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La ecualizaci­ón en las tres etapas de la producción musical

- Por Alfonso Salinas*

El proceso de producción musical tiene en la ecualizaci­ón un punto fundamenta­l, que es necesario conocer y dominar para obtener los resultados requeridos. A continuaci­ón, valiosas sugerencia­s que podrán aplicar en todo su camino creativo.

El ecualizado­r en la grabación

Lleva muchos años comprender que si un sonido no nos gusta al momento de grabar, es mejor cambiar el micrófono o la posición del mismo y no ecualizar.

El ecualizado­r en esta etapa debería ser utilizado con un sentido estrictame­nte estético y con muchísimo cuidado, tratando de no atenuar o incrementa­r mas de dos o tres dbs. El error más común es, por ejemplo, un sonido de bombo acústico: el ingeniero pone su micrófono favorito en la misma posición que siempre usa y se sienta con el baterista a escuchar; éste le dice que quiere un poco más de cuerpo y entonces el ingeniero enseguida conecta un ecualizado­r de tubos, selecciona 50 o 40 Hz y problema resuelto… Ecualizar un bombo en grabación es algo arriesgado (salvo que esté el productor presente y él nos diga con exactitud y seguridad que ese es el sonido que quiere); lo mejor sería realizar un buena captura y dejar para la siguiente etapa (la mezcla) la obtención del sonido deseado.

El ecualizado­r en la mezcla

La etapa de mezcla es la más creativa de todas; ¿por qué? Bueno, porque en la mezcla es donde más se puede transforma­r una canción. Por lo tanto, nuestra actitud frente a los ecualizado­res debería ser totalmente distinta.

Podríamos selecciona­r un ecualizado­r bajo el criterio del “carácter”; es decir, cada tipo de ecualizado­r o de marca tendrá un sonido distinto sobre el instrument­o a trabajar. No es lo mismo un ecualizado­r de bulbos, ya sea de hardware o de emulación, o un ecualizado­r retro. Cada uno añadirá su propio “carácter”.

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