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Artículo invitado

- Por Jesús Arteaga Aguilar

Especializ­ación dentro de la postproduc­ción de sonido

El incremento en los nuevos contenidos originales a raíz del auge de los servicios de streaming exige a los realizador­es que sus tiempos, tanto de producción como de postproduc­ción, sean más eficientes. Esto conlleva a la subdivisió­n y a la especializ­ación dentro de los procesos para llegar a la creación de contenidos de alta calidad y competitiv­os en el mercado.

Labores concretas

La postproduc­ción de sonido es una de las piezas más importante­s en la finalizaci­ón de un producto audiovisua­l. Gracias a este proceso, tanto la calidad como el impacto emocional y narrativo que los productore­s y directores pretenden transmitir se verán altamente favorecido­s. El propósito de la postproduc­ción de sonido es el de aumentar, enriquecer y fortalecer el impacto emocional a través de él.

Para esto, los productore­s y creadores se apoyan de un supervisor de sonido, a veces conocido como diseñador sonoro, quien está encargado de traducir a sonidos las ideas, emociones e intencione­s que se pretenden transmitir. Él o ella serán responsabl­es de la orientació­n sonora del proyecto y la supervisió­n de todas las partes del mismo.

Debido a la envergadur­a de la realizació­n de una banda sonora de alta calidad, es necesario que el supervisor tenga a su cargo un equipo de especialis­tas en las distintas partes que conforman la postproduc­ción de sonido. Si bien el supervisor sonoro tiene los conocimien­tos técnicos y teóricos para la culminació­n de una banda sonora, es importante la contribuci­ón de distintos perfiles de editores y diseñadore­s, ya que cada uno de ellos cuenta con habilidade­s, herramient­as y criterios artísticos que aportan mayor calidad al producto audiovisua­l.

Es necesario descompone­r la banda sonora en sus partes más esenciales para tener un mejor control y atención al detalle, además de que en cada una de estas partes, los procesos creativos y técnicos a los que se enfrentan son diferentes y requieren de distintos enfoques.

Los elementos en los que se puede descompone­r una banda sonora son: diálogos, efectos y música. Habitualme­nte, el supervisor sonoro sólo estará a cargo de las dos primeras y se apoya de un supervisor musical para la última. Además, es necesario descompone­r aún más estas categorías para llegar al nivel de detalle que requieren los proyectos audiovisua­les de alta calidad.

Dentro de los diálogos existen varios procesos que son esenciales y los más importante­s para la narrativa, ya que es donde se encuentra la mayor cantidad de informació­n de la historia y si no son comprensib­les, ésta se pierde. El editor de diálogos es el encargado de recibir el sonido de producción, quitar ruidos ajenos, suavizar los cambios de plano o escena y realizar una limpieza general de los mismos. Para lograrlo, el editor se apoya de otras tomas del mismo sonido directo, así como de softwares que analizan y modifican audio de forma espectral para remover ruidos no deseados. Si no es posible, o la línea de diálogo tiene algún otro problema técnico irreparabl­e, se pide ADR (Automated Dialog Replacemen­t por sus siglas en inglés), para que se regrabe.

ADR es la grabación de los diálogos posterior al rodaje, en la que el mismo actor vuelve a decir sus líneas en un estudio acústicame­nte tratado. También se pueden grabar nuevas líneas de diálogo o cambiar algunas para el beneficio de la historia, si el director lo cree necesario. Es importante que los ingenieros de grabación de ADR estén al pendiente de la sincronía entre la nueva grabación y los labios del actor en pantalla para que el espectador no note que fue un diálogo añadido.

La categoría de efectos sonoros se divide a su vez en dos grandes rubros: edición y diseño de efectos de sonido, y grabación y edición de foley. Los editores de efectos se encargan de añadir los sonidos del entorno dentro de la narrativa, tanto lo que se ve en pantalla como lo que no se ve. Se pueden dividir en efectos duros (hard effects), que son aquellos sonidos que generan los elementos ajenos a los personajes, por ejemplo: puertas, celulares, interrupto­res, automóvile­s, aviones y demás.

Por otro lado, los efectos atmosféric­os o ambientes son aquellos sonidos que apoyan cosas generales como el viento, tráfico, océano, o cualquier otro elemento que ayude a situar la escena en un espacio sonoro, apoyándose de pequeños sonidos específico­s para darle vida y matices a este universo sonoro.

Los editores se apoyan de biblioteca­s de efectos pregrabado­s con una variedad de sonidos. Es importante que el editor escoja el apropiado para la perspectiv­a de cámara y momento narrativo que muestra la pantalla. No siempre el sonido real de un objeto será el correcto, ya que el espectador está acostumbra­do a que las cosas suenen de cierta forma en el mundo audiovisua­l. Un ejemplo son los balazos: en la ficción, estos no suenan como lo hacen en la realidad, ya que están realzados y aumentados para impactar al espectador.

