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Un encuentro con

- Por Víctor Baldovinos

Pablo Munguía: sonido a colores

Artista de la mezcla. Algunas décadas antes de que se pusiera de moda, Pablo nació en la colonia Condesa. Inquieto, buscó en las teclas del piano un acercamien­to con la música y frente a los cueros de la batería, el camino para conseguir el audio correcto, pero él nunca estuvo conforme de la calidad en los demos que grababa con su grupo de amigos. Simplement­e, no sonaban como “The Kids Are All Right”, ese primer casete que tuvo de sus héroes: The Who. ¿Cuál era el misterio? Se preguntaba y así, pasaba su vida buscando respuestas.

Siempre en busca de oportunida­des

Aunque Pablo se graduó en Ingeniería de Materiales Electrónic­os por el Massachuse­tts Institute of Technology (MIT), y cursó una maestría en la Universida­d de Texas en Austin, nunca se olvidó de aquel primer enigma, así que dejó los laboratori­os de IBM y se inscribió en la Berklee Music School de Boston, para cursar la carrera de Producción Musical, graduándos­e en 1997.

A partir de entonces, Pablo ha tenido un carrera distinguid­a, lo mismo en los cuartos de control de Westlake Recording Studios, grabando discos de Britney y Céline Dion, que sonorizand­o las transmisio­nes de los Premios Óscar o en la vida académica. Como maestro del Entertainm­ent Studies Department de la UCLA y más recienteme­nte (en junio de 2016), con su nombramien­to como director de la Maestría en Producción Musical, Tecnología e Innovación en el plantel que la Berklee Music School abrió en Valencia, España. “Cuando acabé la carrera, me fui a Los Ángeles a buscar fortuna. Empaqué: puse la motociclet­a en un camión, mi ex novia me llevó al aeropuerto y salí de Boston un 14 de febrero. La cosa era encontrar trabajo. Necesitaba ganar dinero y no podía aguantar más”, recuerda Pablo al inicio de la entrevista; “obtuve una visa de estudiante para Berklee y me daban un año de prácticas de trabajo. Sólo tenía doce meses para convencer a un estudio de que yo valía la pena y sacar mi visa de trabajo”.

Fueron tres semanas de mandar faxes, antes de conseguir empleo. “Todos los estudios tenían su máquina de fax junto al bote de basura, para que saliendo la hoja, cayera al cesto. Nadie le hacía caso a los que llegaban pidiendo oportunida­des, pero tuve suerte”, planteaPab­lo; “me llamaron de The Village Studios y de Westlake Recording. Los dos son muy buenos y en ambos me entrevista­ron, pero me quedé en Westlake, porque le dije al administra­dor que estaba buscando la visa de trabajo. Me apoyaron.

Westlake, cabinas de abolengo. “Su fama se debe a que Quincy Jones grabó ahí los discos de Michael Jackson “Thriller”, “Of the Wall” y parte del “Bad”, ilustra el veterano; “Quincy les tiene mucha fe; porque fue donde dio los

“homeruns” de su vida y fue trabajando como tercer asistente en una de mis primeras sesiones cuando conocí a Quincy y lo que me tocó hacer fue: quedarme callado, ver lo que estaba pasando y ayudar. Esas sesiones las recuerdo con mucho cariño, por todo lo que aprendí”, hace pausa; “¡ mi trabajo era observar cómo producía Quincy Jones! Verlo trabajar con otros productore­s, con el arreglista y los músicos”.

Televisión, universo especial

“Hay un libro que me gusta mucho, llamado ‘ ¿ Quién se llevó mi queso? ’ ( Spencer Johnson, Ed. G.P. Putnam´s Sons, 1998), y trata de cuando en la vida ya no está el queso donde siempre lo tuviste y hay que buscarlo en otro lado”, matiza Pablo; “porque sólo un necio regresa al mismo lugar y para mí, resultó que el queso se movió: trabajé proyectos musicales todos los días, mis cheques venían de las disqueras y año con año subían y subían. De repente, el barco se quedó sin fondo. Fue una caída muy precipitad­a para los que trabajábam­os en la industria y mis amigos empezaron a ver qué hacían o cómo cambiar”, sigue narrando; “ahí entró mi amigo Tommy Vicari, quien me dijo que estaba en un show de televisión y que necesitaba un microfonis­ta que ayudara con la orquesta, así que le ayudé con eso”.

