La ecualización en las tres etapas de la producción musical
El proceso de producción musical tiene en la ecualización un punto fundamental, que es necesario conocer y dominar para obtener los resultados requeridos. A continuación, valiosas sugerencias que podrán aplicar en todo su camino creativo.
El ecualizador en la grabación
Lleva muchos años comprender que si un sonido no nos gusta al momento de grabar, es mejor cambiar el micrófono o la posición del mismo y no ecualizar.
El ecualizador en esta etapa debería ser utilizado con un sentido estrictamente estético y con muchísimo cuidado, tratando de no atenuar o incrementar mas de dos o tres dbs. El error más común es, por ejemplo, un sonido de bombo acústico: el ingeniero pone su micrófono favorito en la misma posición que siempre usa y se sienta con el baterista a escuchar; éste le dice que quiere un poco más de cuerpo y entonces el ingeniero enseguida conecta un ecualizador de tubos, selecciona 50 o 40 Hz y problema resuelto… Ecualizar un bombo en grabación es algo arriesgado (salvo que esté el productor presente y él nos diga con exactitud y seguridad que ese es el sonido que quiere); lo mejor sería realizar un buena captura y dejar para la siguiente etapa (la mezcla) la obtención del sonido deseado.
El ecualizador en la mezcla
La etapa de mezcla es la más creativa de todas; ¿por qué? Bueno, porque en la mezcla es donde más se puede transformar una canción. Por lo tanto, nuestra actitud frente a los ecualizadores debería ser totalmente distinta.
Podríamos seleccionar un ecualizador bajo el criterio del “carácter”; es decir, cada tipo de ecualizador o de marca tendrá un sonido distinto sobre el instrumento a trabajar. No es lo mismo un ecualizador de bulbos, ya sea de hardware o de emulación, o un ecualizador retro. Cada uno añadirá su propio “carácter”.