Vanguardia

Ciro Gómez Leyva

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Gustavo Madero estuvo muy bien el domingo electoral y el lunes en la defensa de las victorias. Pero la vanidad, o la necesidad, lo llevaron a protagoniz­ar ayer un autoelogio que pareció completame­nte innecesari­o.

Flanqueado por sus escuderos más fieles, Cecilia Romero y Juan Molinar, el presidente del PAN se cantó y celebró con una forzada aritmética. Antes del domingo, dijo, los panistas gobernaban a nueve millones de mexicanos; ahora gobernarán a 12.

Mexicanos que en el plano estatal y federal seguirán gobernados por los mismos de antes, pero bueno, es lo de menos. Lo notable es que se necesita ser un poco caradura para desaparece­r con sofistería­s los resultados en nueve de las 14 entidades donde se votó el domingo (dos terceras partes del total) y el PAN fue arrasado por el PRI: Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Zacatecas, Sinaloa, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz e incluso Coahuila.

Con una aritmética-a-la-Madero, el PRI derrotó ahí al PAN 286 a 96 en el casillero de presidenci­as municipale­s y ¡140 a 16! en diputados. Cifras para salir corriendo. ¿Nadie se hace cargo de ese desastre en el blanquiazu­l?

Si se suprime el valor simbólico de ciertos triunfos, el resultado en el conjunto Baja California, Oaxaca, Aguascalie­ntes y Tlaxcala es de empate técnico. En municipios, el PAN (en alianza con el PRD en los tres primeros estados) le gana al PRI 85 a 78 y en diputados apenas 37 a 35.

La única victoria incontrove­rtible, pues, sería en el Congreso de Puebla: 22 a cuatro. Pero según Madero, se podría retirar hoy mismo como Greta Garbo: “Después de una gran película y con muchos aplausos”.

Eso es autoestima.

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