HOMILÍA DOMINICAL
“NUESTRA PROPIA VIDA DEBE SER UNA SIEMBRA CONTINUA DE BUENAS OBRAS Y DE BUENAS PALABRAS. EL CRISTIANO DEBE SER UNA PERSONA CON GRAN CONFIANZA EN DIOS”.
Jesús enseña por medio de parábolas. ¡Todas tratan de la vida de la gente! La parábola no lo da todo hecho sino que mueve a pensar y hace descubrir a partir de la experiencia que los oyentes tienen sobre un tema. Mueve a la creatividad y a la participación. No es una doctrina que llega pronto para ser enseñada y adornada. La parábola ayudaba a las personas a descubrir las cosas de Dios en la vida de cada día, vida que se hacía transparente. Lo extraordinario de Dios se esconde en las cosas ordinarias y comunes de la vida de cada día. En las parábolas la gente comprendía las cosas de la vida, recibían la llave para abrir y encontrar en ella los signos de Dios.
Por medio de las parábolas, Jesús ayudaba a la gente a percibir la presencia misteriosa del Reino en las cosas de la vida. Comparaba las cosas conocidas y evidentes de la vida, para explicar las cosas invisibles y desconocidas del Reino de Dios. Por ejemplo, la gente de Galilea comprendía cuándo se hablaba de semilla, de terreno, de lluvia, de sol, de sal, de flores, de peces, de cosecha, etc. Y Jesús usa estas cosas conocidas de la gente en sus parábolas para explicar el misterio del Reino. ¡La parábola revela y esconde al mismo tiempo! Revela a aquellos que están dentro, que aceptan a Jesús, Mesías Siervo. Esconde a aquellos que insisten en considerarlo el Mesías, el Rey grandioso. Estos comprenden las imágenes de la parábola, pero no llegan a aceptar su significado.
La parábola del sembrador es un retrato de la vida de los campesinos. En aquel tiempo no era fácil vivir de la agricultura. Los terrenos estaban llenos de piedras. Muchos arbustos. Poca lluvia, mucho sol. Por otra parte, muchas veces la gente para acortar las distancias atravesaba los campos y pisaban las plantas. Pero a pesar de ello cada año el agricultor sembraba y plantaba, confiado en la fuerza de la semilla, en la generosidad de la naturaleza. En el Evangelio de hoy cuenta, una vez más, dos breves historias que suceden todos los días en la vida de todos nosotros: “La historia de la semilla que crece por sí misma” y “la historia de la pequeña semilla de mostaza que crece y se hace grande."
Hay que superar las divisiones y separación entre los hombres, y reconocer que todos somos hijos de Dios".