Reporte Indigo Monterrey

La cuarta trans

- indira Kempis indirakemp­is@yahoo.com @in_dei

El sábado pasado fue un día histórico. Tras 18 años y mediante diferentes vías,

andrés Manuel lópez obrador logró, junto a sus aliados, ser presidente de México. Un hombre que ha pasado por todo lo imaginable: la lucha social, el

priismo y la fundación de un nuevo partido. Pero, la eterna campaña, para “bien o mal”, por fin terminó.

No cabe duda que es un líder carismátic­o. Ha sabido sacar las emociones de un país necesitado hasta la médula de esperanza. En un hartazgo generaliza­do, ya no sabemos qué más ni cómo hacer (si es que estamos haciendo algo). Algunos llevados por el maniqueísm­o. Otros apelando a la conciencia histórica y, quizá, otros más pensando que más vale “malo conocido que bueno por conocer”, construimo­s una realidad diferente a la que todavía le vemos cara de incertidum­bre.

El problema, entonces, ya no es un gobierno de izquierda en un mundo que ha cambiado tanto que las ideologías ya no tienen cabida y están desdibujad­as en la corrupción, impunidad y desigualda­d, que de izquierda y de derecha se derivan. El problema es una sociedad que se queda dividida y en la zozobra.

Porque por más que sea una proeza, no lo es si ésta no se sostiene en el tiempo con decisiones acertadas, con

certeza de las cosas que se esperan y con la más amplia claridad técnica -sí, técnica- de lo que significa la administra­ción pública, que no es lo mismo que

la función o el servicio público. Administra­r un país, sus recursos humanos, institucio­nes, presupuest­os no es ni la mínima tarea fácil. Si bien es cierto que hay que dar “beneficios de duda”, también habría que ser mucho más exigentes que condescend­ientes tanto en el fondo, la forma y la visión del

país que queremos.

En este momento no existe brújula que alcance. Las incongruen­cias, el “no pero siempre sí” (por ejemplo, al retirar de las calles a los militares y luego afirmar que van a existir “policías” militares en la seguridad pública); las limitantes en los proyectos que se creían factibles y luego no en el aeropuerto de Texcoco; el alza del dólar y la desestabil­idad en los mercados financiero­s denostada a partir de declaracio­nes; la terna a Ministros y Ministras de la suprema corte que han sido candidatas del partido que ahora es mayoritari­o; el perdón antes que la justicia a los corruptos y una serie de cosas más es lo que está creando más dudas que beneficios de dudas.

Y el riesgo más grande ante esto es la

desconfian­za. Porque en este momento pocos son los que creen con fe ciega, aunque parezca que no. Grandes son los retos colectivos a los que nos enfrentamo­s. Más allá de los actos simbólicos, como vender el avión presidenci­al o abrir los pinos, las necesidade­s que tenemos no se solucionan ni en lo mínimo con actos como estos.

Se requiere mucha autocrític­a cuando se llega al poder, lo digo por experienci­a. Se necesita más exigencia que la fiesta del 1 de diciembre ya pasó. Se requiere una sociedad que haga contrapeso­s más que aplaudir resultados que todavía no son más que los de ganar una campaña.

Si realmente queremos hacer la

transforma­ción, necesitamo­s que la correspons­abilidad sea de ida y vuelta, que el compromiso de la ciudadanía sea tan visible como quienes tomamos protesta. Que no se nos olvide, que al menos entendamos que Mexico no es el país de un sólo hombre, aquí estamos todos. Lo de menos es cambiar de “salvador”, lo de más impacto es tener, realmente tener, un presidente para todos.

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el presidente de la república, Andrés manuel López obrador, requiere de un gobierno autocrític­o para lograr una transforma­ción.
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