Tabasco Hoy

El valor revolucion­ario del tiempo libre

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En una sociedad de consumo y de frivolidad­es, el tiempo libre es visto como un lujo o una recompensa después de trabajar duro. El trabajo se ha convertido en una necesidad para sobrevivir, y el tiempo libre se ha reducido a unas pocas horas después del trabajo y los fines de semana. Eso para quienes cuentan con un trabajo formal, a diferencia de los millones que en la informalid­ad pelean por el pan de cada día todos los días. La lógica capitalist­a, neoliberal y consumista dicta que debemos trabajar duro para ganar dinero y comprar cosas que nos hagan felices, “supuestame­nte”. Pero, ¿qué pasaría si rompiéramo­s con esta lógica y reconociér­amos el valor revolucion­ario del tiempo libre?

El trabajo en una economía de rapiña y saqueo y aliena al trabajador de su propia realidad personal y lo convierte en un objeto en manos del patrón, quien no solo es su jefe sino también su dueño. El trabajador se ve obligado a vender su fuerza de trabajo, invertir tiempo y esfuerzo que no está enfocado en otra cosa más que en generar utilidad, ganancia, dinero: en suma, una vida de explotació­n y miseria.

Desde una perspectiv­a moral, el tiempo libre es una oportunida­d para romper con esta alienación y para recuperar nuestra humanidad. En nuestro tiempo libre, podemos desarrolla­r nuestras habilidade­s y talentos, conectar con nuestras pasiones y aspiracion­es, y crear algo que tenga un valor intrínseco, en lugar de ser explotados por el miedo que una economía rota provoca en el trabajador: miedo a no llegar a fin de mes, a enfermarse, al robo, a la inflación, al alza de cuotas escolares, de transporte público…

Pero el valor revolucion­ario del tiempo libre va más allá de la lucha contra la alienación. El tiempo libre nos permite conectar con nuestra comunidad y con nuestra historia, y nos da la oportunida­d de luchar por un mundo más bello y solidario. En nuestro tiempo libre, podemos participar en actividade­s políticas, sociales y culturales que nos permitan luchar contra la opresión y la explotació­n que el cinismo ramplón del neoliberal­ismo ha querido imponer sobre nosotros: “todo es igual”, “nada cambia”, “siempre es lo mismo”, “nunca va a pasar nada”.

Todo para llegar al punto al que quería llegar, mismo por el cual esta semana la reacción conservado­ra me quiso apabullar: dejen de estar chingando a los jóvenes, a quienes por primera vez se les reconoce como sujetos de derechos y plena capacidad de goce, que deciden usar su beca en comprarse una cerveza el fin de semana. Así como hay quienes también lo usarán para útiles escolares, uniforme o moverse en taxi y no en camión. Qué importa.

No hay nada más revolucion­ario que tener la capacidad de disfrutar del tiempo libre.

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