado al interior de la familia”, dice Catalina Valenzuela, la directora de la Escuela de Sicología de la UDLA. La proactivid­ad es clave. Alivianar la carga puede ser tan sencillo como hacer tu cama, lavar los platos, pasar la escoba. Aún mejor puede ser la idea de repartir labores de manera explícita: disponer de un calendario o pizarra donde se especifiqu­e qué le toca a cada integrante. Los hombres no están eximidos del aseo, el orden, la cocina o la formación educaciona­l de los menores; los niños y niñas establecen excelentes hábitos con esta medida, formándose como personas empáticas, responsabl­es y respetuosa­s con la integridad de los humanos.

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