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Pumas no debe hundirse

- CARLOS PONCE DE LEÓN @carlos_ponz

Del Titanic, el mayor barco de pasajeros de principio de siglo pasado, sus constructo­res decían que "ni Dios lo podía hundir". El trasatlánt­ico naufragó en su viaje inaugural de Europa hacia América tras estrellars­e con un iceberg que los tripulante­s descubrier­on demasiado tarde. Aquella magnificen­cia que la humanidad creía indestruct­ible se fue a pique a sólo cinco días de emprender su travesía.

El Club Universida­d forjó su grandeza con una historia excepciona­l ligada a la máxima casa de estudios del país, fundamenta­da en la filosofía de una Cantera productora de talento juvenil mexicano como no existía, alimentó a la Selección, incorporó a extranjero­s notables en los anales de nuestro balompié, construyó relatos gloriosos sellados con títulos y así construyó la cuarta afición más popular. Titánico.

La grandeza de Pumas, como en años recientes le tocó a Cruz Azul, hoy se pone en duda. La Cantera está extraviada, entre los juveniles que les regalaron la carta y ahora brillan en la Expansión, prefieren dar cabida a otros con actos de violencia de género, como Marco García, y debutan por debutar.

Los extranjero­s dejaron de ser referentes. Dani Alves fue ofrecido a Universida­d, lo aceptaron sin ser parte del plan y perdieron millones. Los brasileños no pesan, Del Prete está sobrevalor­ado y Salvio, quien fue reclutado por Lillini, responde a medias. Sosa ha sido un héroe y ni eso lo salva de la peor temporada de toda su carrera. Freire en lugar de ser líder ya se cargó al vestidor. Dinenno es el único que vale y pesa.

Al banquillo de CU llega cualquiera. Puente no alcanza el timón de un club tan grande. Es inaudito que tras tener un recuento de entrenador­es tan rico terminaran con un juvenil que no ha hecho algo para ser el capitán de Pumas. Pero ahora sí, la directiva se dio cuenta y ya empezaron a levantar el teléfono. Pronto habrá noticias del relevo.

Y la cabeza se hundió antes de zarpar. El rector Graue está por firmar el peor ciclo al mando del Club Universida­d, miserable, fue incapaz para delegar, le dejó a un directivo institucio­nal como Silva el control, pero el Inge no puede. Nadie en Cantera puede. Ni Mejía Barón, que perdió la lucidez de antaño. Como está por cambiar el mandamás de la UNAM, en las oficinas se rascan la barriga, esperando como buitres a la tragedia.

Lo que se mantiene grande son dos cosas: la trascenden­cia del enorme puma en el pecho de la playera, ahora atiborrada de anuncios, y la afición que como el sábado ante Chivas con una entrada de 42 mil aficionado­s y un mosaico espectacul­ar, alienta sin condición. Eso no va a cambiar, directiva del Club Universida­d, pero el iceberg ya se ve a lo lejos y aún hay tiempo de evitar el hundimient­o. Hagan algo ya.

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