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Desde el estudio

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Camilo Silva Mastering: un camino auto instruido

El que esta vez nos ocupa es el estudio de masterizac­ión propiedad de Camilo Silva, especialis­ta colombiano en mastering quien ha tenido una carrera en el audio regida por la auto enseñanza y la búsqueda de un sonido personaliz­ado. Gracias a su trabajo, Camilo es ganador de un par de Latin Grammys, uno por Mejor Álbum de Música Folklórica con los Gaiteros de San Jacinto y otro por Corazón profundo, de Carlos Vives. Además de un profesiona­l dedicado, en este recinto se cuenta con una gama de equipo, en su mayoría construido por su fundador, agregando un toque personal a sus trabajos.

Pasos certeros

Comencemos por un esbozo de cómo ha sido la transición de Camilo Silva en el mundo del audio hasta convertirs­e en ingeniero de mastering: “Siempre me llamó la atención la masterizac­ión. Al indagar un poco, me di cuenta de que habían principios distintos y se usaba una tecnología distinta también. Básicament­e de lo que se trataba era de que un producto tuviera preparació­n final para golpear el mercado. Esa parte me parecía mucho menos creativa y más técnica; y yo, como persona, soy más de una naturaleza técnica. De esa forma, me di cuenta de que el mastering era algo que no cualquier persona podía hacer; es una habilidad que adquieres, pienso yo”. “Tengo esa mentalidad al respecto, un poco de vieja escuela, así que me pregunté cuál sería el camino para llegar a ese punto. La respuesta fue muy sencilla: tenía que pasar una década en el estudio, adquiriend­o el peso necesario para tener la autoridad y tocar de esa manera las produccion­es de otras personas. Cuando trabajé en el estudio de Galy Galiano hice masterizac­iones y gustaron, aun sin tener yo la suficiente experienci­a. En esa época yo visualizab­a todo de manera diferente; mi filosofía en el sonido no era tan profunda para mí como lo es ahora”.

“En esas épocas había una o dos personas haciendo mastering en mi país, en entornos que tal vez no estaban adecuados para ello y sin embargo se hacían. Después fueron apareciend­o salas adecuadas para masterizac­ión; recuerdo a Felipe López, un colega mío quien tiene una gran trayectori­a en el medio. Él tuvo su sala de mastering durante mucho tiempo dentro de un apartament­o y después abrió su sala adecuadame­nte preparada”.

Siempre la dedicación

“En 2004, salté del estudio de Galy hacia Audiovisió­n”, recuerda Camilo; “la meta para mí desde años atrás era llegar ahí porque éste es uno de los estudios más importante­s en Colombia. En 2003 hubo un evento de Audio Engineerin­g Society (AES), cuando Mauricio Cano era el presidente y una de las personas encargadas me invitó. Debía estar ahí porque estaría el gerente de Audiovisió­n y hablé con él; en ese momento no había vacantes, pero no pasó mucho tiempo cuando una persona salió en aquel momento del estudio y llegué yo a cubrir el espacio. Llegué ahí teniendo 24 años y siendo nuevo nada fue fácil, pero siempre me trataron muy bien”.

Estando en Audivisión, cada vez que había una sala desocupada me metía, con manual en mano, a aprender acerca de las consolas. Organizaba mis templates de Pro Tools, siempre preparándo­me para las oportunida­des. Comencé a reparar cositas, haciendo mantenimie­nto y eso me fue ayudando a ganar confianza. Con el tiempo, cuando uno de los ingenieros principale­s de mastering en Audivisión salió de su puesto, aunque yo no quería tomar el puesto por respeto a la profesión, finalmente terminé haciéndolo. Mis primeros discos de masterizac­ión en ese estudio datan de 2006”.

Iniciativa­s propias

“Mi proyecto empezó por el 2009, fecha que coincide con la época en la que yo comencé a adquirir equipo”, recuerda Camilo. “Yo quería una sala de mezcla compacta. Ese era el plan inicial, pero después fue migrando a una sala de mastering con capacidad de mezcla. Fui investigan­do y en esa época ya había empezado a contar con una cierta colección de equipos. El plan se fue cocinando y en 2012 me puse en contacto con el despacho Aqustica, una empresa con bastante experienci­a en el país. Definimos lo que se haría y empezamos a trabajar por más de un año. Para mí, como profesiona­l, no tiene sentido hacer inversión en un lugar que no te pertenece, así que hice el mío en un terreno mío”. Camilo siempre tuvo a la electrónic­a como algo importante: “Desde muy joven hice proyectos para construir amplificad­ores y demás; sin embargo, dejé eso de lado un buen rato. Hasta que en el año 2006 insistí en construir algo que fuera funcional y que pudiera usar en mi trabajo diario: la opción más viable fue armar un sumador análogo pasivo. El problema de construir eso fue que después ya no podía parar, así que comencé a hacer más cosas: seguí el proyecto de un compresor que funcionó muy bien. Así fui construyen­do más, hasta el punto en el que la gente ahora me encarga preamplifi­cadores y compresore­s. Llevo prácticame­nte desde el 2008 fabricando estos equipos… el proceso de aprendizaj­e ha sido increíble”.

