Bahidorá y Nrmal:
Un recorrido por una dupla musical alternativa
Existe una nueva generación de festivales que apuestan por ofrecer una opción, que han elegido mostrar un elenco propositivo donde pasan lista artistas que en festivales más grandes difícilmente ocuparían un lugar estelar, debido a que no representan ventas de boletos estratosféricas. Para este tipo de citas poco importa la cantidad de seguidores que ronden Facebook, porque su interés está en la música; por su parte, el público asistente comprende y comparte esta visión, de ahí que lo que entre ambos mundos nazca sea una especie de complicidad lejana al trato de vendedor- comprador al que se suele estar acostumbrado en el mundo del espectáculo. Bahidorá y Nrmal, en Las Estacas y el Deportivo Lomas Altas, respectivamente en las semanas pasadas, ofrecieron –como desde hace años lo están haciendo-, experiencias alternas a las que el público mexicano está acostumbrado a vivir en materia de festivales con la ayuda de producciones de primer orden.
Bahidorá, un carnaval tropical
El festival arrancó su historia en 2013 en Las Estacas (Morelos), un sitio ideal para tomar el sol y nadar; un espacio que personajes célebres de la historia de México, como Porfirio Díaz y Emiliano Zapata, solían visitar. El fest tiene dos días de duración, cuatro ejes temáticos ineludibles (crear una comunidad para generar participación, sustentabilidad y responsabilidad) y un talento de carácter internacional rotando en dos escenarios como atractivo, así que hay pop, hip hop, música independiente y alternativa. “La mayoría de las propuestas son mexicanas”, explica Mariel Calderón, directora artística del evento; “porque queremos empoderar a los artistas mexicanos, equiparar su talento con el de propuestas internacionales. Queremos que esto se vea como algo más que una gran fiesta, sino como una plataforma de producción creativa, proyectar hacia el futuro el nacimiento de un espacio donde puedan desarrollarse distintas áreas de creación, con la música ocupando un lugar primordial, pero también con disciplinas como instalación y coreografía, porque todo el arte debe ser un festejo”.
Experimentando con activaciones patrocinadas por diversas marcas, tomando flujos financieros para apoyar a los artistas y rodeados de actividades varias como talleres de pintura, yoga y masajes, Bahidorá busca una conciencia corporal y del propio entorno, pues, como Mariel comenta: “hay muchos festivales a lo largo del año, pero varios de ellos lo que generan es una cultura de escape, cuando nosotros tenemos otra tirada: detonar, impulsar información proactiva. Los patrocinios, el vínculo con las marcas, son determinantes para nosotros; sin ellos, el costo del boleto se incrementaría cuatro veces. El apoyo de un patrocinador puede mejorar las condiciones técnicas de un escenario y también facilitar el pago de vuelos y hospedajes para el talento, por ejemplo”. Bego Echeverría es cabeza de producción en Bahidorá y desmenuza así el núcleo cerebral del fest: “Somos alrededor de treinta personas asumiendo diversas coordinaciones, responsabilidades varias en áreas específicas. Hay un encargado para cada marca y así, cada patrocinio cuenta con un jefe de producción independiente y cada cual coordina a sus proveedores. Para ésta, la edición 2015, empezamos a trabajar desde noviembre de 2014 en cuanto a dirección y producción, “planchando” la logística del festival. Luego, conforme los responsables de área fueron sumándose, se conjuntó todo el equipo de trabajo, el cual, en rasgos generales, superó los cuatrocientos elementos”.
En cuanto al montaje de los escenarios, Bego argumenta que el equipo de producción comenzó a llegar cinco días antes de la cita acordada con el público para comenzar con sus actividades dos días después; primero con estructuras, luego con montaje de audio y finalmente, un día antes de arrancar con el fest, haciendo pruebas de audio. “El escenario principal fue un ground support de catorce por doce metros”, detalla Bego; “mientras el secundario fue un templete sin techo, con trusses en cada esquina para sostener la iluminación. Éste se encontró en una zona llamada Asoleadero, y estuvo muy bien porque se instaló de un lado del río, mientras el público se encuentra del otro; fue una especie de isla. Aparte, tuvimos un tercer escenario por parte de Lucas Cantú, una instalación artística constituida por una pirámide, una especie de antro con humo y rayos láser de diez por diez metros; ahí desfilaron varios DJs. A la hora de hacer el montaje de todo esto tuvimos un poco de problemas con la puerta de acceso, pues tuvimos que pasar entre árboles y hubo que ingeniárselas para lograrlo. Es importante recalcar que Las Estacas, el sitio donde se llevó a cabo el festival, no es un recinto convencional como el Foro Sol, por ejemplo, que se trata de un espacio bastante amable, donde es posible configurar el lay out a placer; Las Estacas es una reserva natural a la cual hay que adaptarse para no dañarla”.
Para ser una realidad, el Bahidorá contó con el apoyo del Estado de Morelos y de otras organizaciones como la Secretaría de Turismo, pero no existe un sustento económico como tal por parte de éstas. “Se trata de gente que está enamorada del proyecto y nos ayuda con vialidad, difusión y demás”, explica Bego. La historia de Bahidorá comenzó con sólo un escenario y un día de actividades que terminaban alrededor de las seis de la mañana. La edición 2015 creció en todos los sentidos: “incrementamos dos días de talento y claro, todo lo demás, como barras, elementos de seguridad y voluntarios. Somos muchas más personas trabajando porque necesitamos que cada puesto tenga un suplente lo suficientemente preparado como para que el titular se vaya a dormir y el encargado tome ciertas decisiones. El festival nunca duerme y ninguna responsabilidad puede ser desatendida”. Ésta, la preocupación por mantener cada detalle bajo control logró que el boletaje (cinco mil asistentes), se extinguiera días antes de que el fest tuviera lugar.