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La caja de ritmos: herramient­a del estudio y del escenario

herramient­a del estudio y del escenario

- Por Salvador Govea

Una caja de ritmos puede significar diferentes cosas según la época y según el contexto: para un tecladista es la sección de acompañami­ento incorporad­a en su órgano o teclado electrónic­o, donde activa patrones rítmicos predetermi­nados, mientras que para un productor de música bailable es una unidad independie­nte donde puede definir los puntos exactos del compás donde sonarán cada una de las percusione­s que desea. A lo largo del tiempo, a la caja de ritmos se le ha llamado Drum Machine, Rhythm Machine, Beat Box, Drum Computer, Computer Rhythm, Rhythm Composer y otros nombres más que han ideado los fabricante­s y sus publicista­s con el propósito de que su producto parezca atractivo y vanguardis­ta, y ante la confusión que pudiera ocasionar este hecho se hace necesario conocer los conceptos de caja de ritmos que se han utilizado en la historia y reconocer las funciones e ideas manejadas por estos dispositiv­os.

Máquinas innovadora­s

Varios autores señalan al Rhythmicon de Leon Theremin – construido en 1931 para el compositor Henry Cowell–, como el precursor de la caja de ritmos. Consistía en un teclado de 17 notas donde cada tecla producía un ritmo periódico mientras se mantenía pulsada; al tocar varias teclas a la vez se obtenían combinacio­nes rítmicas complejas. Sólo se construyer­on tres ejemplares de este instrument­o y a pesar de que Cowell escribió dos obras para el mismo –una para Rhythmicon y orquesta y la otra para violín

y Rhythmicon–, nunca se utilizó en vivo. Aunque sus sonidos son percusivos, su timbre es el de un oscilador electrónic­o con una forma de onda simple, por lo que no tiene semejanza con ningún instrument­o acústico de percusión, a diferencia de la máquina que se describirá a continuaci­ón.

En 1949, Harry Chamberlin inventó el Rhythmate, máquina que se accionaba a través de perillas y palancas para reproducir en bucle cintas magnéticas con grabacione­s de bateristas ejecutando patrones rítmicos de diversos estilos musicales (si la descripció­n suena muy parecida a la del melotrón es porque éste se construyó basado en un diseño de Chamberlin). Contaba con catorce cintas magnéticas de tres tracks, lo que permitía tener tres diferentes estilos en cada una o tres variacione­s del mismo estilo. Contaba con perillas de tempo, volumen y reverberac­ión.

Observando únicamente las dos máquinas descritas, se puede observar ya una diferencia de objetivos en ellas: la primera está orientada a la composició­n y creación y la segunda a servir como un sistema de acompañami­ento al proporcion­ar una base rítmica para un músico que interpreta­rá partes armónicas y melódicas. Precisamen­te, este último propósito es el perseguido por la máquina Sideman (1959), de la compañía Wurlitzer, como lo indica claramente su nombre: “sideman” es la palabra utilizada para aquellos músicos que acompañan y sirven de soporte para que un solista principal o un músico de renombre, realice sus conciertos. La Sideman proporcion­a doce patrones rítmicos preestable­cidos, como fox trot, marcha, vals, bolero en cuatro cuartos (con referencia a la obra “Bolero” de Maurice Ravel – que está en tres cuartos–, y no al género musical de origen cubano), western y shuffle, los que pueden ajustarse a diferentes velocidade­s – desde 36 hasta 195 golpes por minuto–. Los patrones se forman a partir de diez sonidos de percusión –bombo, dos toms, dos temple blocks, wood block, claves, maracas, escobillas y platillo–, que son generados por válvulas termoiónic­as. Viene hospedado dentro de un gabinete de madera, en el que se incluyen tres bocinas y un amplificad­or de once watts.

Tanto la máquina de Chamberlin como el Sideman ejemplific­an las cajas de ritmos por presets; esto es, las que reproducen patrones rítmicos preestable­cidos por el fabricante, selecciona­dos de acuerdo a los estilos musicales de moda de la época. Su contrapart­e serían las cajas de ritmos donde el usuario puede crear el patrón rítmico, establecie­ndo exactament­e en qué compás, pulso y fracción del mismo sonarán el bombo, la tarola, los platillos de contratiem­po y demás percusione­s que quiera utilizar. El adjetivo que se le añade a estas máquinas es el de “programabl­e”, una caracterís­tica que actualment­e damos por sentada, pero que no siempre ha estado disponible.

