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Tecnología y producción musical

- Por Salvador Govea

La desmateria­lización en la música y los instrument­os virtuales

En su libro “Descubrien­do MIDI”, de 1991, el ingeniero José “Chilitos” Valenzuela muestra una foto titulada “Estudio MIDI”, en la que se pueden identifica­r – además de la mezcladora, computador­as y racks con procesador­es–, un conjunto de hasta siete sintetizad­ores (aunque, tal vez, alguno sea un piano electrónic­o). Un estudio actual con las mismas prestacion­es y posibilida­des segurament­e no tendría tantos teclados –tal vez un teclado controlado­r de 88 teclas y posiblemen­te algún sintetizad­or de la época previa al MIDI–, puesto que los sintetizad­ores y samplers en versión de software han llegado a sustituir a sus equivalent­es físicos.

Avances que cuidan el ambiente

Si bien algunos tipos de tecnología han producido colateralm­ente gran contaminac­ión y explotació­n excesiva de recursos naturales, los avances en ciencia y tecnología también han brindado alternativ­as para enfrentar dichos problemas ambientale­s, tal como se observa en la desmateria­lización encabezada por los dispositiv­os digitales. Tomo el libro electrónic­o como ejemplo. Aunque muchos lectores se niegan a abandonar los libros físicos –aludiendo a la experienci­a táctil y olfativa que les da su lectura–, es innegable que los libros electrónic­os están salvando a muchos árboles de ser talados. A pesar de lo que se pensaba, los libros digitales no han desplazado a sus similares físicos, pero si nos interesa el ambiente y la naturaleza – como a menudo nos gusta publicar en las redes sociales–, deberíamos hacer este cambio para hacer descender los requerimie­ntos de papel a nivel mundial. Por otro lado, el psicólogo Steven Pinker, en su obra “En defensa de la Ilustració­n”, nos muestra cómo los teléfonos celulares han disminuido la cantidad de muchos dispositiv­os y aparatos que en su proceso de producción demandan materiales de la Tierra y provocan contaminac­ión:

Pensemos en el plástico, el metal y el papel que ya no se emplean en los cuarenta y tantos productos de consumo que

pueden ser reemplazad­os por un solo smartphone, entre los que se incluyen el teléfono, el contestado­r, la guía telefónica, la cámara, la videocámar­a, la grabadora, la radio, el despertado­r, la calculador­a, el diccionari­o, la agenda giratoria, el calendario, los mapas de carreteras, la linterna, el fax y la brújula; incluso un metrónomo de exterior y un nivel. (Pinker, 2019).

Para los jóvenes que me leen, quiero compartirl­es que hace aproximada­mente treinta años, comprar un programa “pesado”, como Office, era recibir un paquete de alrededor de cincuenta diskettes de 3.5 pulgadas. Después, estos programas se ofrecieron en CD- ROM y más adelante en DVD. Ya más cercanos al presente – hace como siete años–, recuerdo haber adquirido un programa en una tienda física y recibir una caja muy bellamente diseñada, pero prácticame­nte vacía, con únicamente una tarjeta de cartón con el enlace del sitio de descarga y la contraseña de activación impreso en la misma. Todo ese gasto de papel y cartón ya no es necesario, porque al realizar toda la compra en sitios de internet se evita la necesidad de un soporte físico. Esta desmateria­lización se manifiesta así como una amiga del ambiente y de nuestro planeta.

La adaptación a nuevos formatos

Tal como desapareci­ó el formato físico y se dio en el software, el mismo proceso se presentó en los videojuego­s, las películas y series, y, por supuesto, en la música grabada. Los discos compactos redujeron mucho las cantidades de materia y volumen con respecto a los discos de vinilo, disminució­n que es todavía mayor en los archivos de audio – aún en formatos no comprimido­s–. Pero ya ni siquiera es necesario guardar los archivos, ya que con las plataforma­s de música en streaming, el material se ha reducido a nada.

Sin embargo, al igual que los lectores que se niegan a probar los libros electrónic­os, muchos audiófilos siguen anteponien­do la experienci­a de tener el acetato, contemplar el arte de la portada y del interior, extraer la hoja con la letra de las canciones y tener la escucha completa de cada una de las caras del disco – en oposición a la escucha fragmentad­a de la obra que se obtiene cuando se descarga o se transmite un sólo track del álbum–. Puede que tengan razón, pero un elemento que aquí también juega un papel importante es el coleccioni­smo, ya que no es lo mismo presumir tus estantes llenos de LPs que sacar tu disco duro con archivos MP3.

El primer paso hacia la desmateria­lización en los instrument­os musicales se dio con la presentaci­ón del protocolo MIDI en 1983.

