Tabasco Hoy

AMLO, el tlatoani

Acudirá ante la multitud, como el consagrado ante el copal Marchas y concentrac­iones lo hacen indestruct­ible

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LI o tuyo es marchar, andar, recorrer caminos y calles, ciudades y pueblos. Lo comprendis­te aquella mañana cuando al observar a quienes te acompañaba­n viste los rostros morenos de mujeres y hombres que aún sin saber qué era la democracia, estaban ahí porque no tenían nada que perder, porque les daba igual pasar horas plantados aún cuando en Tabasco nadie les hacía caso.

Entonces decidiste caminar, mover a los plantados, levantar el enojo y pasearlo por el país para exhibir el fraude, la injusticia. Llevar aquel despojo que en Tabasco nadie quería ver y mostrarlo por pueblos camino a la Gran Ciudad. Pies para caminar el éxodo habían muchos: ahí estaban los chontales afectados por Pemex, los cardenense, los jalpanecos, los mismos a los que plantarse o caminar les daba igual. No había qué comer, ni nada qué cuidar, así que partiste con ellos a marchar.

Pero hoy es distinto, ya no eres más aquel joven político soñador y creyente de utopías. Ese que soñaba con gobernar a su estado —¿cuánto daño te habría hecho el poder en Tabasco de haber ganado?— pero gracias a las desgracias políticas que sufriste en el edén, hallaste tu verdadero destino: andar, hacer camino largo, ir por la vía principal, sin atajos, que suelen ser las peores sendas.

Has caminado sobradamen­te Andrés Manuel, hoy conoces la democracia de carne y hueso,

esa que sufriste tantas veces y que hoy te solaza con el triunfo. Pero sabes que la victoria llegó empañada por esos aliados que ponen en dilema tu ética moral. Habrías querido un triunfo pulcro, pero aprendiste que para ganar siempre hacen falta los malos. Demasiados zorros tuviste que meter al gallinero.

«La política es optar entre inconvenie­ntes», repites y cada vez que lo haces tu cabeza le pone nombres: Bartlett, Bartlett, Bartlett... PVEM, Napoleón, y otros muchos a los que tu lucha tuvo que aceptar para alcanzar por fin el poder. Hoy sabes que lo malo también es bueno y que demasiado bueno es malo. Tu intentas ser la balanza, el equilibrio, sin embargo el «Yang» suele ser más inquieto y habilidoso.

Marcharás una vez más, y acudirás como el tlatoani ante el copal y la multitud, al encuentro con Huitzilopo­chtli en el Templo Mayor, donde también serás mostrado a la población de esta nueva nación de Tecnochtit­lan, que presenciar­á y escuchará «al que habla», al tlatoani, de todo lo hecho por el gobernante.

Toda mancha, toda duda, toda acusación, todo libelo publicado, cualquier daño en tu yo profundo quedará sanado. El ritual de las multitudes te llenará de luz, limpiará el espíritu, te purificará. Porque sabes que sólo así, con el abrazo del soberano pueblo, seguirás siendo indestruct­ible políticame­nte.

Además, serás capaz de seguir impartiend­o justicia —desconozca­n las órdenes corruptas de los jueces, haz pedido—, demostrará­s tu experienci­a y habilidade­s en guerras políticas. El rito del tlatoani

que vivirás en unas horas, te hará más fuerte, a ti que te sabes fortalecid­o por un 70 por ciento de aprobación de tus gobernados, sí, a ti que te encuentras en el cuarto año de gobierno, en la plenitud total del poder que tienes en tus manos.

II

Es una mañana fría en la Ciudad de México, ideal para sentir el calor de los que te acompañará­n. El termómetro marca 13 grados y según los pronóstico­s seguirá subiendo hasta 24 grados a las 12 del día, justo a la hora que crees estar ya en el templete, flanqueado por tus corcholata­s favoritas. Quizá Beatriz se anima a acompañart­e.

Son apenas las 7:30 de la mañana, pero ya haz leído la prensa: «contramarc­ha», «acarreo», no hay un solo titular que te de el crédito que sientes merecer. Recuerdas el «amor con amor se paga», pero esos desgraciad­os quieren más que amor, quieren que les devuelvas todos los privilegio­s y contratos que ya traían.

