27 de febrero
SEGUNDA Y ÚLTIMA
Quedamos que los patriotas tabasqueños Gregorio Méndez Magaña y Andrés Sánchez Magallanes, esperaron a Gonzales Arévalo, en un sitio cercano a la ciudad de Cunduacán, conocido como el Jahuactal aquel uno de noviembre de 1863, donde el extremeño fue totalmente derrotado. Se destacaron en aquel hecho de armas: Abraham de la Cruz, Reyes Hernández, Narciso Sáenz y otros.
Para la batalla: “Las tropas fueron dispuestas para cubrir una línea de medio kilómetro por tres frentes a lo largo del camino: Gregorio Méndez dispuso que del lado derecho del camino estuvieran cinco puntos de ataque: Encarnación Alejandro con 30 hombres, José A. González con 40 hombres, Encarnación Rosaldo con 45 hombres, Eligio Escudero con 40 hombres y Anastasio Gil con 50 hombres, al fondo estaría el teniente Juan Solís al frente del centro de exploradores”. Arévalo y sus francotraidores o colorados como también se les llamaba, tuvieron que salir huyendo hacia la capital ante el empuje valiente y decidido de las fuerzas juaristas. Fortalecidos los vencedores de esa batalla histórica, decidieron asediar la capital de San Juan Bautista y el 11 de febrero ya de 1864 decidieron tomar a sangre y fuego el edificio conocido como <
Este fue “uno de los hechos más relevantes de la Gesta heroica del 27 de febrero de 1864, la toma del fuerte el Principal”, nos informa el ilustre
Jorge Priego Martínez, una de las glorias vivas de Tabasco. Dice cierteramente el mencionado que en el parte de guerra rendido por el Coronel Eusebio Castillo a Don Gregorio Méndez se lee lo siguiente: “notable ha sido el comportamiento de los nacionales que combatieron, las abnegación y entusiasmo de esos dignos hijos de México, entre los que debemos contar dos niños de diez u once años que quisieron marchar al combate armados de dos barretas (Eugenio Olán y Basilio Guzmán) para prestar de esa manera sus servicios a la patria…” Así que quede claro de una vez y para siempre, el 27 de febrero, la principal fecha histórica de Tabasco, no hubo ninguna batalla si no solo la salida silenciosa de los francotraidores, al frente de los cuales ya no se encontraba
Gonzales Arévalo (sí. Aquel que se enamoró de Doña Fidencia y hasta mandó a hacer una vajilla con las letras E. y F. creyendo que la hermosa cunduacanense caería rendida pero no contaba con las ideas liberales de esa gran tabasqueña que prefirió escapar hacia Cuba, antes de caer en brazos del que se ostentaba como gobernador y comandante militar) si no el General Manuel Díaz de la Vega. Más, sería motivo de una conferencia que le concederé al primero que la solicite.