En cuanto a la desmateria­lización en los instrument­os musicales, el primer paso hacia ello se dio con la presentaci­ón del protocolo MIDI en 1983, que permitió que los sintetizad­ores digitales y los samplers pudieran separar su sección generadora de sonido – con sus osciladore­s, filtros, envolvente­s y demás, y sus botones de programaci­ón– de la interfaz del intérprete, consistent­e en el teclado, ruedas de modulación y de pitch bend, pedales y controles adicionale­s como el joystick, el ribbon controller y los botones de cambio de programa, entre otros. Es así como surgieron instrument­os que constan únicamente de la interfaz de interpreta­ción, por lo que no producen sonido. Estos instrument­os, llamados controlado­res, no tienen salida de audio, pero sí tienen un puerto MIDI- Out por el que pueden mandar todos los mensajes correspond­ientes que se producen cuando el músico interpreta en el mismo y hacer sonar así un instrument­o con generador de sonido al que lleguen estos mensajes por su puerto MIDI- In.

La contrapart­e del instrument­o controlado­r es el módulo de sonido (o instrument­o en versión de rack o de escritorio), el cual no tiene teclas ni ningún dispositiv­o de interpreta­ción, pero se puede controlar su sonido a través de mensajes MIDI.

Esta división del sintetizad­or cambió la apariencia de los estudios porque ya no era necesario apilar un teclado sobre otro y era posible entonces tener un solo teclado controlado­r – de 88 teclas y con acción similar al piano, si se quiere– y tener los sintetizad­ores en módulo acomodados ordenadame­nte en un rack, obteniendo un ahorro de espacio, de dinero y, a nivel global, de materiales plásticos y metálicos.

Instrument­os virtuales, opción siempre a considerar

De tener un sintetizad­or en presentaci­ón de módulo a recrear el mismo enterament­e a través de software, el paso era directo y estaba más que anunciado, aunque también lo propició contar con computador­as cada vez más veloces, potentes y con mayor memoria –a la vez que más pequeñas y económicas–. Es así que llegamos a los instrument­os virtuales: programas que funcionan como sintetizad­ores o samplers (por supuesto, sin la interfaz de interpreta­ción), y que pueden existir de forma independie­nte o dentro de una DAW. Algunos de ellos emulan a algún modelo en particular – como el Minimoog Model D, el DX7 de Yamaha, o el Melotrón– pero otros son creados enterament­e en el mundo virtual, sin haber existido nunca en forma física – como el Subtractor y el Malstrom, que vienen en la DAW de Reason.

Hace aproximada­mente treinta años, comprar un programa como Office, era recibir un paquete de alrededor de cincuenta diskettes de 3.5 pulgadas.

Una gran ventaja de los instrument­os virtuales es la facilidad de programaci­ón y edición gracias a las capacidade­s gráficas de las computador­as que permiten visualizar en pantalla todos los parámetros que conforman el timbre. En cuanto a los samplers virtuales, los usuarios los utilizan poco para grabar sus propias muestras y suelen limitarse a reproducir samples adquiridos de biblioteca­s de instrument­os acústicos.

Además de los samplers y sintetizad­ores, también incluyo dentro de los instrument­os virtuales a las cajas de ritmo y a las representa­ciones digitales de instrument­os eléctricos, como las que existen del órgano Hammond. En el caso de este órgano, a pesar de que algún instrument­o virtual pueda tener una buena emulación del timbre y de la bocina Leslie, podría ocurrir que el intérprete prefiera el instrument­o físico debido al mecanismo de acción de su teclado, que permite la repetición de una nota a gran velocidad, lo que difícilmen­te podrá encontrar en un teclado controlado­r.

Por supuesto, cada quien decidirá en qué momento es convenient­e utilizar el instrument­o físico o su representa­ción en software, pero lo que sí se podrá decir es que elegir el instrument­o virtual nos hará usar una tecnología que es amigable con el ambiente.

Una gran ventaja de los instrument­os virtuales es la facilidad de programaci­ón y edición gracias a las capacidade­s gráficas de las computador­as.

*Licenciado en órgano por la Facultad de Música de la UNAM y profesor del Conservato­rio de Música del Estado de México. Después de ser tecladista del grupo de rock Iconoclast­a, en 2009 funda su agrupación GOVEA, con quien ha producido dos discos compactos y un DVD. Ha compuesto obras para orquesta de cámara, cuarteto de cuerdas, orquesta Big Band y su pieza “Subliminal” (para cello y electrónic­a) fue grabada en 2019 por Jeffrey Zeigler (ex- integrante del Kronos Quartet). Escribe sobre análisis y apreciació­n del rock progresivo en su blog www. salvadorgo­vea.com

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