Tabasco Hoy

«No volverán, no pasarán»

AMLO parchará para reclamar las calles El mensaje del 1D: «No retomarán el poder»

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En 48 meses de gobierno, el Presidente Andrés Manuel López Obrador nunca antes necesitó de su arma secreta, esa que lo formó en sus 40 años de lucha social y que finalmente lo llevó al máximo poder político del país: las masas, el movimiento popular, la demostraci­ón de fuerza en las calles y las plazas públicas.

No usó hasta ahora la movilizaci­ón, porque «La Mañanera», ese instrument­o moldeado y convertido por él en un poderoso escudo y blasón ha sido suficiente para repeler y mantener a raya a los enemigos contra los que llegó al poder y a los que se sumaron al verse afectados con las osadas decisiones que ha tomado a lo largo de estos cuatro años.

Ahora su olfato, su instinto de animal político le dice que ha llegado el momento de «despertar al tigre», de sacarlo a las calles, pero sin soltarlo. Esta metáfora hace referencia a una anécdota contada por el propio López Obrador, que narró cómo el 31 de mayo —seis días después de su renuncia del 25 de mayo de 1911— Porfirio Díaz le dijo a Victoriano Huerta, cuando partía al exilio desde Veracruz: «Madero ha soltado el tigre, ahora veremos si puede controlarl­o».

Pero López Obrador creció junto a ese «tigre» llamado pueblo —que durante años se mantuvo indignado por la corrupción y el fraude electoral— y marchó con él, no una, sino decenas de veces, la gran mayoría de ellas para protestar por el robo de elecciones y otras más para defenderse de los que quisieron meterlo a la cárcel.

Además de luchador por la democracia, AMLO es un gran «movilizado­r social». El primer recuerdo de ello es de diciembre de 1991, cuando como Presidente Estatal del Partido de la Revolución Democrátic­a (PRD), emprendió el «Éxodo por la Democracia», una marcha que partió desde Tabasco y llegó al Zócalo de la Ciudad de México, para denunciar el fraude electoral en las elecciones locales.

Desde esa fecha histórica el tabasqueño no ha dejado de marchar:

• También marchó al Zócalo luego del fraude electoral cometido por Roberto Madrazo, a quien acusó de gastar 237 millones de pesos, cuando el tope de campaña era de 5 millones de pesos. Presentó las «Cajas de la Ignominia» con pruebas del excesivo gasto. — Diciembre de 1994.

• Se calcula que marcharon 450 mil simpatizan­tes de AMLO en contra el desafuero que pretendía el Presidente Fox del entonces jefe de gobierno del DF. El Tabasqueño encabezó una marcha silenciosa desde el Auditorio Nacional. — Abril del 2005.

• Luego del triunfo de Felipe Calderón, encabezó marchas y plantón en Reforma, denunciand­o fraude electoral que a la postre han confirmado Vicente Fox y Roberto Madrazo. — Agosto 2006.

Aún siendo un profesante de la movilizaci­ón social, de la agitación callejera, Andrés Manuel ha sabido transitar de su condición de activista social o candidato inconforme, a la de un gobernante sujeto a los proximidad­es legales que una encomienda lo obliga, respetando la vida institucio­nal, pero sin perder su sello personal, así lo demostró como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal y así ha sido también ahora como Presidente de la República.

AMLO es un marchista. Sus grandes movilizaci­ones nacionales le dieron una definida identidad como un político diferente y como un luchador social, forjado en la calle y no en los pasillos del poder; un líder de contacto con el pueblo y alejado de las cúpulas.

Queda claro que las movilizaci­ones son parte de su ADN político, que incluso el partido político que fundó lleva como nombre Movimiento de Regeneraci­ón Nacional (Morena), pero ¿por qué ha decidido AMLO volver a

marcha? ¿Ha llegado el momento de hacerlo? ¿Su movilizaci­ón es reactiva a la oposición? ¿Existe algún temor?

• Desafiando la lluvia, dos millones de españoles inundaron el 13 de marzo de 2004 el centro de Madrid y se calculó que nueve millones más marcharon en las principale­s ciudades de España para expresar su dolor y condena al terrorismo tras una serie de ataques terrorista­s en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid el 11 de marzo. Aquella marcha histórica fue encabezada por el entonces Presidente José María Aznar y el hoy rey

Felipe VI.

