#Guatemala Cambio de gobierno; prometen justicia social
Bernardo Arévalo estrena la presidencia de Guatemala con enormes retos y expectativas de cambio e inclusión, en busca del combate para erradicar la pobreza y corrupción el en país
ASSOCIATED PRESS
Contra viento y marea, Bernardo Arévalo realizó su juramento como nuevo presidente de Guatemala, en una jornada maratónica y atropellada de contratiempos, como han sido también los últimos meses, a raíz de una serie de acciones judiciales en su contra que fueron cuestionadas como un intento de frenar su llegada al poder.
Ya en el cargo, se enfrenta a las expectativas de una población empobrecida, excluida y cansada de la corrupción que pide respuestas.
En su discurso de investidura, Arévalo rápidamente reconoció a la gran población indígena del país, citando “deudas históricas... que debemos resolver”.
Más del 45 por ciento de los guatemaltecos pertenecen a los 22 pueblos mayas, garífuna y xinka, que son las poblaciones más pobres y con menor acceso a servicios de todo tipo.
Fortalecerán la democracia
“No puede haber democracia sin justicia social, y la justicia social no puede prevalecer sin democracia”, proclamó el flamante mandatario en su primer discurso como presidente, refiriéndose a los jóvenes e indígenas guatemaltecos.
Su primera acción, fue agradecer a las miles de personas llegadas de comunidades rurales que se apostaron durante más de tres meses en un plantón frente a la Fiscalía exigiendo la renuncia de la titular del Ministerio Público, Consuelo Porras, por su intento de anular las elecciones denunciando que hubo fraude electoral.
“Gracias”, les dijo. “Fueron 106 días de resistencia, de dignidad, de gallardía y hoy están terminando con un gobierno democrático que ustedes han sabido rescatar”.
Fue un gesto importante de Arévalo, quien fue criticado la semana pasada por incluir solo a un indígena en su gabinete.
Uno a uno, líderes ancestrales le exigieron cambios, inclusión, mejora en la vida de la comunidades, salud, educación y mejorar la infraestructura del país.
Ganó las elecciones de agosto por un cómodo margen, pero nada ha sido sencillo desde entonces.
Alianza legislativa
Con el anterior oficialismo liderando el nuevo Congreso, no se garantiza que el gobierno pueda cumplir con sus promesas de campaña. Su partido cuenta con 23 asientos de los 160 del Congreso y necesitará de aliados para avanzar en la agenda legislativa y presidencial.
Precisamente, en el Congreso encontró su primera traba antes de llegar al acto solemne de investidura. Las pugnas por hacerse con el control de la junta directiva legislativa y la confrontación entre los diputados salientes y los recién llegados alargaron más allá de ocho horas la programación para su juramentación.
Finalmente, con 91 de 160 votos, el nuevo oficialismo se hizo con el control de la junta directiva del Congreso y avanzó en la agenda de la ceremonia presidencial. Afuera, los manifestantes protestan para presionar a los legisladores salientes a que facilitaran el cambio de mando.
El ya expresidente guatemalteco Alejandro Giammattei ni siquiera estuvo en el acto y delegó a una funcionaria para la entrega de la banda, collar y botón presidenciales al nuevo líder.
Una vez instalado en el Palacio Nacional, los desafíos para Arévalo apenas han comenzado. Varios casos legales contra él y su partido continúan, intereses poderosos siguen aliados en su contra y las necesidades de Guatemala son enormes.
Un juez suspendió la personalidad jurídica del partido, algo que aún se discute en los tribunales, mientras diputados opositores afines al anterior gobierno han dicho que accionarán legalmente contra la elección de la directiva.
Disputa con la Fiscalía
Prometió que tratará con respeto y dignidad a los migrantes que transitan por el país y que también pedirá el mismo trato para los migrantes guatemaltecos en el extranjero
El presidente, por su parte, ha adelantado que esta misma semana pedirá la renuncia a la fiscal general, quien supervisó meses de maniobras legales, elevando la tensión y la incertidumbre ante el cambio de mando. Aún es incierto si podrá deshacerse de ella.
Arévalo, un académico progresista convertido en político e hijo de un presidente guatemalteco al que se le atribuye la implementación de reformas sociales clave a mediados del siglo XX, hizo de enfrentar la corrupción arraigada en Guatemala su principal promesa de campaña.
“No permitiremos que nuestras instituciones vuelvan a someterse a la corrupción y la impunidad”, defendió en su discurso inaugural.
Eso tampoco será fácil: su postura anticorrupción y su estatus de “outsider” son amenazas a intereses profundamente arraigados en el país centroamericano, dicen los observadores.