No permitamos que ser mujer sea un motivo para tener miedo
En México somos casi 127 millones de personas, de las cuales, más de la mitad somos mujeres. A pesar de ser mayoría y representar un alto porcentaje de la fuerza laboral y económica del país, resulta irónico que en pleno 2020 continuemos con los alarmantes niveles de desigualdad, inseguridad y acoso solo por el hecho de ser mujeres.
Las políticas públicas están fallando, las estrategias de seguridad no están dando resultados y los valores sociales se están disolviendo. Como prueba están las frías estadísticas que demuestran que, en un país como el nuestro, ser mujer es sinónimo de vulnerabilidad: 133 asesinatos en los primeros 49 días del año, es una cifra que asusta.
Ésta es mi primera edición de “31 mujeres que amamos” como editora general de Quién, y el momento es más bien amargo. No por la selección de ciudadanas ejemplares que presentamos en nuestro artículo de portada, sino por el contexto social en el que llega este Día Internacional de la Mujer. Dentro de esta lista de exitosas mujeres celebro que haya chefs, guionistas, artistas, empresarias, deportistas y profesionistas que trabajan día a día por lograr un futuro prometedor. Tampoco puedo dejar de mencionar el privilegio de contar con la presencia de grandes editoras que han impulsado a Quién y la han posicionado en un lugar destacado a lo largo de estos 20 años de historia: Kitzia Nin, Marcela Aguilar, Blanca Juana Gómez Morera, Diana Penagos, Laura Manzo e Itziar Carracedo, que aunque no aparece en el artículo, es pieza clave en el éxito de esta revista. Estoy segura que todas ellas han impactado positivamente en la vida social de este país tan lastimado.
Connicidios que diariamente ocurren en nuestro país y que hoy son noticia.
No podemos quedarnos callados y mucho menos acostumbrarnos a que crímenes como estos sigan ocurriendo. Debemos aprovechar que los medios de comunicación y la sociedad en general están presionando a las autoridades para generar un cambio de fondo.
Hoy necesitamos que los procedimientos judiciales se simplifiquen y se escuche a las víctimas y a sus familiares; que se dé un seguimiento justo a los casos y que la sociedad y las autoridades seamos conscientes de que la violencia doméstica y de género son reales y que matan. Se lo debemos a Ingrid, a Fátima y a las cientos de mujeres anónimas que mes a mes son asesinadas y torturadas en el país.