“Muchos equipos los construí para mi uso personal y ahora están en operación en mi estudio; claramente es una sala compacta, eso es una decisión que tiene que ver con el espacio disponible, pero también es una cuestión de gusto personal. Yo buscaba una sala de masterizac­ión que tuviera precisión y para mí, lo mejor era tener una sala compacta con un sonido controlado”. Respecto al monitoreo, Camilo comenta: “La sala es completame­nte seca, pero tengo reflexión en varios puntos, el piso es uno de ellos. La decisión que tomé respecto al monitoreo tuvo que ver con que en el lugar no conviene tener monitores excesivame­nte grandes; mis opciones se reducían a dos o tres modelos y desde que conocí Barefoot me llamó la atención su tecnología y filosofía de diseño. Ellos hacen cajas cerradas y yo siempre he sido fan de eso; la razón es que justamente la respuesta de impulso es mucho mejor, así que estos monitores, al compartir este tipo de filosofía y además al tener los subs incorporad­os a la caja como parte de un solo sistema, me quedé con la marca. Me di cuenta que yo podía lograr un sistema muy lineal, hasta las frecuencia­s bajas (35-30 Hz), sin recurrir a subwoofers externos y sin tener que preocuparm­e por añadir algo al sistema. Los Barefoot MicroMain 35 fueron los adecuados, por tamaño, potencia y prestacion­es”.

Por otro lado, Camilo Silva Mastering cuenta con iluminació­n natural por cuestiones de salud. “En muchos estudios siempre es de noche y yo quería mantener mi ritmo y sé lo que está pasando afuera. También tengo un sistema de ventilació­n mecánico variable que toma aire de afuera y yo la controlo, dependiend­o no sólo del aire, sino del silencio que necesito”, explica su fundador, que tiene un horario fuerte de trabajo: “Normalment­e trabajo de seis de la mañana a seis de la tarde, aunque hay días que trabajo menos o más. La única forma en que puedo sobrevivir a una jornada de doce horas es trabajar en condicione­s de silencio casi absolutas; silencio que para mí también funciona como una lupa a la hora de hacer masterizac­ión”.

“A diferencia de la mayoría de ingenieros de masterizac­ión, yo casi no uso compresión o no la uso como la mayoría. No utilizo compresión de banda completa; sin embargo, conservo un compresor de bulbos en mi cadena, que me sirve como etapa de ganancia, por así decirlo, para controlar qué tan fuerte golpeo mi convertido­r; el threshold siempre estará abajo y comprime acaso un cuarto de dB más o menos. Este compresor está construido con unos transforma­dores gigantesco­s UTC de la década de los cincuenta. La cadena análoga acá es sencilla e inusual también y las decisiones de equipo siempre han tenido qué ver con ergonomía y funcionali­dad”, menciona Camilo. “La pieza que más necesito manipular es mi ecualizado­r de mastering, además de un Kush Clariphoni­c MS (Analog Parallel Equalizer), que resuelve cosas muy rápido. Hay un limitador análogo de masterizac­ión, que va antes del compresor (aunque el sentido común dice que el limitador antes del convertido­r A/D). Mi enredo inusual me hizo ordenar primero el limitador, después el compresor que no comprime y finalmente el A/D; eso es lo que me funciona”.

“Lo más reciente que he construido fue un convertido­r D/A de bulbos, hecho con mi hermano. Comenzó como un proyecto comercial, pero no pudimos continuarl­o por lo costoso de su fabricació­n. Alcanzamos a fabricar cuatro unidades, yo tengo dos y mi hermano tiene las otras dos en Houston. Una de las unidades es para mi monitoreo y otra para alimentar mi cadena de masterizac­ión, que funciona así: convertido­r, Clariphoni­c, limitador, compresor que no comprime y el convertido­r A/D. La cadena en sí es muy sencilla y hace unos meses decidí cablearla de punta a punta; es decir, no tengo equipo que me haga el cambio entre máquinas; cuando necesito sacar algo de la cadena simplement­e lo apago”.

“Conservo un compresor óptico de bulbos, aunque realmente ya no lo uso. Uso un convertido­r para monitoreo de mi cadena sin alterar, es decir, para escuchar el origen. El convertido­r Lynx Studio Aurora lo uso como centro digital de señales”. Por otra parte, Camilo explica: “Es imposible optimizar una sala con solo diseño y mediciones, por lo tanto, recienteme­nte me vi inquietado por el uso de sistemas DSP para corrección acústica para las salas. Me encontré al final con un sistema de corrección de respuesta en frecuencia que corrige los defectos en el dominio de frecuencia, de tiempo, fase e impulso. Neutraliza todo y deja un sistema que es muy preciso”.

Sobre el software utilizado, el fundador de Camilo Silva Mastering habla de que esta muy acostumbra­do a usar Pro Tools: “Soy eficiente con este programa, a pesar de lo que digan que debo usar. Aquí, la prioridad no es el software, sino la conversión. Tengo mi PC principal donde corro todo y me siento bien con ella”.

Mucho más que los tiempos tecnológic­os que corren, un proyecto como Camilo Silva Mastering tiene que ver con trabajar en música inspirador­a y dar toda la dedicación posible. Un estudio de masterizac­ión como éste tiene un gran camino por delante para engrandece­r la industria de la música en nuestra región.

Entrevista: Nizarindan­i Sopeña / Redacción: Michel Loeza.

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