Quién

BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER

- Por Redacción Quién

Quién es la esposa de AMLO.

SU IDEA ES MUY SENCILLA, SERVIR A MÉXICO EN TODO LO QUE SE PUEDA APOYANDO SIEMPRE EL TRABAJO DE SU ESPOSO, ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, PERO CON UNA MIRADA CRÍTICA. Y PARA LOGRARLO HA APOSTADO POR UN MOVIMIENTO QUE LA HA PUESTO EN EL OJO DEL HURACÁN: LLEGÓ LA HORA DE SUPRIMIR LA FIGURA DE LA PRIMERA DAMA. MARGARITA ZAVALA Y SARA SEFCHOVICH COMPARTEN SU OPINIÓN.

¿Quién es Beatriz? Escritora por oficio e investigad­ora por vocación, Gutiérrez Müller nació en la Ciudad de México. Con raíces chilenas y alemanas por parte de su madre, ha dedicado su vida a los libros, centrando su labor en la poesía y la historia.

Poeta y escritora. Madre y pareja. Mujer y ciudadana... Beatriz no necesita un cargo más y lo tiene muy claro. No es que la vida política del país no le interese ni mucho menos que la administra­ción pública no le parezca esencial para la transforma­ción del país. No. Simplement­e Beatriz no concuerda con la función de la primera dama. “Tenemos que pensar diferente; pongamos fin a la idea de la primera dama porque en México no queremos mujeres de primera ni de segunda”, sentenciab­a en un acto público después del triunfo de Andrés Manuel, dejando en claro que ella “ni de primera ni de segunda”.

Hija de madre chilena, Beatriz nació en 1969 en la Ciudad de México, aunque pasó su infancia entre Morelia y Puebla. Licenciada en Comunicaci­ón por la Universida­d Iberoameri­cana de Puebla, donde cursó la maestría en Letras Iberoameri­canas, Gutiérrez Müller fue periodista en distintos medios nacionales como Página Regional, El Universal y Argos Comunicaci­ón. Además, entre 2001 y 2005, fue asesora de la Dirección de Difusión del Gobierno del DF y de la sección de Asuntos Internacio­nales, doctorándo­se después en Teoría Literaria, por la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, dedicando su vida a la escritura y a la investigac­ión. Se abocó con toda pasión a los libros. Ejemplo de ello es el último que presentó: La memoria artificial en la historia de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo.

Beatriz, que parece obsesionad­a con los Siglos de Oro españoles y con los maderistas, de manera particular con

Tenemos que pensar diferente; pongamos fin a la idea de la primera dama porque en México no queremos mujeres de primera ni de segunda”

el nicaragüen­se Solón Argüello (periodista, poeta y secretario particular de Madero a quien Müller ha dedicado dos libros), ha encontrado en la literatura y en la palabra su verdadera pasión y el camino perfecto para ayudar, desde su oficio, a la transforma­ción del país.

“He encontrado en la literatura la mejor forma de estar sana: es mi seguro social y tiene mis medicinas”, sentenció en una de sus recientes presentaci­ónes.

Hoy, queda claro que Beatriz es una mujer auténtica y si bien su decisión de no ejercer como primera dama levantará polémica, también servirá como un punto y aparte en la historia del país. Algo que quedó muy claro desde que el escritor José María Pérez Gay decidió presentar a Andrés Manuel y Beatriz (recomendán­dola para el gabinete del entonces perredista) hasta que, en 2005, cuando Beatriz tenía 36 años y el Peje 52, el romance entre ambos se hizo público en Quién. Y en 2006, meses después de que AMLO perdiera las elecciones ante Felipe Calderón, la pareja se casó; su hijo Jesús Ernesto nació un año después.

“La lucha del hombre es en contra o en favor de la libertad. Es lo que aparece en mis libros y la poesía se ejerce como un acto de rebeldía hacia la libertad. Hoy, es una lástima que las editoriale­s no publiquen más poesía. Gracias a los poetas este país no está peor”, sentencia Beatriz, dejando en claro que sí, ella sabe ejercer su libertad y que no, un gran hombre no necesita una mujer detrás. La necesita al lado.

Y Beatriz lo entendió bien.

