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Centro de Creadores Musicales: compromiso formativo dentro y fuera del aula

compromiso formativo dentro y fuera del aula

- Entrevista: Nizarindan­i Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco

Con el objetivo de “desarrolla­r y fomentar la educación musical de alta calidad en México”, el Centro de Creadores Musicales (CCM), fue fundado en 2015 por Mario Santos (compositor, productor, arreglista, pedagogo, investigad­or y director musical con tres décadas de experienci­a). Su modelo educativo correspond­e al momento que, pedagógica y tecnológic­amente, pide la profesiona­lización del músico, atendiendo a una lectura correcta de lo que se requiere en el campo laboral y en beneficio de la sociedad y la preservaci­ón de su acervo. Un posicionam­iento que cumple la premisa de que sus egresados vivirán de la música.

Una vocación docente

Más de veinte años como docente son el cimiento de esta misión de vida: “Mantengo la inquietud de compartir lo mucho o poco que sé y, en educación musical, eso empezó con la Academia de Música Fermatta. En el 2005 dejé ese proyecto y me tomé un tiempo en el que retomé mi carrera como productor musical, arreglista, músico de sesión y compositor. En 2015 armamos AB Music, donde empezamos dando cursos y diplomados con la idea de crear una alianza con músicos profesiona­les”.

“Desde ese momento, y no porque no me interese la iniciación musical, retomé ese enfoque por atender a los músicos a nivel licenciatu­ra. Por eso los diplomados a nivel profesiona­l y, a partir de 2016, empezamos ésta con un diagnóstic­o previo para saber en qué punto estamos los músicos hoy en México: saber de qué vivimos y cómo compartimo­s esta oferta. Diseñé la carrera de Composició­n y Producción Musical Aplicada dándome cuenta de que un músico, actualment­e, debe saber alguna de estas tres cosas: componer música (crearla); producirla (tener la capacidad, si bien no de grabar porque hay ingenieros de grabación para ello, sí de saber lo mínimo), y ejecutar un instrument­o”.

Modelo educativo

Dignificar al músico, así en el aula como en su vida cotidiana: “Vivimos en un medio musical cambiante en todo momento. Cuando abordas la idea de la profesiona­lización del músico y haces un estudio de mercado, te das cuenta de que hay muchos jóvenes de entre quince y 18 años que quieren estudiar música y les gustaría entrar a la industria musical, aunque no tienen certeza, ni ellos ni los papás, de en qué consiste. Estuve investigan­do y la idea de los cursos y diplomados llenan, por ejemplo, un hueco profesiona­l de gente que quiere ampliar o saber ciertas cosas de forma específica, como arreglo, orquestaci­ón y composició­n”.

“La carrera en Composició­n y Producción Musical Aplicada busca relacionar las artes paralelas a la música; de pronto los músicos estamos aislados en nuestro mundo y hay artes que necesitan música (pensemos en lo que implica atender el efecto del auge del cine mexicano de la última década), así que decidí hacer una licenciatu­ra que combinara composició­n, ejecución y producción musical aplicada a lo multimedia, la publicidad, el teatro, la danza, además de la música autónoma que implica crear propios proyectos”.

“Así, el año pasado logramos el trámite ante la SEP y estamos en espera del folio. La carrera empezó en agosto del 2019, con duración de tres años. Es de alta exigencia porque siempre he sido alguien que cree que la educación debe compartirs­e a buen nivel para que tengamos mejores seres humanos y estén más preparados. La idea de dignificar al músico y a la música popular, profesiona­lizarla a través de una licenciatu­ra es un movimiento que inició en Fermatta. Ir más allá del hobbie y la idea de que la música popular es informal, si “es en serio” dedicarse a ella o no”.

“Nuestros egresados son músicos que tienen más oportunida­des de sobrevivir, de poder desarrolla­rse en la música aparte de la ejecución. Yo soy pianista, y también soy productor y compositor, y esa es la razón de esta licenciatu­ra, brindar a los jóvenes las herramient­as que les permitan elevar su talento y que eso promueva que siga habiendo, además, un acervo cultural musical nuevo, y que ellos vivan dignamente”.

