Corrupción, racismo y acoso en la UNAM
La corrupción, el nepotismo, el racismo y el acoso sexual tienen en llamas a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Y déjeme decirle que no sólo es el caso de Guillermo Sheridan, el amigo de Enrique Krauze. Este sujeto, cuyo racismo y virulencia saltan a la vista, resultó ser, en teoría, “investigador” del Instituto de Investigaciones Filológicas, pero, ahora se sabe, lleva más de veinte años sin dar clases. Pero, eso sí, cobrando puntualmente su sueldo en la máxima casa de estudios.
También está el caso de otro racista: Lorenzo Córdova, que, después de once años de no trabajar en la UNAM, regresará a ocupar, muy quitado de la pena, su plaza como investigador Titular "B", en el Instituto de Investigaciones Jurídicas. Córdova, además de los nueve millones de pesos que le sacará al INE, retornará triunfalmente a la burocracia dorada de la UNAM.
A esos escándalos debemos sumar el hecho de que Ricardo Monreal, de acuerdo con versiones de fuentes que trabajan en la
Secretaría Administrativa de la UNAM, habría ayudado al hermano del senador Emilio Álvarez
Icaza a obtener 50 millones de pesos de parte del Senado. Un dinero que, hasta hoy, en la UNAM no saben dónde quedó.
Para coronar esta fermentación, ayer un nutrido grupo de alumnas y alumnos del CCH Azcapotzalco, ubicado al norte de la CDMX, decidió armarse de valor y bloquear las avenidas Aquiles Serdán y El Rosario. Los jóvenes acusaron abuso y acoso sexual por parte de profesores y estudiantes en contra de alumnas, así como la falta de acción de las autoridades universitarias.
Los manifestantes revelaron que, en días recientes, una estudiante denunció un caso de abuso al interior del plantel, solicitando la atención de los directivos. Sin embargo, nos dijeron, tanto Martha Patricia López Abundio, directora del plantel, como Benjamín Barajas Sánchez, director general del Colegio de Ciencias Humanidades, se hicieron de la vista gorda. ¿Y sabe usted qué paso? Que, hace dos días, el presunto agresor golpeó a la joven menor de edad y las autoridades universitarias, una vez más, se cruzaron de brazos. ¿Y el rector
En la apatía y la indolencia.