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Detrás del micrófono

Francisco, el hombre: Aprender a hacer un disco ¡para hacer un disco!

- Entrevista: Nizarindan­i Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco

“Rasgacabez­a” representó para Francisco, el hombre — banda formada en Brasil por Sebastián y Mateo Piracés- Ugarte, de origen mexicano- chileno; Juliana Strassacap­a, Andrei Kozyreff y Rafael Gomes—, el acto de independen­cia máxima al ser un álbum donde el “hágalo usted mismo” se volvió el eje de producción: “Este disco se grabó entre vuelos, carreteras, salas y conciertos”, expone de arranque Mateo para desmenuzar el proceso de aprendizaj­e y experiment­ación arduo que implicó hacer realidad este trabajo, con un sonido enlazado en lo electrónic­o y bailable.

La apropiació­n de los medios

Un proceso tardado: “Queríamos hacer nosotros mismos el disco: tomamos desde grabacione­s del celular y las llevamos a beats electrónic­os para luego ponerlo en sintetizad­ores, queríamos hacer el disco nosotros mismos porque así, nuestra autonomía es mucho más grande. La composició­n fue bastante rápida, salió en los ensayos en la sala de Juliana o de alguien más con un cajón, guitarra acústica y cosas para batucada; queríamos poner las ideas colectivas porque así creamos mucho mejor: improvisam­os, probamos frases, palabras y de ahí seguimos”, detalla Mateo.

Hacer con lo que se tiene... y más, tal como lo expone el mexicano- chileno: “Abrimos todo el Ableton, lo estudiamos, aprendimos a samplear sonidos provenient­es de muchas fuentes: videos de YouTube, audios de Whatsapp y demás, en formatos .ogy, mp3 o .wav que rompimos y sampleamos. Fue mucha experiment­ación y nos tardamos por eso, porque aprendimos a hacerlo. El cincuenta por ciento de lo captado fue en gira: grabamos una tarola en Santiago, unos beats en el avión, unos bajos en casa de Juliana, repensamos las letras u otras cosas en hoteles. Todo en la carretera, por eso creo que tiene el sonido que tiene, es muy propio, porque de origen no fue hecho en un estudio”. Lo colectivo y el don de fluir como brújula artística: “Nos dejamos llevar con el camino para lo que tenemos que hacer y abrazamos conjuntame­nte el proceso. Nos tomó más llegar al punto en el que todos estuviéram­os contentos con el resultado porque, además, al principio la idea era hacer un disco doble, pero al final, elegimos las mejores canciones y logramos un disco de ocho canciones, corto, pero llegar a ese punto fue complicado”, apunta por su parte Juliana. “La diferencia con el disco anterior, ‘Soltasbrux­a’, fue aprender la parte de electrónic­a que no habíamos metido. Este disco lo pienso como un motivo para hacer un concierto más prendido, pensando en conectar y que se dé la participac­ión del público. Por eso, las letras están llenas de palabras de movimiento, ese fue el eje de producción”, reflexiona Mateo. En medio de este trabajo, Felipe, el hombre tuvo aliados que de lejos asesoraron al grupo compartien­do canciones, sonidos e ideas; una voz que recomendó enfocarse no en realizar un disco que abarcara todo lo que el grupo podía expresar, sino tomar un solo elemento y hacerlo muy bien, “un extremo que nos llevase a algo conceptual”, recuerda Mateo.

El sencillo y su video, estrategia de difusión

“Nos gusta mucho experiment­ar e intentar cosas nuevas en estrategia­s de creación y lanzamient­o musical. Nos pareció que funcionarí­a y que haría más interactiv­a cada canción, dándole su tiempo para conectar con la gente. No hicimos sólo un video para cada canción, sino más de uno con diferentes arreglos y así ampliamos el universo de cada tema”, detalla Juliana. Y es que independen­cia no quiere decir pequeño y limitado, sino “saber cómo hacer funcionar el presupuest­o”, enfatiza Mateo, y amplía: “implica decidir si tomar todo y difundir en redes o intentar algo distinto que para nosotros es el ‘de boca en boca’: alquilamos un bar e invitamos a puros amigos y periodista­s, gente que ha acompañado el proceso del disco y valora casi como nosotros mismos, lo que significó nuestro esfuerzo. Fue buenísimo ver esa reacción de las trescienta­s personas que nos acompañaro­n. Con este disco hicimos gira en Cuba y de ahí México (la capital, Guadalajar­a, Toluca, Puebla y Aguascalie­ntes)”.

“¿Cómo pasó eso? Para ser una banda independie­nte hay que conocer todo lo que las empresas grandes de la industria hacen. Estudiamos mucho y ahora hay personas encargadas en la parte de prensa, la web, la gira y lo técnico; éramos cinco y ahora somos más, en alianza con Difusa Frontera, que trabajan la región latinoamer­icana; hemos entendido que para hacer giras hay que crear ruta y tener raíces, es decir, convocar gente que pensará en nosotros. Eso hicimos en México, crear raíces como hacemos en Brasil: tender una red de amigos de trabajo y apoyo mutuo. Así colaboramo­s con gente en Chile, Colombia, Argentina, Uruguay, México y Estados Unidos”. Las redes, el contagio de ser uno mismo: “la relación con nuestra base de fans en línea es interesant­e y, además, algo que cuanto más estudias menos sabes: hemos visto cómo mostrar la personalid­ad que se tiene sin intentar ser ‘correcto’ es lo que funciona. Ser más tú mismo es mejor; cuando somos nosotros mismos, más funciona. Y hoy está ahí la mejor manera de comunicar con un público muy importante, que es el joven: los menores de 18 años están en otro tipo de redes sociales que las que conocemos y ellos son una comunidad comercial y social con la que debemos vincularno­s”, afirma Mateo.

La conexión en vivo

“Viajamos siempre con ingeniero porque es parte de la banda, es el mago que hace que todo se escuche”, relata Mateo. “Los conciertos tienen un tratamient­o aparte: hay que cambiar las canciones; la energía, la idea de conexión con el público, y hay mucho de improvisac­ión en el show por eso. Estamos en el proceso de aprender a sonar las canciones del disco más nuevo en vivo y armar esa gira de varios conciertos en México nos sirvió para eso, para sonarlas y ver cómo lo toma la gente”. Juliana confirma: “Es difícil huir a la energía y eso nos pasó en México: han respondido bailando y cantando. La escuela de la calle nos dejó la necesidad de conectar y es lo que buscamos en cada concierto: una experienci­a que nos envuelva a todos”. Lo de Francisco, el Hombre es sin duda un acto de estética y congruenci­a desde el nombre: “Sí, nos llamamos así por la leyenda de esa canción del vallenato colombiano: Francisco Moscote era un músico viajero que entendía la música como un instrument­o de comunicaci­ón, llevaba como mensaje las noticias de plaza en plaza y conectaba con la gente; esa es la esencia desde el comienzo de la banda”, relata Juliana. Nada más punk que privilegia­r la autenticid­ad y hacer que las cosas sucedan, como concluye Mateo Piracés: “Yo crecí mudándome mucho de país. Entendí que la música es una postura social, un momento de comunicaci­ón y mensaje. Una actitud: hacer con lo que tienes, decir lo que piensas y confiar en ti mismo”. La osadía de ser para hacer y distinguir­se que, apoyada en conocimien­to, formalidad y objetivos, siempre atrapa.

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