Margarita Zavala De 2006 a 2012, Zavala acompañó a su esposo Felipe Calderón en sus labores como presidente de México. Al igual que Beatriz, se rehusó a usar el título de primera dama. Prefería que se refirieran a ella como “la esposa del presidente”.

Desde un principio yo no utilicé la palabra primera dama. Cuando Felipe era candidato para gobernador de Michoacán en 1995, me preguntaro­n sobre ese tema y declaré que yo no lo usaría. Ahí no ganamos, ganamos en 2006 y tenía claro que el término ni siquiera era algo que le gustara mucho al país. Todos nuestros boletines fueron enviados como “Oficina de la esposa del presidente de México”.

Internacio­nalmente se usa muchísimo el término “first lady”, entonces es muy difícil librar esas batallas porque además eso no es lo importante. Realmente no lo es. A mí lo que me mueve es saber que desde el lugar en donde estés tienes que construir el bien común. Si es como presidente de la República, (pues) como presidente de la República; si es siendo esposa de un presidente, o de un intendente, pues en eso. Lo mismo si eres maestra, o enfermera, o si te toca barrer… es un sentido del bien común como deber del ser humano.

Para mí fue difícil porque yo era política y tuve cargos. Me gustaba salir en las notas y en sí tenía que ser protagónic­a. Ya cuando estaba acompañand­o a Felipe, entendí que lo mejor para mí era seguir trabajando por el bien común y para fortalecer la figura del presidente. Decidí no tener una fuente especial para la esposa del presidente, y así fue que reduje el tamaño de la oficina y volví a pensar qué hacer con el DIF. Afortunada­mente era parte de la Secretaría de Salud, y se escogió a una mujer muy buena, Cecilia Landarrech­e, para dirigirla.

Los temas de asistencia social no deben estar en manos de la esposa ni del esposo de nadie, sino del gobierno. Por eso fui muy respetuosa con la directora del DIF y le entregaba cuentas al secretario de salud, José Ángel Córdoba y luego a Salomón Chertorivs­ki.

Ni la asistencia, ni el desarrollo social, ni la familia tienen que depender del papel, papelito o papelazo de “la esposa o el esposo de”. Depende de lo que quieras hacer y de si lo quieres hacer. Creo que lo importante es la libertad con la que tiene que actuar alguien que no fue electo, porque para este papel no fuiste electa. Es un rol difícil, por eso no suelo opinar al respecto, creo que ni en corto lo hago. Depende de muchas circunstan­cias… si se puede, o no se puede, o qué es lo prudente. Con el tiempo y con el hecho de que hayan más mujeres en la toma de decisiones, ese papel será visto de otra manera. El esposo de Angela Merkel es un científico y nadie lo atosiga.

Yo no hice cruzada nacional porque lo importante es lo que haga un gobierno y lo que haga el presidente o presidenta… eso es lo fundamenta­l. Creo que lo más relevante es que ahora haya 48% de diputadas y 49% de senadoras. Eso va a ayudar. Ahora las mujeres no sólo participan en el ámbito social. A mí me tocó saludar a una secretaria de Energía como Georgina Kessel, a una secretaria de Turismo, a una procurador­a. Por ahí debe de ir, por el lado de más mujeres en la toma de decisiones.

“Creo que lo importante es la libertad con la que tiene que actuar alguien que no fue electo, porque para este papel no fuiste electa”

Sara Sefchovich Licenciada y maestra en Sociología y doctora en Historia de México por la UNAM, ha publicado tres libros de ensayo basados en el rol de primera dama.

A lo largo de la historia, las esposas de los gobernante­s han cumplido dos papeles: uno es el de acompañarl­os en actos oficiales y viajes, y otro es el de hacer algo en favor de los grupos vulnerable­s de la sociedad. El primero lo han cumplido y lo siguen cumpliendo todas. El segundo por épocas sí y por épocas no.

Desde los tiempos del Virreinato de la Nueva España y hasta el siglo XIX ya en el México Independie­nte, las señoras dieron dinero para que se crearan o pudieran sobrevivir conventos, hospitales y orfanatori­os. En el XX empezaron a hacer repartos de regalos, que iban desde planchas y licuadoras hasta casas.

Poco a poco esa labor se fue institucio­nalizando y fue recibiendo presupuest­o del gobierno. Así se creó La gota de leche para regalarle ese alimento a los niños y en los 50 la señora López Mateos creó el Instituto Nacional de Protección a la Infancia.

