EDITORIAL
Despierto diariamente con el sonido del despertador de mi teléfono inteligente, antes de ir al baño reviso en mi agenda electrónica mis citas y si tengo algún correo urgente, salgo al gimnasio y me pongo a trotar alegremente con la música que proviene del mismo aparatito; regreso a la casa, me baño y recibo un mensaje de alguno de nuestros colaboradores diciendo que va a llegar tarde por el doble hoy no circula, cosa que me esperaba pues había visto el mensaje a través del Facebook en mi dispositivo, antes de salir confirmo la primera cita de la mañana por Whats App, la cual es respondida. Ya una vez desayunado y fuera de la casa, voy manejando rumbo a mi compromiso de trabajo mientras recibo una llamada al celular, poniéndome al tanto de los pormenores de la oficina. Al llegar a la cita me piden ciertos datos que encuentro en mi web, que reviso a través del smartphone, y posteriormente me vuelven a citar y lo anoto en mi agenda electrónica. Antes de salir rumbo a la oficina hablo por el celular a mi padre para saber si durmió bien y si desayunó y tomó sus medicinas debidamente. Al llegar a la oficina atiendo algunas juntas y despacho mil pendientes; el teléfono fijo ya no suena como antes, pero los correos me tienen loco; mientras tanto, entran algunas llamadas al celular, pues saben que ahí estoy disponible las 24 horas. Mientras contesto el correo reviso la traducción de alguna palabra para contestar un correo de un fabricante internacional. Esto, por supuesto, en mi teléfono inteligente, pues me es más fácil hacerlo ahí al igual que revisar algunas dudas de ortografía y hacer cuentas en la calculadora. Ya por la noche, después de trabajar, vamos con la familia a un buen concierto de rock, pero me quejo del nivel del audio que compruebo a través de una aplicación que bajé en mi dispositivo inteligente que el nivel de presión sonora supera los 110 decibeles. Acaba el concierto con el mismo estruendo y regresamos a la casa a dormir, no sin antes revisar en mi celular si tengo algunos correos importantes. Increíble, pero hoy en día podemos olvidar la cartera, el dinero o lo que imaginen, pero menos el celular, que se ha convertido en nuestro acompañante de por vida, ese que hace por nosotros las tareas; ese que nos facilita todo, ese dispositivo ubicuo e instantáneo; ese que ha impedido ejercitar el cerebro y volvernos seres dependientes de la tecnología... ¿bueno o malo? Todo depende del enfoque y del balance de cada uno. Son los tiempos que nos han tocado vivir.