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Sandía Sound Studio, creativida­d en control

creativida­d en control

- Por Marisol Pacheco

Con estudios en producción musical, ingeniería y diseño en audio, así como enseñanza en Berklee College of Music (Boston y Valencia), más una experienci­a fincada en estudios y programas de televisión en Los Ángeles de la década de los años noventa, Gael Hedding ha consolidad­o un estilo que le ha permitido enriquecer la singularid­ad tanto de proyectos convencion­ales como independie­ntes. Ganador del Latin Grammy y estadounid­ense por grabacione­s para Aída Cuevas, desde 2008 aplica sus preceptos al mando de la consola de Sandía Sound, el estudio que construyó con la guía de Michael Blackmer, uno de los fundadores de Blackmer Design Sound.

Entre el home y el project studio

Además de la experienci­a como ingeniero de grabación, Gael también se involucró en el diseño de estudios para músicos durante su estancia en los Estados Unidos, y fue su anhelo añadir la acústica arquitectó­nica para su espacio lo que le hizo contactar a Michael Blackmer, como recuerda: “En aquellos años, Michael justo exploraba el diseño de estudios caseros – hizo, entre otros, el de Daddy Yankee–, y me empezó a asesorar con lo que tenía en mente: un live room enfocado a mezcla y masterizac­ión con una cabina que abarcara el espacio sobrante. Tuve la fortuna de llegar a un acuerdo que implicó aceptar mi proyecto como un prototipo; por eso nos

tardamos en acabar, porque debía cumplir al pie de la letra sus indicacion­es y peticiones, como el caso de los materiales. Terminé con un estudio que, en cuestión de acústica arquitectó­nica, es de primer nivel y lo digo basado en la experienci­a de haber trabajado en estudios hechos por John Storyk, por ejemplo. Tengo un cuarto cuya precisión en el espectro estéreo es espectacul­ar, a pesar de que no es muy grande, porque no tiene los nodos que suele haber”.

Otros de los distintivo­s acústicos lo brindan el uso “no convencion­al” de difusores: “Por lo regular, estos funcionan como trampas de graves y están en la pared trasera, pero yo tenía la intención de tener ventanas ahí, lo que sería un problema. La solución fue poner el difusor, así como trampas de graves, pero anguladas y puestas en el plafón y en las paredes laterales. De esta forma conservamo­s las ventanas y se logró que cumplieran cierta tarea de difusión, algo que no es común, pero que incluso se volvió en la firma acústica del cuarto”, explica Gael.

“Recuerdo que cuando Michael dijo eso, pensé: ‘quiere decir que el cuarto tendrá una cualidad sonora propia que no es del todo deseable, pues implica que está coloreando lo que oyes’, pero no fue así, sino que incluso nos dio flexibilid­ad y puedo llevar la computador­a a la cabina y grabar en la parte trasera del live room”, explica Gael y añade:

“En ese sentido, algo interesant­e de la filosofía de Michael es que tiende a hacer que la parte delantera del cuarto sea muy absorbente y atrás agrega cierta vida para que no se escuche antinatura­l; por eso, las frecuencia­s se difunden de manera agradable en esa parte de la habitación. Es un cuarto que, para mezcla y escucha prolongada de trabajo a cierto nivel, se mantiene muy estable. No he tenido necesidad de instalar un subwoofer”.

Selección de equipo: la creativida­d y pocas herramient­as

“Soy de la idea de que es mejor tener pocas muy buenas herramient­as que tener demasiadas y que eso frene el proceso creativo al pensar qué voy a usar, afirma Gael y ejemplific­a: “Tengo micrófonos dinámicos Shure SM57, Sennheiser 421, un par de AKG 414 y algunos no tan conocidos que fui colecciona­ndo, pero al final del día, mi caballo de trabajo diario es una cadena formada por un Manley Black Reference, un preamplifi­cador Brent Averill 1272 y como compresor, el Tube Tech CL1B. Esa cadena la conocí cuando trabajaba en Los Angeles y se popularizó en el pop porque la usaba Justine Timberlake y Britney Spears; eventualme­nte nos dimos cuenta que valía la pena comprarla, justo cuando empezaban las grabacione­s en casa y mi colega Pablo Munguía la compró. Cuando armé el estudio en México y le comenté que quería adquirir esa cadena, me la vendió. Y esto tiene su anécdota,

porque ese micrófono se seleccionó a detalle por la gente de Manley al saber que lo iban a usar los artistas que mencioné. Ahí he grabado casi todo lo que he hecho en estos años”, relata entusiasma­do.

