El TABASQUENO La continuidad
Obregón-calles, aprender de la historia ¿Habrá transexenización de la 4T?
E«Ninguna nación fue arruinada jamás por el comercio» (BENJAMÍN FRANKLIN)
l 20 de octubre de 1926, la cámara de diputados de México aprobó dos reformas sobre la sucesión presidencial en el texto de los Artículos 82 y 83, con una mayoría de 199 votos contra 7. Es interesante que en lo que se refiere al Artículo 83 los diputados señalaban «que son y siempre serán antirreeleccionistas», pero que por motivos de conveniencia pública para la nación, juzgan necesario mo- dificar el absolutismo del principio contenido en el Artículo 83.
Resulta sustancioso observar cómo los integrantes de la comisión legislativa que presentó el proyecto, argumentan que el principio antirreeleccionista es un principio revolucionario desde el punto de vista político, pero que es más trascendental «el principio socialista que constituye la esencia misma de la revolución mexicana».
El 19 de noviembre del mismo 1926, tocó el turno del senado para aprobar la reforma constitucional, lo que hizo por unanimidad de votos, despejando completamente el camino para la reelección del general Álvaro Obregón Salido.
Lo que Obregón buscaba al reelegirse —según él— era la continuidad que consolidara un mejoramiento social, porque «el socialismo lleva como mira principal tender la mano a los de abajo para buscar un equilibrio entre el capital y el trabajo, para buscar una distribución más equitativa de bienes».
Es muy interesante que también la izquierda mexicana viera al obregonismo en esa perspectiva. Rafael Carrillo, secretario del Partido Comunista en esos años, relata que el PC fue partidario de la reelección de Obregón para intentar contrarrestar la creciente presión norteamericana y evitar que el país se volcara del todo a la derecha.
En lo que se refiere a los candidatos presidenciales, no existía ningún otro candidato con «fuerza de caudillo para sostener la paz en la República». No había otro, y seguramente que no de su talla. Incluso circularon rumores sobre un supuesto acuerdo entre Obregón y Calles, que impulsaba una diarquía [forma de gobierno en la que la jefatura de un territorio reside en dos personas] ObregónCalles-obregón, que ayudaría —así se decía en los discursos— a consolidar los anhelos de la revolución mexicana en favor de la clases sufridas, lo que «obligaba» al general Álvaro Obregón «a entrar nuevamente al campo de la lucha electoral».
Hay quienes consideran que con la reelección en realidad se abría el camino para lo que pudo ser el «obregonato» [como el porfirismo] pero tras una campaña electoral manchada de sangre debido a revueltas armadas, finalmente el 1 de julio de 1928 se realizaron las elecciones y Obregón se convirtió en Presidente electo, pero nunca asumió constitucionalmente.
El 17 de febrero de 1928 José León Toral, un cristiano fanático le disparó al general durante una comida que le fue ofrecida para celebrar el triunfo, y así, la historia de México tomó otro rumbo. La muerte del caudillo casi provoca una guerra civil en el país, pero el manejo de la situación por parte del Presidente en funciones, Plutarco Elías Calles logró contener a los obregonistas que amenazaban con levantamientos.
Al final Calles terminó manteniendo bajo control la situación política del país, maniobrando de tal manera que para el cierre de su gobierno en su último y célebre informe de gobierno del 1 de septiembre de 1928 [leer: https:// bit.ly/3id8wxg] daba por terminada la época de los caudillos y abría paso a las instituciones.
Meses después se anunciaría la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) organización que aglutinó a una gran mayoría de partidos regionales y en la que Calles se puso al frente como Jefe Máximo, sin embargo resultó un instrumento político fallido que sólo funcionó de 1928 a 1931 y que provocó la renuncia de un Presidente (Pascual Ortiz Rubio) y finalizó con la propia expulsión de Calles del país de manos del Presidente Lázaro Cárdenas.
El general Cárdenas, al anteponerse al maximato restaura el presidencialismo de facto como instrumento legal y político y en lugar de plegarse al PNR lo convirtió en una herramienta política en manos del Presidente de la República. Al final, el general Cárdenas deja como legado político una fórmula de hegemonía política presidencial y no personal, ni caudillista.
Estos parecen ser los orígenes de una revolución que 80 años después acabó extraviada, envuelta en la corrupción, la historia no deja de llamar la atención por las analogías que en ella hay con lo que López Obrador llama «la revolución de las conciencias» o la «Cuarta Transformación», que nuevamente pone al país en la puerta de lo que puede ser el inicio de un nuevo sistema político económico.
Habrá que aprender del pasado y no cometer los mismos —o peor aún— nuevos errores.
Hoy el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se encuentra ante el reto de operar exitosamente su juego sucesorio, pues está claro que este régimen será de continuidad, ya existe un plan hecho al que han llamado la Cuarta Transformación y lo que se busca es que en los siguientes años se siga avanzando en el desmantelamiento del modelo neoliberal, para ir consolidando lo que el tabasqueño ha llamado «Humanismo mexicano».
Si existe un programa, falta únicamente la mujer o el hombre que de continuidad al proyecto, quizá con sus ligeras variaciones.
El Presidente ha anunciado su retiro, pero dejará un país prácticamente gobernado hegemónicamente por un sólo partido: Morena, un moderno PNR, listo para ser controlado por un Máximo Jefe encubierto, que sea a la vez vigilante de que la 4T avance y se siga consolidando, mientras se va desterrando al neoliberalismo.
¿O acaso entre las cuatro-cinco corcholatas presidenciables —incluido Noroña— se observa alguien con la talla de López Obrador? ¿Alguien que pueda remar contra los grandes poderes oligárquicos internos y externos?
El próximo presidente tendrá que ser de transición. Lo que suceda después del 1 de junio del 2024, definirá la transexenización de la Cuarta Transformación. De lo contrario ahí está el neoliberalismo, de nuevo adoptado por la oposición, por la derecha, como en los 40’s.