• Más antigua y legendaria fue la marcha al mar encabezada por Mahatma Gandhi para tomar la sal que les pertenecía en lugar de pagar impuestos por ella al imperio británico, «La marcha de la sal» fue una manifestac­ión llevada a cabo del 12 de marzo y al 6 de abril de 1930, esa movilizaci­ón se convirtió en uno de los acontecimi­entos más importante­s que condujeron a la independen­cia de la India del imperio británico que controló aquél país por casi un siglo.

• Tampoco pueden pasar desapercib­idas las marchas encabezada­s por Martin Luther King y sus constantes invitacion­es al boicot para lograr que los negros finalmente dejaran de ser tratados como ciudadanos de segunda. Una de aquellas marchas se dio en 1965 en Alabama y sirvió para impulsar la aprobación de la histórica Ley de Derechos Electorale­s que les permitió a la raza de color acudir a las urnas y ser votados.

• El 20 de enero de 1951 cinco mil hombres y mujeres de Coahuila emprendier­on una marcha que recorrió

1,500 kilómetros para llegar con sus exigencias hasta la Ciudad de México. Los trabajador­es mineros, en Coahuila, lucharon por un sindicalis­mo auténtico. Ha este éxodo se le conoce históricam­ente como la «marcha del hambre».

Repasando este rápido recorrido histórico, podemos observar que toda aspiración común, pero desarticul­ada, exige un liderazgo que controle el mensaje y mantenga el foco en las metas concretas de la movilizaci­ón. También es claro que una manifestac­ión conlleva un rechazo, la solidarida­d con algo o alguien, una exigencia, es decir una coyuntura de ánimo colectivo.

«Si no puedes convencerl­os, confúndelo­s» (HARRY TRUMAN)

Nada de extraño tiene que quien hizo su carrera política marchando, siempre en estrecho contacto con el pueblo, de nueva cuenta encabece una marcha, ahora como Presidente de México —algo que ningún mandatario mexicano ha hecho y segurament­e no hará después de él—. Ese es su terreno, en el que dio sus grandes luchas y el terreno que ahora retoma para desde ahí fortalecer la lucha por la consolidac­ión de su gobierno.

López Obrador ha decidido marchar para hacerle frente desde las calles a los que quieren dañar a la 4T y volverse a hacer del poder para recuperar sus intereses y regresar al país a los tiempos del conservadu­rismo. De manera que el 1 de diciembre (1D), el Presidente se parará, metafórica­mente, frente de quienes representa­n al viejo oligopolio que durante sexenios se apoderó de México y de sus recursos naturales, todo en perjuicio de la mayoría de los mexicanos.

El tabasqueño ha decidido marchar porque los conservado­res sienten que ya la calle es de ellos —creen que se la arrebataro­n en la histórico movilizaci­ón del día 13 de noviembre— y hoy argumentan que el derecho a manifestar­se ya no es de López Obrador, y menos del Presidente, quien por ser Presidente, no debe marchar. Aún cuando no se atrevieron a mostrarse en el Zócalo.

La marcha que viene será un «no regresarán», y será escoltada por el pueblo, que está con el Presidente de México, como nunca antes en la historia. La marcha será un paro en seco a los ambiciosos que nuevamente luchan para intentar apoderarse del país, los mismos de siempre, los que tanto daño le hicieron al país, los falsos demócratas, los que sólo piensan en ellos y no en los demás, pero que el 1D recibirán un no del pueblo, encabezado por el humilde de Tepetitán que ha gobernado dando prioridad a los pobres.

La que viene será una marcha reactiva a la intentona de Va por México y demás grupos afines de apoderarse de la arena pública, pero con una respuesta contundent­e y un mensaje claro: no regresarán, no volverán, no pasarán, no retomarán el poder. Ese será el mensaje que, de la mano del pueblo, enviará Andrés Manuel a quienes por la puerta de atrás quieren nuevamente hacerse del poder.

AMLO ha decidido que es momento de sacar el «arma secreta», la que no había usado hasta ahora para gobernar: las masas. Pero llegó la hora de sacar al «tigre», de demostrar que ese espacio es suyo, que ahí fue donde aprendió a luchar y ahí es donde segurament­e dará las luchas por venir.

La calle es su terreno, su territorio, y no cederá ni un centímetro.

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