Quién

HOW FAR WOULD YOU GO FOR LOVE?

- Por Renata González / Fotos Ana Hop Maquillaje y Peinado Mar Soto

De la mano de Cartier, diferentes parejas se atrevieron a contestar esta pregunta y a contarnos su propia historia.

Hicimos equipo con Cartier y juntamos a varios personajes para hacerles esta pregunta: ¿Qúe tan lejos llegarías por amor?

Amigos, hermanos parejas y madre e hijo nos dieron sus respuestas. Y aunque todas son distintas, siempre tienen el mismo fin: cuidar y seguir amando a esa persona tan especial.

LUIS DE LA ROSA Y CONCHA ORVAÑANOS

Tienen una relación muy cercana: prácticame­nte Concha es amiga de Luis, ella siempre lo ha apoyado y le ha dado la libertad de expresarse y de crecer sin peros. Es su primer hijo. “Luis me enseñó, fue mi maestro, me estrenó como mamá. Conocí el amor más grande y más puro que hay”, nos confesó.

Una relación entre madre e hijo siempre es especial, pero una donde exista la confianza de poder ser tal cual eres, sin filtros, lo es aún más.

El amor y cariño que se tienen mutuamente también es algo fundamenta­l en su relación madre e hijo, al grado de dar la vida el uno por el otro, afirman. Luis y Concha han superado cosas juntos, desde la primera película en la que él actuó, donde la logística para ambos fue muy complicada, hasta superar el miedo que ella le tiene a las víboras y él a las arañas.

MANNE FELICI Y RODRÍGO DÁVILA

Manne y Rodrigo se conocieron hace 15 años en MTV, pero realmente empezaron a salir mucho tiempo después. Durante una noche de conciertos, música y diversión, él le confesó su amor.

La relación ha sido increíble y el balance incluye dos hijos, dos perros y una tortuga. Viajar hasta el otro lado del mundo y cualquier cosa que la vida les ponga enfrente es lo que harían uno por el otro. Después de tener hijos y casarse, hicieron un viaje a un lugar muy lejos de México, justo para alimentar el corazón y el espíritu. Sus personalid­ades encajan tan bien que, así como ellos lo aseguran, difícilmen­te hay drama.

Tienen diferentes personalid­ades pero la ligereza que ambos comparten es clave para que su casa sea un lugar de cariño y amor. De esta forma es como han encontrado un equilibrio perfecto en su relación.

MARIANA Y SANTIAGO ARRIAGA

Aunque de pequeños su relación no fue tan buena, con el tiempo mejoró muchísimo, al punto de aventarse a vivir en un departamen­to de 20 metros cuadrados por un tiempo y hasta poner su propia empresa juntos.

Mariana y Santiago ven el pasado con risas y el presente a carcajadas. Ambos comparten más que una familia y empresa, también lo hacen con un pequeño círculo de amigos con el que se reúnen, los lugares a donde viajan, el amor por lo que hacen y por si fuera poco, son vecinos.

Estos hermanos cineastas basan el éxito de su buena relación en la comunicaci­ón: dialogar, ceder y escuchar, pero también en una serie de factores que se centran en lo que uno aprende del otro, y en complement­ar la forma de ser de cada uno para preservar el gran equipo que son.

ADRIANA CARRANZA Y MARIEL PAREDES

Se conocieron hace aproximada­mente tres años por su grupo de amigas. Luego de un viaje a Marruecos descubrier­on que compartían más de un gusto en común, y fue justo después cuando se enamoraron.

Durante este tiempo juntas, Adriana y Mariel han sobrelleva­do diferentes insegurida­des y miedos personales, desde las alturas y el buceo, hasta gritarle su amor al mundo, eso sí, siempre con el apoyo mutuo.

Ambas atribuyen el secreto de su relación duradera y sólida a la comunicaci­ón que mantienen, sin importar si es sobre una fantasía, tabú o hasta de sus ex parejas.

Adriana y Mariel tratan de conservar la individual­idad de cada una, ambas aseguran que han crecido muchísimo al paso de estos últimos años juntas, haciendo equipo y siendo cómplices de todo una de la otra.

LA METROPOLIT­ANA

Los tres son egresados de Centro, y aunque no todos son de la misma generación, ya se conocían. Tiempo después se reunieron y comenzaron a colaborar en diferentes proyectos, hasta el punto de levantar una empresa los tres juntos: La Metropolit­ana.

Este trío de diseñadore­s afirman que harían todo el uno por el otro, desde cruzar el océano para estar con sus amigos en las buenas y en las malas, hasta recibir una bala o ser cómplices mutuos en cualquier cosa sin importar qué, como cuando le ayudaron a Mau a organizar una pedida de mano.

Durante los 12 años de amistad que llevan de conocerse y de compartir muchos buenos momentos, ellos ya no se consideran ni socios ni amigos, sino hermanos, eso sí: anteponien­do el valor que tiene su amistad para nunca ponerla en riesgo. Sus fortalezas son el respeto entre ellos mismos y, sobre todo, la comunicaci­ón.

ALEJANDRO SÁNCHEZ Y FEDERICA ARMENDÁRIZ

Él es arquitecto y ella artista y empresaria. A pesar de que su primer encuentro se dio cuando ella tenía 15 y él 18, su verdadero flechazo fue cinco años después, mientras estaban en la universida­d.

Entre bromas y risas de Alejandro, cada uno eligió sus pulseras Juste un Clou. “Estamos bien clavados del corazón el uno por el otro, ésta sería nuestra pieza perfecta”, mencionó Mánchez, como es conocido por todos.

“Nos hemos reinventad­o totalmente de varias maneras. Todos los días es hacer la lucha, sacar lo mejor. El amor antes de cualquier cosa”, dice Federica.

Cada vez que se miran, sonríen y bromean en secreto. Su cómplice es Máximo, su hijo menor y, para ellos, un regalo de la vida, pues sus hijas mayores, Manuela y Antonia le llevan 15 y 16 años al más pequeño de la casa. Si en una relación hay que ser amigos y llevarse bien, ellos son el mejor ejemplo. “Se trata de compartirl­o todo, los buenos y malos momentos, ser honestos, tener toda la confianza, pero no dejar la pasión por el otro. Celebrar el amor todos los días”, compartió Alejandro.

RAMÓN GARCÍA Y EMILIO DIB

Los dos son arquitecto­s y se conocieron en la misma torre donde trabajaban. Una noche se encontraro­n en un bar y platicaron hasta las siete de la mañana. Ahora, 21 años después, las charlas extensas y las risas entre ellos no terminan.

No solamente comparten la pasión por lo que hacen, sino también el gusto inmenso por viajar. El secreto para mantener su relación se basó en reinventar la parte de su convivenci­a, en donde ambos son dueños de su propio tiempo y espacio, aún compartien­do un día entero juntos.

Sumergirse a 70 metros en aguas del Komodo, nadar con tiburones, y volar sobre el cañón de Colorado, son algunas de las cosas que han hecho el uno por el otro, pero aseguran que compartir una vida de 21 años y trabajar juntos también es algo extremo que han hecho.

La pareja es amante de la pulsera Love y los relojes de Cartier, “Nos dimos de regalo estas piezas para que siempre sean buenos y mejores tiempos”, contó Emilio.

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