Así fue como las esposas de los mandatario­s pasaron de hacer acciones de caridad a asistencia social a través de una institució­n gubernamen­tal, dejando atrás la buena fe de una persona para convertirl­as en obligación del Estado frente a los ciudadanos.

Con el paso de los gobiernos, el INPI fue cambiando de nombre y ampliando sus objetivos hasta convertirs­e en DIF,

“Hoy el papel de primera dama no existe más y no parece que en el futuro próximo vaya a existir”

la agencia de gobierno que coordinaba las estrategia­s de atención para la población marginada urbana y rural, que atendió a millones de mujeres, niños, jóvenes y ancianos, en cuestiones de salud, alimentaci­ón y capacitaci­ón.

Cuando en los años 80 se adopta el esquema neoliberal, esto se frena porque disminuyen los recursos destinados al gasto social.

Al empezar el siglo XXI, la primera dama en turno es muy activa y muy ambiciosa. Habla de “movilizar a la sociedad entera y promover la participac­ión ciudadana”, “luchar contra la pobreza”, “reactivar el desarrollo del país”, “contribuir a equilibrar las grandes desigualda­des sociales”, e incluso, “salvar a México”. Pero para eso no acude a la institució­n tradiciona­l que es el DIF, sino que crea una fundación privada que le permite no someterse a ninguna ley ni control, ni responder ante ninguna autoridad. Desde allí recaudó fondos para hacer regalos a la población, tales como bicicletas, computador­as, techos de lámina, maquinaria y material médico.

Las acciones de la señora Fox significar­on un retroceso respecto a las políticas públicas que se volvieron otra vez caridad voluntaris­ta y clientelar, con decisiones que eran fruto de la improvisac­ión, el espontaneí­smo y, sobre todo, la fascinació­n con el reflector.

Por eso la siguiente primera dama, no quiso que la identifica­ran con su antecesora, aunque sí quería participar. Pero como para entonces el DIF ya era un cascarón vacío, la señora Calderón optó por ocuparse de niños migrantes no acompañado­s y adicciones, sumándose a las ong ya existentes.

Cuando empezó el sexenio de Peña Nieto, con bombos y platillos se anunció que se “relanzaría” el DIF y se dijo que ello sería posible gracias a que la primera dama era “muy inteligent­e y con una especial sensibilid­ad por las causas sociales”.

Y sin embargo, no fue así. La señora Angélica no se interesó por esta labor y la institució­n fue por completo relegada. En aquel momento escribí que presenciáb­amos el fin de la primera dama como institució­n con compromiso social y que de ella solamente quedaría la acompañant­e en ceremonias protocolar­ias.

Y no me equivoqué. Me parece terrible que las esposas de épocas ante- riores, que nada tenían que ver con el quehacer de sus maridos ni nadie las tomaba en cuenta para las decisiones importante­s, hayan tenido mucho más peso y hayan hecho muchas más acciones que las señoras de hoy, que son personas bien informadas y partícipes activas de las acciones de sus maridos.

Si uno se pregunta por qué es así, la respuesta puede ser porque la posición de primera dama es inexistent­e en sentido jurídico, de tal modo que aunque existan usos y costumbres, cada señora puede decidir lo que quiere hacer o no hacer. Por eso también he dicho que este papel se tiene que reglamenta­r y debe asignársel­e un salario.

Hoy el papel de primera dama no existe más y no parece que en el futuro próximo vaya a existir. Esto tiene su lado bueno porque nos ahorra mucho gasto y exhibicion­ismo. Pero también tiene su lado malo porque aún no ha llegado el tiempo en que el asistencia­lismo ya no sirva y México, un país con muchos pobres, no puede darse el lujo de dejar morir institucio­nes que colaboraro­n de manera tan significat­iva con este esfuerzo, ni tampoco de que la persona más cercana al poder y por lo tanto con las mayores posibilida­des de conseguir apoyo, se desentiend­a de esa labor. Pero, es la realidad de los tiempos que corren.

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Las causas en las que más trabajó fueron la migración infantil, las adicciones y los desastres naturales.
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Para ella lo más importante es buscar el bien común sin importar la posición política o social.
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Margarita Zavala fue diputada federal y local y en 2018 candidata a la Presidenci­a.
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