Pumas no debe hundirse
Del Titanic, el mayor barco de pasajeros de principio de siglo pasado, sus constructores decían que "ni Dios lo podía hundir". El trasatlántico naufragó en su viaje inaugural de Europa hacia América tras estrellarse con un iceberg que los tripulantes descubrieron demasiado tarde. Aquella magnificencia que la humanidad creía indestructible se fue a pique a sólo cinco días de emprender su travesía.
El Club Universidad forjó su grandeza con una historia excepcional ligada a la máxima casa de estudios del país, fundamentada en la filosofía de una Cantera productora de talento juvenil mexicano como no existía, alimentó a la Selección, incorporó a extranjeros notables en los anales de nuestro balompié, construyó relatos gloriosos sellados con títulos y así construyó la cuarta afición más popular. Titánico.
La grandeza de Pumas, como en años recientes le tocó a Cruz Azul, hoy se pone en duda. La Cantera está extraviada, entre los juveniles que les regalaron la carta y ahora brillan en la Expansión, prefieren dar cabida a otros con actos de violencia de género, como Marco García, y debutan por debutar.
Los extranjeros dejaron de ser referentes. Dani Alves fue ofrecido a Universidad, lo aceptaron sin ser parte del plan y perdieron millones. Los brasileños no pesan, Del Prete está sobrevalorado y Salvio, quien fue reclutado por Lillini, responde a medias. Sosa ha sido un héroe y ni eso lo salva de la peor temporada de toda su carrera. Freire en lugar de ser líder ya se cargó al vestidor. Dinenno es el único que vale y pesa.
Al banquillo de CU llega cualquiera. Puente no alcanza el timón de un club tan grande. Es inaudito que tras tener un recuento de entrenadores tan rico terminaran con un juvenil que no ha hecho algo para ser el capitán de Pumas. Pero ahora sí, la directiva se dio cuenta y ya empezaron a levantar el teléfono. Pronto habrá noticias del relevo.
Y la cabeza se hundió antes de zarpar. El rector Graue está por firmar el peor ciclo al mando del Club Universidad, miserable, fue incapaz para delegar, le dejó a un directivo institucional como Silva el control, pero el Inge no puede. Nadie en Cantera puede. Ni Mejía Barón, que perdió la lucidez de antaño. Como está por cambiar el mandamás de la UNAM, en las oficinas se rascan la barriga, esperando como buitres a la tragedia.
Lo que se mantiene grande son dos cosas: la trascendencia del enorme puma en el pecho de la playera, ahora atiborrada de anuncios, y la afición que como el sábado ante Chivas con una entrada de 42 mil aficionados y un mosaico espectacular, alienta sin condición. Eso no va a cambiar, directiva del Club Universidad, pero el iceberg ya se ve a lo lejos y aún hay tiempo de evitar el hundimiento. Hagan algo ya.