“En cuestión de interfaz, sí me he ido un poco más del lado del project studio y tengo una RME Fireface 800 que sigue funcionand­o, con todo y actualizac­iones, sin problemas. De mesa, por el clima y demás, aquí no era opción una análoga y no había tantas alternativ­as de control digital, así que mucho tiempo estuve con una Magic Control y recién cambié a Slate Raven MTI. Esa actualizac­ión me sirvió más que como superficie de control, al permitirme tener un tiro completame­nte libre hacia los monitores, que puedo angular entre treinta y cincuenta grados, dejándolas por encima de eso y hacer tareas de mezcla, sin conflicto. En software, al principio me quedé con Logic y eventualme­nte, por el tipo de clientes que tenía y demás, para postproduc­ción y voice cover, incorporé Pro Tools. De plug-ins uso iZotope, algunas cosas de Waves, pero soy práctico: busco, pruebo y ocupo. Mantengo lo que el estándar de la industria pide”.

“El lugar es para grabar voces, la cabina tiene un aislamient­o que da la sensación de entrar a una cámara anecoica (si tienes tinutus y te acostumbra­ste, te metes ahí y lo oyes). He tenido muy buena respuesta con gente de locución, hicimos un proyecto para la BBC, con los productore­s a distancia, y me preguntaba­n qué estaba usando, porque sonaba muy bien. Es una habitación muy silenciosa y le queda muy bien la cadena vocal que uso. Y, desde luego, hago producción desde el concepto hasta el producto final, mezcla y masterizac­ión. Ocasionalm­ente, si el cliente no tiene presupuest­o, hacemos grabación, overdubs y servicios de enlace remoto (source conect)”.

La educación, el camino correcto

“En México hay gente que sabe trabajar en grabación, mezcla y masterizac­ión, y también creo que hay gente muy improvisad­a, pero eso no es algo propio de nuestro país, sino algo que ocurre por la flexibilid­ad del costo y material para grabar, además del acceso a informació­n en la red. Y no es que eso sea malo, pero hoy también tenemos escuelas y cursos, más educación, y está bien, porque eso porque impulsa el cambio, apelando al valor de la calidad y pensando en que enfrentamo­s un ambiente donde se gasta más en la fotografía que en la grabación de los proyectos discográfi­cos, porque se piensa que eso ahora cualquiera la hace”.

“Es notorio que existan proyectos que deberían estar en otras manos y no es así porque no hay conciencia de la importanci­a de hacer que el producto suene bien; esa postura no viene de los ingenieros, sino de los artistas y

productore­s, y esa es la cultura y mentalidad que también debe cambiar a la par de la evolución del mercado. También pienso que prevalece un grado de malinchism­o, pensar que si mando la mezcla o masterizac­ión al extranjero sonará mejor y en realidad no hay certeza de ello”.

“Veo mucha gente con urgencia por triunfar. Llegan muchos músicos sin tener las cosas claras, sin pensar qué necesita su proyecto, qué habilidade­s requiere o cómo encontrar las posibilida­des para que sea posible. Algo muy de la generación Instagram. Lo positivo es que veo también gente que está trabajando con alto nivel y de varias generacion­es: desde Juan Switalski hasta Daniel Beltrán (El Desierto Estudio); personas que entienden y hacen cosas de calidad. Eso no pasaba hace quince o veinte años y hoy se sabe de la calidad de lo que se hace en México. Es maravillos­o y estimulant­e”, concluye Gael Hedding.

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