Julia roMero salVó de la ruina a sonido KaMinsKY
En 2015, el mundo se le vino encima a Julia Romero: quedó viuda con cuatro hijos, de 13, 11, 9 y 7 años. Un año antes, Sonido Kaminsky (vocablo que significa la parte media entre el cielo y la tierra) había entrado en crisis, y para ese momento ya había vendido casi todo: “¡Me dolía el alma! Hubo un momento en que me sentía perdida y no sabía si correr, gritar o llorar. A veces me despertaba en las noches y quería huir, pero estaban mis hijos y tenía que hacerle frente a la situación. Llegó el momento en que tuve que guardar el dolor que sentía dentro de mi corazón y decir: ‘¡Vamos para adelante! Como viene’”.
Hasta ese instante, Julia sólo había sido apoyo de su esposo en el sonido y no sabía bien cómo operarlo. Había contratos qué cumplir, así que agarró al toro por los cuernos y se aventó al ruedo: “Desde el principio el sonido era un proyecto familiar, así que decidí continuarlo; era mi negocio, le sabía, y después de mi trabajo (era supervisora en una tienda departamental), era lo único que me hacía fuerte en la economía”.
Fueron años difíciles. Sus hijos estaban chicos y había que cargar equipo pesado, además de llevarlos a la escuela, cumplir en el trabajo, ir a los eventos: “Corría de un lado para otro con mis hijos, porque mi familia no me apoyaba; veía mal que siguiera en esto porque decían que había violencia, drogas, alcohol y no era buen ambiente para los niños”.
Pero no cedió. Quería formarles una nueva ilusión a sus hijos, enseñarlos a trabajar, convivir con ellos. Seguir con el sonido era la manera de hacer todo eso.
También enfrentó resistencia en la sociedad: “La gente está acostumbrada a ver a un hombre al frente de un sonido, y cuando ve a una mujer, dice: ‘Esa señora que mejor se vaya a lavar los trastes’. Nos critican nuestro físico, nuestra forma de vestir, cómo locuteamos... Se nos descalifica de muchas maneras, y a veces no quieren pagarnos igual que a ellos”.
Sin embargo, su instinto de madre la ayudó a resistir todo. “Por mi familia, todo ha valido la pena; además, como mujer me ha hecho crecer, soñar, vivir, encontrarme. Me siento orgullosa de mis logros, sobre todo porque ha sido a través de algo que me encanta: la música, porque me hace vibrar, sonreír, soñar, olvidar e imaginar”.
Hoy, sus hijos, de 20, 18, 16 y 14 años, son personas de bien; el mayor es programador, su hija estudia Ingeniería, el que sigue es programador a nivel técnico, y el más pequeño está por salir de la secundaria.
Sonido Kaminsky cumple 20 años y siete desde que Julia se hizo cargo de él. Levantarlo luego de haberse quedado casi en cero es un triunfo familiar.
Hubo un momento en que me sentía perdida”