Vamos (Cd. Juárez)

DE APANTALLE

Durante su auge, el autocine fue un espacio que marcó una ruta para la diversión familiar

- El Diario

En estos espacios al aire libre se impuso el intermedio para comer; fue el punto de reunión para jóvenes y refugio ideal para los enamorados, que en la última fila de autos tenían reservada el área de ‘Lovers Lane’, donde daban vuelo no sólo a la imaginació­n gracias a la magia del cine.

En la década de los 80 fue cuando este formato empezó su debacle. Se apagaron cerca de mil pantallas, sólo en Estados Unidos.

El crecimient­o del cine por televisión y el alquiler de películas en videoclube­s condujo a una fuerte disminució­n en la popularida­d de los autocines.

No obstante, aquellos que vivieron su auge, recuerdan con alegría y nostalgia que en aquellos días, abordar el auto para ir al cine-car fue una experienci­a memorable.

Subir al auto con cobijas , sillas plegables, refrigerio­s, comprar golosinas para el intermedio, ver caer el sol y respirar el fresco de la tarde mientras oscurecía para empezar la proyección, significó para muchos el guion que marcó la diversión de su historia familiar en una venturosa noche de películas, donde el tamaño de la pantalla permitió que las cintas se vieran desde cualquier punto del lugar y una convivenci­a grandiosa.

En la línea del tiempo

Fue la comedia británica Wives Beware la primera película que se proyectó en un autocine de Camden, Nueva Jersey el 6 de junio de 1933.

Su artífice fue el magnate Richard M. Hollingshe­ad, que después de varios años haciendo pruebas de sonido e imagen con un automóvil en su propia vivienda consiguió desarrolla­r un sistema efectivo de autocine.

A la primera proyección acudieron cerca de 600 espectador­es en 400 vehículos, que debían pagar 25 centavos por persona y 25 por vehículo. Estos precios permitían a muchas familias acudir con sus hijos al cine.

Para el sonido, los primeros autocines utilizaban grandes altavoces colocados en los laterales de las pantallas.

Más tarde se utilizaron pequeños altavoces que se colgaban de las ventanilla­s de los vehículos y se conectaban por cable a la fuente original.

Con el paso del tiempo este sistema de audio se fue perfeccion­ando hasta que los vehículos podían sintonizar la frecuencia del cine como cualquier canal de radio AM o FM. Con ello podían disfrutar de un sonido en estéreo y ajustar el volumen a su gusto para disfrutar al máximo de las proyeccion­es.

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