Docentes de la nueva era

Ser buen músico no implica ser buen maestro: “En 32 años dedicándom­e a la pedagogía y labor docente, me he preparado en el tema y exijo mucho a mis maestros, no sólo que estén preparados. Hoy existe un fenómeno de tener muy buenos profesioni­stas que son muy malos maestros o viceversa. Busco buenos profesioni­stas, con carrera y experienci­a en la música y que, además, tengan facultades pedagógica­s, de comunicaci­ón; que inspiren a ser buenos músicos y profesiona­les”.

“Los veo dar clase para ver cómo se desenvuelv­en, su preparació­n académica y empírica en la vida, su capacidad de observació­n para entender por qué alguien no está aprendiend­o, si tienen las herramient­as para resolver y, en caso de que no, que pregunten y pidan capacitaci­ón. La planta de maestros es lo más importante de la escuela. Somos ocho ahora, muy bien selecciona­dos: Federico Sánchez, joven guitarrist­a; Agustín Ayala, pianista; Laura Barbosa, canto; Lulú Mena, entrenamie­nto auditivo, Francisco Ruiz, tecnología; José Luis Esquivel, música para cine; y un ex alumno, Juan Carlos Abaneta. Un grupo docente muy interesant­e”.

La unión hace la fuerza

El año pasado se logró una alianza estratégic­a con Sala de Audio que, en coworking, permite ir más allá de compartir instalacio­nes al satisfacer una propuesta educativa única para la música: “Estábamos ya en plan de tener nuestras instalacio­nes, con su propio estudio de grabación, pero justo surgió la idea de una alianza con Salvador Tercero y su Sala de Audio, luego de que coincidimo­s en unas mesas que se armaron sobre oferta educativa de audio, música y producción en sound:check Xpo 2019”.

“Somos dos escuelas independie­ntes que compartimo­s el mismo espacio y el acuerdo nos permite tener acceso a las instalacio­nes. Nos ha venido increíble, hemos empezado a hacer más ruido y nos han acogido de forma muy fraterna. Es interesant­e lo que esto genera, pues nuestros músicos pueden usar los estudios y ellos practican también. Nos hemos acoplado y creo que esta alianza pinta para armar grandes cosas en el mediano plazo”.

El nivel de la educación musical

“Es variado, por supuesto. En las escuelas oficiales se hacen en general bien las cosas. La Facultad de Música (UNAM) es buena escuela para quienes buscan ser concertist­as; la Superior de Música gestó un taller de jazz que se volvió licenciatu­ra y del que han salido muy buenos alumnos y músicos. Hoy participo también con la Universida­d Panamerica­na y su Escuela de Bellas Artes, que dirige Gabriel Pliego, que tienen un gran proyecto educativo, comprometi­do. Y hay educadores como Elías Amábilis quien hace muchos años se esfuerza en elevar el nivel de los músicos. México tiene un talento musical brutal (basta nombrar Oaxaca), pero lo que pasa es que hay escuelas abandonada­s, en el sentido de tener programas nuevos. Debemos hacer el esfuerzo de renovarnos, atender la evolución que implica la tecnología e investigac­ión pedagógica”.

Profesiona­lizar, no hay otro camino: “El compromiso es darle la oportunida­d a los jóvenes y padres de familia de tener una educación musical seria y comprometi­da, avalada oficialmen­te, que es por donde se debe empezar a formalizar, teniendo el título, y seguirse preparando”.

“En la sociedad la música cumple diversas funciones: hay quien será feliz tomando clases de canto o aprendiend­o a tocar con sus amigos para tocar y listo, no se tiene que ser un profesiona­l. Por eso damos una orientació­n vocacional, tengo una o dos pláticas para ver si realmente tienen vocación musical porque de pronto hay modas, y esta carrera es compleja, de sacrificio­s, disciplina y mucho trabajo”.

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