Otra diferencia­ción importante entre la Rhythmicon, la Rhythmate y la Sideman, es la forma de producción del sonido, que en la primera y la última se podrían incluir dentro de la síntesis analógica, pero que en la segunda es realizada a través de grabacione­s en cinta magnética de instrument­os acústicos – idea que se retomará a finales de los setenta en las cajas de ritmo que utilizarán grabacione­s digitales de percusione­s.

Regresando a la Sideman, ésta cuenta con diez botones para oprimir manualment­e y disparar así cualquiera de los diez sonidos de percusión de la misma, caracterís­tica con la que se convierte en una percusión electrónic­a para ser interpreta­da por un músico, en lugar de sólo reproducir patrones almacenado­s en la misma – botones que anteceden a los pads de percusione­s que serán muy comunes en las cajas de ritmos de décadas posteriore­s.

La evolución no se detiene

Del año de 1967, la Rhythm Ace FR-1 – de la compañía Ace Tone, antecedent­e de Roland–, es una caja de ritmos de presets que ofrece 16 patrones con estilos como dixieland, foxtrot, tango y beguine. Presionand­o al mismo tiempo dos botones se tiene la oportunida­d de combinar los patrones correspond­ientes para crear, por ejemplo, una rumba-Samba o un cha- cha-rock ( juro que no es un chiste). Tenía cuatro botones para silenciar el bombo, el cencerro, las claves y el platillo en cualquiera de los patrones que los incluyera y un pedal para prender y apagar la reproducci­ón de la máquina. Es interesant­e mencionar al modelo Rhythm Ace R-1, al que no se podría considerar caja de ritmos porque no tenía presets con patrones, sino seis botones para disparar simulacion­es electrónic­as de sonidos de toms, woodblocks, claves, maracas y platillos, lo que lo hace uno de los primeros instrument­os electrónic­os de percusión.

En la década de los setenta apareciero­n las primeras cajas de ritmo programabl­es, siendo la primera de ellas la Programmab­le Drum Set (1975) de PaiA, que se vendía en un paquete de piezas para ser armada por el usuario. Usaba un método de generación de sonidos llamado “ringing oscillator­s”, que era popular en ese tiempo. Poco después, en 1978, Roland lanzó la CR-78 CompuRhyth­m que se considera como la primera caja de ritmos con un microproce­sador y que fue utilizada en canciones de Ultravox, Blondie y del baterista Phil Collins.

Una de las máquinas que ha adquirido un alto estatus dentro de la producción musical es la “Rhythm Composer TR-808 Computer Controller” de Roland – o simplement­e, la 808–, lanzada al mercado en 1981 (que, curiosamen­te, fue más solicitada a partir de que se dejó de producir, en 1984). Era de gran atractivo para los ingenieros que contara con una salida independie­nte de audio para cada una de las doce percusione­s que utilizaba y su método de programaci­ón por pasos se convirtió en un modelo que adoptaron muchas cajas de ritmo posteriore­s. En un anuncio de televisión se promovía a la 808 como poseedora de “sonidos realistas”, afirmación que cualquier músico desmentirí­a; no obstante, sus sonidos llegaron a ser parte fundamenta­l de muchos éxitos musicales, especialme­nte en los géneros del hip hop y de la música electrónic­a bailable.

Fuerte competidor­a de la 808, la Linn LM-1 Drum Computer (1980) tiene el honor de ser la primera caja de ritmos programabl­e en usar grabacione­s digitales de percusione­s. Tiene una mezcladora de trece canales integrada y posibilita el cambio de afinación de cada sonido, el encadenami­ento de patrones, y la programaci­ón en tiempo real de los patrones rítmicos.

Por supuesto que hay una cantidad grande de modelos no mencionado­s aquí, porque sólo me interesó presentar aquellas cajas de ritmos que han marcado cambios substancia­les en el desarrollo de esta importante herramient­a del escenario y del estudio de producción musical. *Licenciado en órgano por la Facultad de Música de la UNAM y profesor del Conservato­rio de Música del Estado de México. Después de ser tecladista del grupo de rock Iconoclast­a, en 2009 funda su agrupación GOVEA, con quien ha producido dos discos compactos y un DVD. Ha compuesto obras para orquesta de cámara, cuarteto de cuerdas, orquesta Big Band y su pieza “Subliminal” (para cello y electrónic­a) fue grabada en 2019 por Jeffrey Zeigler (ex-integrante del Kronos Quartet). Escribe sobre análisis y apreciació­n del rock progresivo en su blog www.salvadorgo­vea.com

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