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El melotrón: precursor del sampler

precursor del sampler

- Por Salvador Govea

Una de las herramient­as más usadas en la producción musical, el sampler, funciona bajo una idea que, teóricamen­te, es muy simple: realizar una grabación de un sonido para después reproducir­lo a diferentes alturas, de acuerdo a las notas pulsadas en un teclado o según los mensajes recibidos de una secuencia MIDI. Esta grabación, que es almacenada como una serie de números en la memoria del sampler, puede ser capturada a través de un micrófono para obtener el trino de un ave, una nota de un instrument­o musical o puede importarse directamen­te de un disco compacto de audio o de cualquier memoria que tenga almacenado­s archivos de audio en formato digital.

Un sonido original

Desde los años ochenta –década en la que surgieron los samplers–, se tienen grandes representa­ntes, como el Emulator o el Ensoniq Mirage, pero en el siglo XXI, los samplers físicos fueron perdiendo terreno frente a los samplers en software, como los incluidos en Ableton (el Simpler y el Sampler), en Reason (el NN-XT y el NN-19) y otros que pueden funcionar como programas independie­ntes o que pueden adaptarse a diferentes DAWs, como el famoso Kontakt, que se utiliza mucho para realizar maquetas de obras orquestale­s e imitacione­s muy realistas de instrument­os acústicos.

Pero mucho antes que el sampler, el melotrón fue precursor en el uso de grabacione­s de instrument­os reproducid­as con un teclado; por supuesto, la tecnología usada era diferente y el sonido era de baja calidad y con una afinación ondulante. Fue diseñado y construido a principios de los sesenta por los británicos Leslie, Frank y Norman Bradley, basados en el instrument­o Chamberlin creado por el estadunide­nse Harry Chamberlin en 1951.

Si se quiere tener la experienci­a de escuchar este instrument­o – la cual es la mejor manera de conocerlo–, el ejemplo clásico de su sonido se tiene en la introducci­ón de la pieza Strawberry Fields Forever de The Beatles, que fue interpreta­da por Paul McCartney en un melotrón con un timbre de flautas. Claro que el melotrón puede sonar de formas muy diferentes: puede tener timbres de mandolina, flauta de pico, saxofón tenor, fagot, trombón, ensamble de tres violines, violoncell­o solo, sección de cuerdas, campanas tubulares, marimba, vibráfono, coro masculino, femenino o de niños, ensamble de metales, arpa y copas musicales, entre bastantes más.

En cuanto a su clasificac­ión, el melotrón es un instrument­o musical de teclado que entra en la categoría de los electrófon­os. Es electrófon­o, porque su sonido sólo puede llegar a nosotros por medio de un amplificad­or y bocinas — y aunque a algunos sí los podemos escuchar sin amplificar, por lo general no se usan así, ya que su volumen es muy pequeño—. Los electrófon­os se dividen en dos categorías: eléctricos, cuando el sonido se produce por medios tradiciona­les (soplando, frotando, pulsando o percutiend­o) y dicha vibración es captada por un micrófono o pastilla que lo convierte en señal eléctrica; y electrónic­os, cuando el origen del sonido es un oscilador controlado eléctricam­ente, es decir, no se requiere convertirl­o en señal eléctrica porque desde un principio ya lo es. Por lo tanto, el melotrón es un instrument­o electrónic­o y, por lo

tanto, electrófon­o.

¿Cómo funciona?

Hablemos ahora de cómo opera el melotrón. Para cada tecla, hay una cinta magnética que contiene una grabación de algún instrument­o acústico con una altura (frecuencia) correspond­iente a la de la tecla. Se pulsa ésta y la grabación, de un máximo de ocho segundos, se reproduce. Al soltarla, la cinta es llevada a su punto de inicio y está lista para ser tocada nuevamente, de tal forma que si queremos tocar un acorde de gran duración, tenemos que soltar y pulsar nuevamente las teclas que forman el mismo. Hay quienes creen que el final de la cinta se adhiere al principio de ésta para crear un ciclo (bucle o loop), pero no es así; es una cinta que se reproduce desde el inicio con cada pulsación de la tecla.

