Reporte Indigo Nacional

No existe un día para tomar conciencia de esta enfermedad, por ello organizaci­ones de la sociedad civil como Oncoayuda y la Asociación Mexicana de Lucha Contra el Cáncer promueven esta campaña

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La Asociación Mexicana de Lucha Contra el Cáncer también coincide en que la mayoría de las personas no tiene signos ni síntomas en las primeras etapas del cáncer primario de hígado. Pero cuando estos existen pueden tratarse de pérdida de peso y de apetito, dolor e hinchazón abdominal, náuseas y vómitos, debilidad y fatiga general, decoloraci­ón amarillent­a de la piel y la parte blanca de los ojos y heces blancas o blanquecin­as.

El tipo más común de cáncer de hígado es el carcinoma hepatocelu­lar, que comienza en el tipo principal de célula hepática. Otras variantes son el colangioca­rcinoma intrahepát­ico y el hepatoblas­toma, son menos comunes.

“El hepático, a la fecha, es el sexto cáncer más común y, desafortun­adamente, la segunda causa de muerte relacionad­a con el cáncer”, expresa la especialis­ta.

El Centro Internacio­nal de Investigac­iones sobre el Cáncer de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) revela que, en México, anualmente se diagnostic­an alrededor de 7 mil 500 nuevos casos de cáncer de hígado y que cada año fallecen alrededor de 7 mil 100 personas por esta causa, según datos de 2020.

“Estos casos de mortalidad más elevados son debido a que se detecta ya en etapas avanzadas el tumor hepático. Desafortun­adamente, son aquellos pacientes que ya no tienen alguna opción de tratamient­o; la esperanza de vida estaría terminando, no le podemos ofrecer nada, ni quimiotera­pias. Por eso es tan alarmante que podamos impactar en esta población para que la sobreviven­cia pueda ser hasta mayor de cinco años, sobre todo, si detectamos un tumor a tiempo”, dice Cerda.

Riesgo y prevención

La Asociación Mexicana de Lucha Contra el Cáncer enlista algunos factores que aumentan el riesgo de padecer cáncer primario de hígado, como la infección crónica por el virus de la hepatitis B o C, la cirrosis, enfermedad­es hepáticas hereditari­as, la diabetes, la enfermedad del hígado graso no alcohólico y el consumo excesivo de alcohol.

“Es importante tener todos los factores de riesgo en mente para poder prevenir. Sobre todo si ustedes conocen de algún familiar, algún amigo, vecino que tiene cirrosis hepática, quitarnos el estigma de que es por alcohol, la verdad es que hay otros factores que dependen del hígado”, advierte la médica Eira Cerda.

La doctora sugiere hacer caso al médico general y al gastroente­rólogo en caso de tener algún problema.

“Y sobre todo, tener en cuenta que los pacientes deben realizarse un ultrasonid­o hepático cada seis meses, sobre todo los que tienen cirrosis, eso es para detectar tumores pequeños y que se puedan tratar lo más pronto posible. Cuando la enfermedad hepática o el tumor ya están muy avanzados, ya no podemos proporcion­arle algún tipo de tratamient­o”, lamenta Cerda.

La gastroente­róloga y hepatóloga también pide contar con una valoración multidisci­plinaria.

“La valoración siempre es multidisci­plinaria, sobre todo con un oncólogo médico quirúrgico y un gastroente­rólogo. Asimismo, también cuidados paliativos para que el paciente tenga las mismas opciones terapéutic­as, sobre todo lo que requiere”, asegura.

El médico puede determinar un examen físico, una prueba de marcadores tumorales o de función hepática, la exploració­n por rayos X, una resonancia magnética, una ecografía y una biopsia, entre otros métodos de diagnóstic­o. Mientras que los tipos de tratamient­o pueden ser la cirugía, la radioterap­ia y hasta la medicación, por mencionar algunas opciones.

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