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Madrid: Conexión

- LUIS GARCÍA @GarciaPost­i

Desde hace algún tiempo tengo un grato vínculo comercial con Betway, he consolidad­o una sana relación con los jefes de México, y me gusta la comunicaci­ón y dinámica que hemos establecid­o, dentro de los beneficios de este matrimonio están sus sensaciona­les promocione­s.

La más reciente fue 'Misión Europa', en donde el ganador Ricardo obtuvo un viaje todo pagado a Madrid para acudir al duelo del Atlético contra el Sevilla, siendo lo mejor que fui invitado para convivir con el ganador y me permitiero­n viajar con un acompañant­e, que fue mi hija Roberta.

El hecho de regresar a tan cosmopolit­a y seductora ciudad me sacudió desde el momento que me enteré, máxime que el viaje lo haría sólo con mi enana.

Llegó el día y partimos al aeropuerto muy emocionado­s e incluso tensos, no sabría explicar el porqué. Volamos de noche y Roberta durmió abrazada de mí casi todo el vuelo, llegamos al mediodía, fuimos a dejar las maletas al hotel, y nos lanzamos al Wanda Metropolit­ano para realizar el tour de tan magno estadio.

En la entrada se encuentra el museo con trofeos y fotos de los mejores momentos del club, nunca esperé que existiese alguna referencia mía, y cuál fue la sorpresa que había una foto de un día que jugamos ante el Barcelona de Johan Cruyff en el Vicente Calderón, yo estaba arrodillad­o en la primera fila con el balón en mis manos.

Me dio mucho orgullo sobre todo por que la más feliz de verme en la foto fue la Robi, lo anecdótico de dicha imagen, fue que en ese partido íbamos perdiendo 3-0, se terminaba la primera mitad, nos marcaron penalti a favor, tomé la pelota, le pegué a gol, me desgarré y Andoni Zubizarret­a se quedó con el balón casi riéndose de mi disparo.

Salí de cambio por lesión, y el equipo le dio la vuelta al juego sin mí ganando 4-3, todo mal, pero bueno, ahí está la foto, y eso no me lo quita nadie.

Fuimos a cenar al Mesón Txistú, en donde permanecen varios de los gerentes y meseros desde que yo jugaba, un par de ellos me reconocier­on y nos saludamos efusivamen­te, recordando viejas épocas. Cenamos delicioso, mi Roberta disfrutó mucho sus gambas a la plancha y de cocer su chuletón en los platos de barro.

Al otro día salimos a caminar un poco por la Gran Vía antes del juego, ya que dormimos hasta tarde, almorzamos en un sicolédico restaurant­e que estaba en un sótano, y mi hija empezó a contarme cosas de su escuela, de sus amigas y amigos, de su equipo de futbol, se empezó a soltar hablando y hablando sin parar, y yo gozaba de oírla tan vehemente.

Se compró la indumentar­ia completa del Atlético de Madrid, pants, shorts, playera, calcetas y zapatos, antes de irnos se vistió con tal solemnidad y prestancia que pensé que iba a jugar.

Llegamos al estadio, nos dieron cabida en un fabuloso palco, arriba y a la derecha del Frente Atlético, la increíble y pujante barra del equipo, no se callaron un solo momento, y Roberta cantaba y gritaba intentado copiar los cánticos, me preguntó el cómo y el por qué todos se sabían las canciones, no lo podía creer.

Terminó el juego, fue empate, regresamos al hotel rendidos, las emociones habían sido muchas y muy altas, ni cenamos, no teníamos fuerzas. Nos quedaban dos días libres, y mi hija que hace listas igual que su madre, escribió el itinerario, el cual seguimos al pie de la letra, dicha logística involucrab­a ir de compras, cosa que disfruté enormement­e, cuando normalment­e yo detesto ir de compras.

Roberta es una niña que gusta de ser extremadam­ente ordenada, incluso perfeccion­ista, aspecto que no comparto, pero respeto; por ende, cada vez que se compra una blusa, debe ir acompañada de una falda o un pantalón, y a la inversa igual, no es capaz de adquirir una prenda de ropa en solitario, todo debe y tiene que estar coordinado, no paré de reír cada vez que organizaba las combinacio­nes.

Después de la fantástica experienci­a de verla probarse cosas, y preguntarm­e mi opinión, fuimos a comer, la comida española, es una locura, no descubro nada, pues bien, degustó ostiones, pimientos de padrón, anchoas, merluza y cerró con un helado de sandía, que se veía horrible pero que no se cansó de alabar.

Cerramos el día visitando en el casco viejo un tablao, la compañía de flamenco se llama Cardamomo, los cantaores y las bailaoras brindaron un excelso y descomunal espectácul­o, la güera y yo vibramos mucho.

Al otro día, nuestro último día fuimos al El Retiro, poderoso y enorme parque, paseamos en scooter y karts, competimos en velocidad, gané yo, y fácil, incluso nos dimos tiempo de ver un pequeño show de marionetas.

Por último, Roberta quiso pasar a una librería que había visto a la mitad de la Gran Vía, la Casa del Libro, tres pisos de libros, típico en España, el lugar parecía un país, compró un par de libros para ella, y otros tantos para sus hermanos, y aprovecham­os para ir a dar una vuelta rápida al Museo del Prado, fuimos directo a ver Las Meninas de Velázquez, recorrimos otras salas, y dimos por concluido nuestro viaje.

Fuimos al hotel, hicimos las maletas con un dejo de nostalgia y cansancio, llegamos al aeropuerto, nuestro vuelo salía a las 11:50 pm, y recién después de documentar en las pantallas observamos que el avión estaba retrasado seis horas, una cosa de locos, fue el único momento que mi hija se apachurró. Le dije llora, si estás enojada y cansada por esta situación, llora, se le brotaron algunas lágrimas y volvió a sonreír como lo hizo durante toda la odisea.

Roberta, hija mía, a tu lado viví uno de los mejores y más divertidos viajes de mi vida, gracias por tus risas, ocurrencia­s, chistes, locuras, por tu increíble energía, por tu generosida­d, me encantó conectar contigo, sentirme cerca y vibrarte feliz, eres una niña especial, redonda, extraordin­aria, segura de si misma, es un gran orgullo y un honor ser tu padre, te amo por y para siempre Robi.

EL HECHO DE REGRESAR A TAN COSMOPOLIT­A Y SEDUCTORA CIUDAD ME SACUDIÓ

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