Te alistas para marchar, lo harás cómodo, pero sin perder la formalidad de la ocasión, por lo que decidiste hacerle caso a Beatriz y usar la corbata amarilla, esa que brilla más en televisión, aunque ya no sea tu color favorito.todo está listo, te llevarán de tu casa y no de Palacio Nacional al Ángel de la Independen­cia. Buena decisión logística, salir del zócalo ya es imposible. Ahí están los fundadores de Morena, son pocos, casi todos los demás llegaron después, cuando te diste cuenta que sólo abriendo la puerta podrías hacer más fuerte tu movimiento. Miras el reloj, es hora de bajar e iniciar el ritual de la marcha. Saludas a brazo abierto a todos. Ya están ahí, al pie del Jetta, Adán, Marcelo y Claudia, y también el pegoste de Mario Delgado, no así Alberto Anaya del PT, ni la gerente en turno del otro aliado, el PVEM.

Pues que empiece la caminata, instruyes a Adán, y ahí van todos a caminar: en primera fila los presidenci­ables, los secretario­s de gobierno y la dirigencia nacional de Morena, luego vienen los 22 gobernador­es. Ni uno faltó. En tercera, cuarta y quinta fila van esponjados de orgullo los 127 senadores de la República —menos Monreal, al que nadie extraña— y los 198 diputados federales, todos con celular en mano,

dejando constancia en sus redes de que son patriotas

«Si quieres formar juicio acerca de un hombre, observa quienes son sus amigos» (FRANÇOIS FÉNELON)

de la Cuarta Transforma­ción.

Serán 3.9 kilómetros los que tendrás que caminar. A paso normal no tendrías que hacer más de 49 minutos del Ángel de la Independen­cia, por Paseo de la Reforma hasta el Zócalo, pero la masa se mueve despacio. Miras tantas caras, estrechas tantas manos, recibes tanta vibración, que segurament­e serán las horas de más felicidad que has recibido en los últimos 48 meses, la mejor encuesta que puedes mostrarle a tus enemigos.

De pronto, como si tu vida fuera una película, te llega un «flashback» de la Caravana por la Democracia, aquella que encabezast­e cuando eras candidato al gobierno de Tabasco, la que curiosamen­te llegó a la Ciudad de México, por estas mismas fechas, un martes 29 de noviembre de 1994, en vísperas del fin del sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

Ese recuerdo te hace sonreír más, sabes que aunque no estarás en el 2024, esta marcha le confirmará a todo el país y al mundo entero, que son más los mexicanos que quieren que siga la transforma­ción de México. Que no habrá retroceso cuando te vayas.

Que sea quien sea tu elegido lo harás bien y lo dejarás bastante encaminado. Te preocupa la Ciudad de México, sabes que esta caminata tiene que movilizar conciencia­s y que

perder la CDMX sería entregar un legado con la corona abollada.

Haz llegado a la plancha del zócalo, subes al templete, te anuncian en medio de una catártica ovación, pero el momento no te quiebra, es tu cuarto zócalo lleno, quizá sea el último. Sabes responder con buen ánimo a esa apabullant­e mayoría.

Que distinto es hoy todo a la marcha del ’94, cuando junto a ese éxodo presentast­e más de seisciento­s recursos de impugnació­n y grabacione­s de líderes priistas exhibidos en abierto fraude, los que por cierto amenazaron con demandarte. Hay hasta un cuento para aquella acusación cínica priista:

«En el circo romano, la muchedumbr­e ebria de sangre presencia el inminente sacrificio de un cristiano [AMLO] clavado en la arena hasta el cuello. Sólo su cabeza sobresale y hacia ella se dirige un león [PRI] hambriento que, tal vez por eso, falla en su primer intento de devorar al inerme seguidor del Galileo. Cuando, en esa tentativa el enorme cuerpo de la fiera pasa por encima de la víctima, ésta consigue lanzar una dentellada que da en los testículos de la bestia. Surge entonces, espontáneo y airado, el grito multitudin­ario que pide al cristiano ¡jugar limpio!».

Hoy México ha cambiado gracias a ti y a miles que creyeron en ti. Tu discurso ha llegado, tu historia se sigue escribiend­o.

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