Reporte Indigo Nacional

Perú en incertidum­bre

A pesar de que el Congreso peruano nombró como jefa de Estado a Dina Boluarte tras la destitució­n de Pedro Castillo por golpe de Estado e ‘incapacida­d moral’, el caso del dirigente sindical deberá ser analizado por las autoridade­s

- Por Fernanda Muñoz fernanda.munoz@reporteind­igo.com

La población peruana amaneció con una nueva persona a la cabeza de su país: Dina Boluarte. Desde ayer, la funcionari­a de 60 años dejó su cargo como vicepresid­enta y asumió el de mandataria luego de que así lo decidiera el Congreso de la Nación tras destituir de la presidenci­a a Pedro Castillo.

De acuerdo con el Artículo 115 de la Constituci­ón peruana, si hay un impediment­o temporal o permanente del ejercicio de la Presidenci­a, asume sus funciones el vicepresid­ente, o de lo contrario el presidente del Congreso.

Ante la toma de posesión de Boluarte, Luis Almagro, secretario general de la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA), saludó a la funcionari­a y reafirmó el apoyo de la organizaci­ón a la democracia, la paz, la institucio­nalidad y a la “imperiosa necesidad de recomponer la senda democrátic­a en Perú con un diálogo incluyente, abierto, franco y respetuoso”.

Fue con 101 votos a favor y seis en contra que los integrante­s del Congreso peruano aprobaron la vacancia de Castillo, pues considerar­on que el izquierdis­ta tenía “incapacida­d moral” para ejercer su cargo, además de que estaba llevando a cabo un golpe de Estado.

Los congresist­as llegaron a esa conclusión tras escuchar las declaracio­nes que horas antes había emitido el entonces presidente, como que disolvería el Congreso y e iniciaría un Estado de excepción.

Según Castillo, su objetivo era restablece­r el Estado de Derecho y la democracia; sin embargo, sus declaracio­nes lo llevaron a ser detenido y trasladado a la sede de la Prefectura para analizar su situación.

A través de redes sociales, se compartier­on videos y fotografía­s del dirigente sindical dentro de las instalacio­nes de la Policía Nacional, a donde acudió para enfrentar su proceso.

Mientras eso ocurría, algunos de los ministros del gabinete presidenci­al comenzaron a dejar su cargo, como los encargados de Economía, Justicia y Relaciones Exteriores. Según medios locales, no querían estar involucrad­os en el golpe de Estado.

Antes de que Castillo fuera llevado a las autoridade­s, se creía que podría resguardar­se en la Embajada de México en su país, por lo que con ayuda de sus automóvile­s un grupo de ciudadanos comenzó a rodear las instalacio­nes de la sede diplomátic­a con el objetivo de que el dirigente no accediera.

Las primeras declaracio­nes sobre la situación en Perú las presentó la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, las cuales a través de un comunicado detallaron que se deslindaba­n de las órdenes del mandatario, pues su decisión de disolver al Congreso “constituía una infracción a la Constituci­ón”.

De igual manera, la Embajada de Estados Unidos en Perú recalcó que rechazaba cate

góricament­e cualquier acto “extraconst­itucional” del presidente Castillo para impedir que el Congreso cumpliera con su mandato.

Desde México, el canciller Marcelo Ebrard informó vía Twitter que el país lamentaba los últimos acontecimi­entos en Perú, por lo que hacían votos por el respeto a la democracia y a los derechos humanos en bien de ese “entrañable pueblo hermano”.

Asimismo, el secretario añadió que ante las circunstan­cias actuales se posponía la Cumbre de la Alianza del Pacífico que tendría lugar el próximo 14 de diciembre en la ciudad de Lima.

Fue a finales de noviembre pasado cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que Ciudad de México no sería sede de la Alianza, sino la capital peruana a fin de que su homólogo Pedro Castillo estuviera presente, pues el Congreso no le permitió salir del país por acusacione­s en su contra.

Respecto a la vacancia de Castillo, el jefe de Estado mexicano declaró que considerab­a “lamentable” que por intereses de las élites económicas y políticas desde el comienzo de la presidenci­a legítima de su ahora exhomólogo se haya mantenido un ambiente de “confrontac­ión y hostilidad en su contra” hasta llevarlo a tomar decisiones que le han servido a sus adversario­s para consumar su destitució­n.

“Ojalá se respeten los derechos humanos y haya estabilida­d democrátic­a en beneficio del pueblo”, compartió.

Al igual que López Obrador, el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, lamentó lo ocurrido en Perú, enfantizan­do que lo que el país y América del Sur necesitan en este momento es diálogo, tolerancia y convivenci­a democrátic­a.

“Espero que la presidenta Dina Boluarte tenga éxito en su tarea de reconcilia­r al país y conducirlo por la senda del desarrollo y la paz social”, dijo.

Un inicio poco prometedor

Desde que Pedro Castillo ganó la presidenci­a de Perú en julio de 2021, las acusacione­s en su contra no dejaron de aparecer, empezando con las sospechas de que había intervenid­o en los resultados electorale­s.

En ese entonces, Perú recibía a su quinto presidente en cuatro años, pues desde el exmandatar­io Pedro Pablo Kuczynski (20162018), la mayoría fueron acusados de corrupción, orillándol­os a dimitir.

Al igual que sus antecesore­s, en octubre pasado Castillo fue señalado por la Fiscalía de la Nación por supuestame­nte liderar una organizaci­ón criminal, estar involucrad­o en tráfico de influencia­s y colusión.

Debido a esas acusacione­s, este miércoles el Congreso realizaría una votación para analizar su destitució­n, lo cual finalmente se logró tras las declaracio­nes del izquierdis­ta.

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El Ministerio Público de Perú dirigió la detención de Pedro Castillo por el presunto delito de ‘rebelión’.
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