Núñez: consejos de Gutiérrez B.

NÚÑEZ SE DISTANCIÓ DE LOS PERIODISTAS QUIENES SÓLO AL FINAL DE SU SEXENIO SE DIERON CUENTA QUE SU AMISTAD ERA UN VIL ENGAÑO.

Núñez: los consejos de Gutiérrez Barrios Cuando allá por los años 90’s Arturo Núñez se presentó ante Fernando Gutiérrez Barrios para asumir la subsecretaría de Gobernación, el veracruzano le dio la bienvenida con tres consejos. El primero: “Puede hacer acuerdos a nombre de la Presidencia. Usted sabrá hasta dónde puede llegar en las negociaciones”, le dijo. Segunda recomendación: “Hágase amigo de dos o tres periodistas.

A veces traen fichas que usted no tiene y con esa información puede juntar rompecabezas de algún problema político”.

Y tres: “Nada de lo que haga se lo cuente a su mujer, estos son asuntos de alta política y en consecuencia de absoluta discreción”. Pasados quince días, Núñez fue llamado al despacho de Gutiérrez Barrios para rendir un informe.

Después de la plática formal, el jefe le preguntó: “¿Y cómo le va con mis consejos?”. “Mire usted don Fernando - respondió Arturo entrado en confianza - he hecho acuerdos con grupos políticos, sindicatos y otras agrupaciones, siempre anteponiendo los intereses del Estado.

“Me he hecho amigo de algunos periodistas con quienes ya me he reunido y creo que serán de utilidad en mi función, como usted me lo propuso, en eso de intercambiar fichas”.

El entusiasmo de la charla se interrumpió cuando, en tono de satírica frustración, le compartió: “Pero eso de no contarle nada a la mujer, don Fernando, es imposible de cumplir”. La anécdota, salpicada de humor por el propio Núñez, dibuja la personalidad del tabasqueño caído en desgracia política: un hombre formado a la antigua, conservador, siempre dependiente de otros.

En el último tramo de su carrera dio la espalda a los consejos de Gutiérrez. Dejó de conciliar y lograr buenos acuerdos con los grupos políticos, más aún, con los ciudadanos que le dieron el voto. Se distanció de los periodistas quienes sólo al final de su sexenio se dieron cuenta que su amistad era un vil engaño.