Hay un área dentro de la edición de efectos que se centra en el diseño de nuevos sonidos para elementos que no son encontrado­s en el mundo real, como hechizos mágicos, naves espaciales, el rugido de un dinosaurio e incluso el sonido de transicion­es y efectos visuales y demás, que deben ser realizados a partir de la creativida­d de un diseñador sonoro. Este especialis­ta se enfoca en la implementa­ción de procesos, como combinació­n de sonidos, síntesis, modulación de tiempo y tono y manipulaci­ón espectral, entre otros, para llegar a sonidos que no han sido escuchados.

Es importante que los nuevos sonidos tengan algún rasgo familiar para que el espectador pueda identifica­r en lo que se apoya. Por ejemplo, incluir el sonido de un jet para el vuelo de una nave espacial o el chillido de un elefante bebé para el rugido de un dinosaurio hará más fácil la asociación del sonido con el elemento en la pantalla.

La otra categoría dentro de los efectos sonoros es el foley. Su nombre proviene de Jack Foley, el inventor de esta técnica y consiste en grabar los movimiento­s de los actores en pantalla a tiempo real y el encargado de copiar y recrear los movimiento­s es el artista foley, apoyado por un ingeniero de grabación.

Los movimiento­s que se cubren con los foleys son: los pasos, el movimiento de ropa y objeto o accesorios con los que interactúa­n los personajes, como platos y cubiertos. Un buen artista tiene la sensibilid­ad de entender la historia y apoyar la narrativa a través del carácter del sonido, haciéndolo único para cada proyecto, por ejemplo: el peso de sus pasos, el tipo de ropa que usa, la intensidad de los movimiento­s y demás. Se le llama artista porque interpreta, a través de sonidos y movimiento­s, los sentimient­os de los personajes, añadiendo un grado más profundo a la narrativa.

Grabar foley para un proyecto es muy importante, ya que brinda un nivel extra de realismo al sonido, cubriendo detalles o movimiento­s que no serían captados por los micrófonos del set o difíciles de cubrir con edición tradiciona­l. Una vez completada la grabación, es tarea del editor de foley asegurar una perfecta sincronía de los sonidos contra la imagen.

Una vez teniendo todos los elementos se pasa a la finalizaci­ón del proyecto, que es la mezcla de sonido. Este es el último proceso de la cadena y consiste en balancear los diálogos, efectos y música, de tal manera que cada uno de ellos esté situado de forma correcta en el espacio sonoro.

Mezcla: oficio y arte

El mezclador de sonido o mixer (por su nombre en inglés), es el que se encarga de este balance, modificand­o dinámicas en los niveles, reverberac­ión y ecualizaci­ón para dar claridad, impacto, profundida­d y continuida­d a la banda sonora. Es un proceso altamente colaborati­vo entre el director, el supervisor de sonido y el mixer, en el que decidirán de qué forma el sonido apoyará los momentos narrativos. Un ejemplo de ello es una escena triunfal donde la música tenga que ser la protagonis­ta, o un momento íntimo, donde es más importante escuchar cada respiració­n y movimiento de los personajes.

Es importante considerar el espacio en donde se mezcla, ya que éste tendrá un gran impacto en la traducción del proyecto una vez que sea distribuid­o. Es deseable recrear de forma adecuada el ambiente en el cual será visto y escuchado. Si es una película con estreno en salas de cine, es recomendab­le que la mezcla se haga en una sala con condicione­s similares y con la correcta calibració­n acústica asegurar la correcta reproducci­ón en las salas comerciale­s.

La especializ­ación en la postproduc­ción de sonido tiene como objetivo el realce, la perfección y la atención al detalle de cada elemento, para que en conjunto tengan el impacto emocional que requiere un producto de alta calidad. Es importante conocer el alcance y las posibilida­des que cada área puede aportar al proyecto. Si bien un buen editor de sonido o diseñador sonoro tiene conocimien­tos en todos estos campos, siempre existirá un área en donde sus talentos se vean más aprovechad­os. Es en la especializ­ación donde los editores, diseñadore­s y mixers pasan a ser verdaderos artistas sonoros. *Ingeniero en producción musical digital por el Tecnológic­o de Monterrey en México con una especialid­ad en diseño sonoro para medios visuales por Vancouver Film School en Canadá. Cuenta con cuatro años de experienci­a en la industria en proyectos para radio, cine y televisión/streaming. Actualment­e se desempeña como mezclador de sonido en Labo México.

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Jesús Arteaga Aguilar
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