Vanguardia

Pasión sin límites

- ARACELY CHANTAKA

MONTERREY.- Ariel Garro prácticame­nte no tiene brazos, sus manos están casi pegadas a los hombros; sin embargo eso no ha sido un impediment­o para que el joven de 23 años abrace a la vida.

Originario de Costa Rica, llegó a este mundo con el síndrome de trombocito­penia y aplasia radial (TAR); sin embargo, esa condición es lo que le ha permitido compartir su mensaje de esperanza.

“Venimos acá con la intención de dar a los chicos un mensaje positivo de actitud y de valores”, señaló de entrada el jovencito.

Sentado en mullido sofá, de un conocido hotel de la zona de Cintermex, Ariel aseguró que el problema de los jóvenes de ahora es que no les gusta esforzarse en la vida y por eso entre más fácil consiguen las cosas, menos las valoran.

“Esfuérzate, sé valiente, las cosas cuestan, pero no es imposible, nunca dejes de soñar; sueña y en grande”, es el mensaje que comparte el costarrice­nse.

Él mismo es un ejemplo de lo que dice, debido a que un día en su tierra natal soñó con ser profesioni­sta y lo logró.

“Yo soñaba con ser profesiona­l desde pequeño, ‘pequeño de edad’, afortunada­mente lo conseguí y estudié Diseño Gráfico”, compartió.

Sin embargo, la vida tenía preparada otra cosa, ya que en sus años de estudio le llegó la oportunida­d de compartir su testimonio y fue así como se convirtió en conferenci­sta.

En sus ponencias, el joven siempre le dice a la gente que la diferencia está en la mente y no en el cuerpo.

Por un camino mejor

Señaló que en el camino de la vida siempre existen errores porque nadie nació con un manual para ser papá o hijo.

“Sin embargo lo más bonito son las familias unidas. Se ha perdido la dinámica de todos reunidos a la hora de la comida o la cena; cada vez son más las familias dispersas”, aseguró.

Ariel está consciente de que la tecnología es buena, pero también ha contribuid­o a que las familias ya no convivan tanto como antes.

“Pero todos podemos poner una milla extra para tener una familia, unida, feliz”, estableció.

Por desgracia, el costarrice­nse creció sin la presencia de su padre, a quien se lo arrebató el asunto de las drogas.

“Mi papá se metió mucho en eso y luego también un tío. Mi papá falleció hace siete años por cuestiones de drogas”, confió.

Agregó que la ausencia de una relación con su padre también fue un factor que le ayudó a tener una relación más cercana con Dios.

Ariel aclaró que no profesa una religión, su relación con Dios no tiene una denominaci­ón.

“Yo tengo una relación con Dios, denominaci­ón no la hay”, puntualizó.

Ariel es el mayor de cinco hermanos y comenzó a compartir su experienci­a de vida cuando lo invitó un compañero de la escuela. En ese entonces solo le dijeron que mostrara cómo dominaba la pelota, pero nunca imaginó los alcances que con el tiempo tendría.

Actualment­e, viaja dictando conferenci­as y compartien­do su mensaje de superación y de vida.

“Servirle a Dios no es fácil, sin embargo creo que esa era mi misión”, afirmó el jovencito.

Concluyó que su intención es que los jóvenes que escuchan sus conferenci­as salgan “mentalment­e renovados” y digan “¡Sí se puede!”.

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FOTO: VANGUARDIA-EMILIO VÁSQUEZ Mensaje. El costarrice­nse prácticame­nte no tiene brazos, pero eso no es una limitante para vivir la vida al máximo.

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