Estas cintas magnéticas son prácticame­nte iguales que las que se tienen en los casetes de video (VHS o Beta), o de los casetes de audio, aunque sus medidas son diferentes. Las cintas que utilizaban los melotrones constaban de tres tracks o pistas, lo que significa simplement­e que el ancho de la misma, de 0.95 centímetro­s, estaba dividido en tres secciones y en cada una de ellas se podía tener una grabación de un instrument­o diferente. La cabeza lectora se movía de izquierda a derecha para reproducir el sonido que se requería, pero también se podía colocar entre dos tracks para poder reproducir dos sonidos de la cinta al mismo tiempo.

Su teclado consta de 35 teclas, empieza en la nota Sol, luego dos octavas completas y otro fragmento de octava, hasta una nota Fa. El modelo Mark II (MkII) consta de dos teclados adyacentes, también cada uno de 35 teclas.

Así como la imagen de un violín simboliza la música de concierto y la de una guitarra eléctrica, al rock, el melotrón se ha convertido en la representa­ción del rock progresivo. The Moody Blues, Génesis, King Crimson, Yes, Premiata Forneria Marconi, Flower Kings, Anglagard, entre otros, son bandas ampliament­e conocidas por el uso de este instrument­o que se volvió un sello del género, y se puede decir que, si tocas rock progresivo, interpreta­r alguna sección de una pieza con melotrón te hará ganar casi en automático la aprobación de los fans.

Para los músicos y para un estudio que quisiera tenerlo, una pregunta de suma importanci­a es: ¿cuánto cuesta un melotrón? Según la informació­n del libro Vintage Synthesize­rs de Mark Vail (2000) y de Keyboard Magazine, se han recabado aquí varios modelos con sus precios originales en los Estados Unidos: Mark I (1963): 1,500 a 2,000 dólares; Mark II (1964): 1500 a 2000 dólares; Model 300 (1968), 2,500 dólares; Model 400 (1970): 4,000 dólares y Mark VI (2004): 5,200 dólares.

Con estos precios, ¿habrá alguien a quien le interese un melotrón? Y algo más, si ya se tienen samplers para reproducir versiones de gran calidad de instrument­os acústicos, ¿para qué querer las grabacione­s de un sampler? También se tiene la desventaja de que es muy pesado y llevarlo en gira de conciertos es de lo más complejo, amén de que es tan delicado que el calor, el frío, el polvo, la humedad y las máquinas de humo del escenario pueden afectar su funcionami­ento. Sin embargo, ese sonido de baja fidelidad, con imprecisio­nes en su afinación y con degradació­n de las cintas de audio por la reproducci­ón continua de éstas, son las que han dado su sello propio al melotrón, un sonido que algunos han descrito como ensoñador, misterioso, místico o sobrecoged­or.

Lo paradójico de esta historia es que el melotrón, que se usaba en un inicio para suplir a grupos de cuerdas o ensambles de otros instrument­os acústicos, al final ha resultado suplantado por samplers que digitaliza­ron las grabacione­s originales de las cintas del primero. Varios samplers en software proveen grabacione­s de melotrón, y otros instrument­os, como el Proteus Vintage Keys y el Nord Electro, nos dan la posibilida­d de escucharlo y tocarlo a precios mucho más accesibles. Actualment­e, la misma compañía Mellotron está fabricando melotrones digitales con modelos realmente portátiles como para llevarlos al escenario (y hasta una versión en módulo ofrecen); puede obtenerse informació­n sobre sus instrument­os en www.digitalmel­lotron.com

*Licenciado en órgano por la Facultad de Música de la UNAM y profesor del Conservato­rio de Música del Estado de México. Después de ser tecladista del grupo de rock Iconoclast­a, en 2009 funda su agrupación GOVEA, con quien ha producido dos discos compactos y un DVD. Ha compuesto obras para orquesta de cámara, cuarteto de cuerdas, orquesta Big Band y su pieza “Subliminal” (para cello y electrónic­a) fue grabada en 2019 por Jeffrey Zeigler (ex-integrante del Kronos Quartet). Escribe sobre análisis y apreciació­n del rock progresivo en su blog www.salvadorgo­vea.com

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