Activista a conveniencia
Tiene 8 plantas en México y sus ingresos ascienden a más de 20 millones de dólares anuales contaminando y/o desapareciendo los acuíferos de los ciudadanos; las lagunas veracruzanas, que antes fueron importantes productoras de marisco están contaminadas y la empresa responsable no atiende a las demandas, lo mismo sucede en Querétaro y Michoacán entre otros estados.
El tema del agua es delicado sobre todo porque el llamado “stress hídrico” y las concesiones han hecho que muchas zonas del país queden yermas y sus habitantes tengan que pagar excesivas cuotas por el llamado “vital líquido” que es propiedad de los ciudadanos y que nadie podría o debería restringir…pero sucede.
Volvamos al monstruo devorador con el que inicié mi columna, me refiero a Claudio X, recientemente autonombrado “activista social” y quien se declaró “convencido de que solo la educación de calidad y la construcción de un Estado de Derecho le permitirán a México alcanzar su enorme potencial”; la cabeza de una de sus propias asociaciones, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, irónicamente permanece impune mientras quien la encabeza, contamina y acaba con las reservas de agua de los mexicanos, con concesiones dadas por los anteriores gobiernos y sin que las autoridades locales puedan hacer mucho ante tanto poder, ese poder que ahora usa contra el Presidente López Obrador que no está dispuesto a permitir más esa corrupción que aún permanece enquistada en todos los rincones del país.
Mientras México se queda sin agua; mineras, papeleras, productoras y grandes consorcios como la Coca Cola, cuya concesión de agua en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, regalo de Vicente Fox, tienen la llave abierta a su antojo devolviendo a la tierra y a las poblaciones donde se encuentran desechos y contaminación que son incapaces de reconocer y mucho menos de remediar.
Este “activista social” no es el único, pero ha sido uno de los más favorecidos por la amistad, injerencia y cercanía de su padre, Claudio X Guajardo, con los gobiernos de por lo menos 30 años atrás. Urge una nueva revolución industrial en la que cada empresario se haga consciente y se responsabilice de los desechos que su actividad industrial produce ya que, si bien existe una legislación al respecto, para ellos, es letra muerta; las empresas no saben perder y solo buscan la expansión a costa del detrimento del territorio y sus recursos, el invertir en tecnologías limpias, reducir el uso de contaminantes e implementar soluciones para revertir lo que devastaron sería una pérdida, y a Kimberly y otras empresas de ese tipo, no les gusta perder.