RESISTENCIA AMERICANA
La muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis desató una ola de protestas en Estados Unidos que demuestran que la herida del racismo sigue abierta, una situación con la que Donald Trump ha lidiado de forma polémica, lo cual, sumado a la c
Estados Unidos arde a causa del racismo. Las protestas por la muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis desataron una ola de protestas que, por un momento, pusieron al presidente Donald Trump contra las cuerdas.
La jornada de movilizaciones provocó disturbios, saqueos e incendios que se expandieron hasta las inmediaciones de la Casa Blanca y, ante la amenaza que significaba la protesta, el equipo de seguridad del mandatario lo resguardó en un búnker de la residencia presidencial.
Enunprimermomento,lasmanifestaciones para exigir justicia para Floyd se desarrollaron pacíficamente, pero los disturbios no se hicieron esperar y causaron el despliegue de la Guardia Nacional en estados como Minnesota y Washington.
“El racismo tiene un trasfondo cultural muy grande en Estados Unidos. La lucha por los derechos civiles ha estado presente en la época moderna y a pesar de que las leyes garantizan igualdad, en la práctica no es incluyente”, comenta Andrés Camino, especialista en relaciones internacionales de la Universidad La Salle.
Las réplicas de las protestas a lo largo del territorio estadounidense se han dado en ciudades en donde se han registrado muertes brutales de hombres de color a causa del uso excesivo de la fuerza policial como en Nueva York, Ohio y California.
Para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), las muertes injustificadas de afroamericanos en Estados Unidos por los abusos de la autoridad son una constante y el gobierno ha fracasado en sus intentos por atender y solucionar la problemática, señala el informe “Violencia policial contra afrodescendientes “.
Lo más factible es que por medio de la movilización social y las manifestaciones se pueda ejercer presión en las policías locales para que tomen cartas en el asunto, pero a largo plazo se requiere de un cambio cultural que puede llevar bastantes años”
Andrés Camino
Especialista en relaciones internacionales de la Universidad La Salle
Las movilizaciones de esta última semana han sido tan multitudinarias que hay quienes las han comparado con los sucesos ocurridos tras el asesinato de Martin Luther King, en 1968, situación que demuestra los pocos avances por el respeto de los derechos humanos de la comunidad afroamericana en Estados Unidos.
“Lo más factible es que por medio de la movilización social y las manifestaciones se pueda ejercer presión en las policías locales para quetomencartasenelasunto,peroa largoplazoserequieredeuncambio cultural que puede llevar bastantes años”, opina Camino.
Las actuales revueltas que se viven en territorio estadounidense forman parte de un problema que lleva décadas de existir y que no se ha erradicado, a pesar de los avances en políticas y programas implementados por distintos gobiernos.
Hace más de 50 años, tras el asesinato de Martin Luther King Jr. en Memphis, la desigualdad sistemática y la discriminación fueron el motivo de los disturbios en ciudades de todo Estados Unidos. Hoy, cientos de personas vuelven a las calles para exigir, una vez más, que las disparidades raciales terminen.
La muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis ocurrió en un momento en que, al igual que él, millones de trabajadores negros perdieron su empleo a causa de la pandemia.
Esto los coloca en un alto grado de inseguridad económica, debido a que, en contraste con los trabajadores blancos, históricamente esta población tiene menores ingresos y por ende ahorros más bajos.
Antes de la emergencia sanitaria la tasa de desempleo entre la comunidad afroamericana era más alta que la de los blancos.
Cifras del Instituto de Política Económica (EPI, por sus siglas en inglés) muestran que entre febrero y abril uno de cada seis trabajadores negros perdió su empleo y hasta mediadosdeabrilmenosdelamitad de esta población tenía trabajo.
Otro aspecto que evidencia la vulnerabilidad de este grupo es que la tasa de mortalidad para los habitantes afroamericanos es 2.4 veces mayor que la de los estadounidenses blancos, y al mirar hacia la violencia por parte de las autoridades, las personas negras son casi tres veces más propensas de ser asesinadas por la policía.
Stephanie Henaro, integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi), considera que la frase “I can’t breathe” (“No puedo respirar”) que dijo George Floyd antes de fallecer se convirtió en el estandarte de millones de personas que viven en condiciones de desigualdad y que durante toda su vida han exigido que se les escuche.
“Las personas que quedaron fuera de este sueño americano no pueden respirar porque se les dejó relegadas de cualquier oportunidad. Estas diferencias raciales están marcadas en todos los aspectos de su vida desde el empleo, la educación y la vivienda”.
Morir por un sueño