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BASTARON CUATRO MINUTOS

- LA CRÓNICA Por Felipe Morales @elfrancode­lfut

“Es apasionant­e imaginar el proceso creativo de un héroe en acción. Cuando un jugador tiene la pelota en los pies y encara a un adversario debe elegir, a toda velocidad, entre una tormenta de ideas”. Lo dice Valdano. Lo sabe el futbol, que ayer por la noche encontró en el América vs. Pumas otro pretexto más de escape de la realidad. Así se confirmó que, más allá del festín de rumores y el cambio de técnico azulcrema, el juego le sigue pertenecie­ndo a los futbolista­s…

Después intervino la memoria de Johan Cruyff, porque en partidos tan ciclónicos como el visto en el Estadio Azteca, también participa la memoria. “En un partido sólo hay tres minutos, repartidos en fragmentos durante el encuentro, en los que todo se decide”.

Y así fue desde los primeros cuatro, en los que las Águilas movieron las redes dos veces a partir de la única estrategia que no se planea en dos días: la de la sorpresa, que viaja de la mano del arte de lo imprevisto.

Por eso cuando el Pikolín Palacios le puso moño a un rechace, Pablo Aguilar empujó un balón, al que sólo le faltó confeti. Dos minutos después, William da Silva supo que no se podía despreciar tanta facilidad de la retaguardi­a enemiga. Sería una tremenda descortesí­a. Por eso hizo el segundo.

En cuatro minutos no te preparas ni un sándwich, pero el América de Ricardo La Volpe ya había aderezado el espectácul­o.

Si es cierto que en un par de días no se seca ni la ropa que tiendes en la azotea, mucho menos se percibe la ascendenci­a total de La Volpe al mando azulcrema, pero las Águilas ya no están tan empapadas de presión. Se han ventilado con los aires tácticos del Bigotón, que no sabe quedarse quieto desde la pizarra.

Porque si Matías Britos había tensado la trama con un cabezazo en forma de martillo, La Volpe ya tenia una fórmula con tubos de ensayo, probetas y libretas, con los que hizo del futbol un laboratori­o. Donde algunos dicen que los técnicos complican el juego, Ricardo lo contuvo y lo despejó, desde su condición de obsesivo del futbol.

Lo que era un simple partido de pelota mutó en una marea brava. En un oleaje violento, bravo, picado. Peligroso. Los auriazules no fueron menos. Pero nunca pudieron ser más en la otra portería. Y entonces se ahogó en la medianía...

Palacios atajó una chilena de museo de Paul Aguilar. Muñoz rebotó y desvió todo lo que le agudizó el instinto. La Volpe frunció el ceño. Palencia se tapó la boca hasta para tomar agua. Fue el abandono de lo previsto. Un trance futbolísti­co, en el marco de un manicomio de aturdidas emociones.

En la tribuna se jugó también el otro partido. En la grada universita­ria se leía que el América cumplirá “100 años de trampas”. Pero ayer no. Anoche sólo se cumplió el primer partido de Ricardo La Volpe. Uno abrazado por la lealtad de tener la pelota, que subrayó la reconcilia­ción con su gente...

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