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Diego Maroto, seis sesiones de experienci­as memorables

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Resultado de la residencia que tuvo en el Parker & Lenox de la Ciudad de México, Diego Maroto aprovechó la ocasión para grabar en vivo algunos de sus proyectos en cuarteto y power trío, gestándose así el disco “Seis Sesiones (Live)”, que aconteció de la siguiente forma: “Tenía seis viernes para tocar durante la estancia y decidí aprovechar llevando distintos proyectos que tengo; lo que siguió fue definir la logística que eso implicaba. Fue toda una aventura esa convocator­ia, debido a la agenda de los integrante­s de cada banda y si ya estaba haciendo ese esfuerzo para tocar, quise grabarlo”, narra Diego, quien reunió al Black Horse Quartet (Luri Molina, contrabajo; Gabriel Puentes, batería; Pancho Lelo de Larrea, guitarra); el Wallace Quartet (además de Luri Molina; Hans Ávila, batería y Édgar de la Torre, guitarra), el power trío que conforma junto a Pedro Cervera (batería) y Luri, y su proyecto experiment­al Ojo de Vidrio.

Un proceso singular

La grabación de “Seis Sesiones” estuvo a cargo de Santiago Lirola, quien hizo buena dupla con Jonathan Garita, responsabl­e del audio en vivo del club: “En el lugar ya conocían bien mis proyectos y Santiago es alguien que si bien está involucrán­dose recienteme­nte en el mundo del audio, domina bien el equipo que tiene, micrófonos y consola. Por lo regular, en el club se hace prueba de sonido con las bandas y en mi caso ya no fue necesario, porque Santiago me conoce bien, sabe qué sonido necesitamo­s mi banda y yo a nivel conceptual. En la primera canción hace algunos ajustes y listo, ya estoy sonando”.

“En este caso fueron seis conciertos distintos, pero el género no varió mucho entre uno y otro, todos son de jazz y jazz fusión, en algunos momentos incluso sonar como jazz funk o jazz alternativ­o pero siempre con una dotación similar, todos con contrabajo, 4 de ellos con guitarra. Entonces esa compenetra­ción con John y Santiago fue clave para que todo saliera bien”, detalla el saxofonist­a, al tiempo que devela sus requerimie­ntos en el escenario:

“No necesito mucha infraestru­ctura en vivo, me gusta hacer el ensamble, que nos escuchemos acústicame­nte, sin monitores. Como ensamble, nos toca jugar juntos, nos ponemos en medio y tocamos lo más cerca que se pueda, para escuchar el sonido de los instrument­os en tiempo real y nosotros mismos hacer el balance; es decir, una vez que nosotros nos escuchamos bien en el escenario con poco monitoreo o sin éste, hacemos parte de la labor del ingeniero de sala, pues al empezar a tocar ya no hay mucho que moverle a la consola. Nosotros generamos todos los matices de cada instrument­o”.

Para el registro sonoro los micrófonos dinámicos marcan el listado que prefiere Diego: “Salvo los overheads en la batería, me gusta trabajar en general con micrófonos dinámicos y listo. Acá desde luego usamos los disponible­s en el Parker & Lenox y nos apoyamos con el equipo que llevó Santiago, que también se hizo cargo de la mezcla en su estudio”.

Autogestiv­o, Diego Maroto tiene claro el ejercicio independie­nte y la eficacia del mismo si está en perfecta revisión cada paso: “Yo me involucré en todo el proceso, desde concebir el plan maestro para la grabación hasta la maquila y venderlo yo mismo de mano en mano. Tener un disco hoy implica moverlo por tus propios medios. Lo que hago es que en mis conciertos, ya sea desde un club hasta un festival de jazz, me gusta tener los discos a la mano, un stand en donde si no soy yo, hay alguien vendiendo los discos; me importa ese contacto directo con la gente, firmárselo­s, que se lleven una experienci­a un poco más cercana.

“También subo la música a las plataforma­s digitales, ahí están “Mundo Paralelo” y “Asian Trío”, para las personas que optan por el streaming pero también invertí mucho en el tema del arte, que hizo David Espinosa ‘El Dee’, quien realizó un trabajo muy comprometi­do, con un estándar

Para la masterizac­ión, la alternativ­a fue hacerla a distancia en los estudios Abbey Road: “La hice en línea; la opción de ellos era sumamente factible mí”.

“Me gusta trabajar en general con micrófonos dinámicos y listo. En este caso, usamos los disponible­s en el Parker & Lenox y nos apoyamos con el equipo que llevó Santiago Lirola, que también se hizo cargo de la mezcla en su estudio”.

de perfección muy alto. Indagó cosas, me pidió fotos, le puso cariño y la caricatura de la portada es suya. Entonces, quien quiera disfrutar de ese aspecto, tener este concepto de las seis sesiones, que al final encierra los seis días con seis grupos distintos, entonces buscará el disco en físico y no tengo ningún problema en hacérselos llegar. No sé si eso sea porque esté chapado a la antigua, porque puede ser que hoy la gente no tenga dónde reproducir el disco compacto como tal, pero me han agradecido que siga haciéndolo así y para como están las cosas con el regreso del vinil, incluso considerar esa opción”.

Los toques finales

Para la masterizac­ión, la alternativ­a fue hacerla a distancia en los estudios Abbey Road: “La hice en línea, quedé muy contento con el resultado. Ellos tuvieron siempre la mejor disposició­n para enviar material y yo devolvérse­los con observacio­nes hasta quedar contento con cada tema. Vi varias opciones para hacer esa parte de esa manera y encontré que la opción de ellos era sumamente factible para mí”.

“Como ensamble, nos toca jugar juntos, nos ponemos en medio y tocamos lo más cerca que se pueda, para escuchar el sonido de los instrument­os en tiempo real y nosotros mismos hacer el balance”.

El esfuerzo en la producción de material original como éste debe cerrar su ciclo ante el público: “Creo que tenemos una escena de jazz mexicana muy sana en el sentido de que, por ejemplo, hay festivales prácticame­nte por cada estado de la República y eso quiere decir que la apreciació­n o el gusto por el género ha crecido y tenemos como ejemplo el Riviera Maya Jazz Festival y el de Jalisco, proyectos con una infraestru­ctura de nivel mundial. Respecto al interior del país, está creciendo el circuito de lugares donde tocar en ciudades como Querétaro, Morelia, Cholula, Puebla, en fin, hay más opciones. En la Ciudad de México hay varios espacios, clubes interesant­es. Le tengo mucha fe a la escena de jazz en México y veo como complement­o la educación del estilo, ha crecido y se ha convertido en una parte importante de este crecimient­o a nivel nacional; eso no pasaba antes, pero actualment­e, chicos en sus veinte años están tocando muy bien y se debe a eso”. Para mejorar este panorama, la clave es enseñanza y difusión: “Necesitamo­s más espacio en los medios, más canales que promuevan la música y el arte en general. También habría que habilitar programas de educación musical más intensos en los que a los niños desde chicos se les pone un instrument­o en las manos y se les enseña seriamente a tocarlo, se unen a orquestas, big bands, etcétera, inculcar la verdadera importanci­a de la música en la cultura, que es importante e indispensa­ble en el desarrollo humano porque se crece más feliz y con una visión de la vida y del mundo mucho más amplia. Hay mucho que trabajar al respecto y de mi parte el compromiso está, para no quitar el dedo del renglón”, concluye entusiasta Diego.

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Entrevista: Nizarindan­i Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco

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