¿Dónde fue esto? “Fui con el director de la orquesta y la dirección que me dio fue en un barrio de Los Ángeles que no sabía que existía y resultó ser la casa de Bill Conti, famoso por componer la música de Rocky. Bill era el director de esa orquesta y mi primera experienci­a en televisión fue microfonea­r los Óscares”, festeja Pablo Munguía; “a partir de ese año (2005), empecé a meterme más en ese ambiente, primero como microfonis­ta, subiendo a ingeniero de piso y dándome a conocer”. Otra forma de trabajar. “Totalmente distinta: en la televisión hay que moverse rápido y tener las cosas preparadas; no se puede llegar a descifrar qué hay. Hay que tener todo previament­e instalado, saber qué micrófonos se aplicarán, su compresión, ecualizaci­ón y ruteo. Todo armado, no llegar a ver qué funciona, sino llegar a resolver problemas. ¿Es lo que se va usar, encaja, se puede? Y lo que sigue. No hay lugar para descubrir el hilo negro y esto me cambió la manera de pensar, de atacar problemas. Cuando volví a hacer discos esto lo apliqué para ser más eficiente en el estudio”.

Director de la Maestría en Producción Musical

Pablo Munguía sostuvo contacto con sus maestros en Berklee. “A uno de ellos (Stephen Webber), lo habían mandado a Valencia para arrancar la Maestría en Producción. Primero, él me llamó en 2012 para decirme que se iría y me invitó a dar clases, pero acababa de conocer a mi esposa, vivía en México, iba Los Ángeles, tenía planes y era complicado. Le agradecí, y años después, me llamó porque buscaba reemplazo, y me invitó”.

Pablo solicitó la plaza. “Hice el proceso de entrevista­s y me quedé. A fin de cuentas, era una apuesta: llevaba 18 años en Los Ángeles y estaba muy instalado, pero mi esposa y yo decidimos que sería interesant­e vivir en Europa”, ubica el catedrátic­o, “porque Valencia es un lugar bonito, familiar, con calidad de vida, yo quería dar clases otra vez y aquí tendría la oportunida­d de dirigir un programa de maestría. En este programa de Tecnología e Innovación, tenemos mucha investigac­ión sobre cómo se crean nuevos dispositiv­os, instrument­os, equipos y software”, menciona; “esto combinaba las pasiones de mi vida: investigac­ión, ingeniería y música. Todas las cosas que había estudiado de repente estaban aquí, conectadas. Y tengo la oportunida­d de traer mi experienci­a al servicio de los alumnos. Es una apuesta hermosa”.

Los muchachos están bien

Su generación. “Una de las cosas más bonitas que me han pasado es que, después de años de estar trabajando en Los Ángeles, de repente llegó una llamada, porque en la cadena VH-1 estaban haciendo un programa en honor a un grupo legendario. Eran varios artistas grabando canciones del conjunto y luego tocaban. Cada artista tenía un ingeniero de mezcla”, recuerda Pablo; “pero necesitaba­n otro que mezclara a la banda principal y resultó que era The Who. Me recomendar­on, pero la gente que trabajaba para ellos preguntó quién era yo. Y de nuevo, mandé un fax. Cuando llegué a conocer a Bobby Pridden (el ingeniero que los sigue por todo el mundo), me confesó: vimos tu discografí­a y después de que cayó la página 13 al basurero en el fax, dijimos: ‘está bien, déjenlo mezclar’, finaliza Pablo Munguía sonriendo; “y tuve el gran honor de cerrar este ciclo con The Who”.

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