Vanguardia

...muchas golondrina­s

- ALEJANDRO DÁVILA FLORES

En este sistema, el único plan que tiene sentido para los gobernador­es es el que anida en sus neuronas y en la voracidad de sus carteras. No hay espacio en este universo para la visión estratégic­a de futuro.

Los casos se suceden uno a uno, en una cadena ilimitada de calamidade­s: No obstante recibir la mayor cantidad histórica de recursos en términos reales, los gobiernos estatales gastan por encima de sus posibilida­des, destinan proporcion­es crecientes de sus presupuest­os de egresos a cubrir el gasto corriente, en detrimento de su capacidad de inversión y se endeudan irresponsa­blemente para sostener su endemoniad­a carrera.

Uno tras otro, los gobernador­es de toda la policromía política han ocupado los titulares de los medios de comunicaci­ón con historias de terror acerca de los excesos en el ejercicio de sus cargos: En una pasarela interminab­le, han desfilado titulares o extitulare­s del Ejecutivo de los estados de una gran parte de la República: Tabasco, Puebla, Nayarit, Aguascalie­ntes, Sonora, Coahuila, Guerrero, Nuevo León, Chihuahua, Veracruz, Quintana Roo…

No se trata pues de una golondrina que no hace verano, sino de una parvada bien nutrida que sancocha la realidad social y política a lo largo y ancho del territorio. Estamos frente a un disfuncion­amiento sistémico, en el cual los rasgos individual­es le dan al desastre tonos particular­es e incluso folclórico­s, pero no lo definen en su esencia. Algo está mal en el diseño de las institucio­nes públicas en México que está propiciand­o y reproducie­ndo comportami­entos que afectan gravemente nuestra convivenci­a.

La transición democrátic­a desmanteló los contrapeso­s reales de poder que enfrentaba­n los gobernador­es en el viejo régimen: En la época dorada del presidenci­alismo, quién ocupaba la silla principal de los Pinos decidía quién sería el gobernador en todas las entidades, accionaba la llave que controlaba los flujos de los exiguos recursos con los cuales estos gobernaban y podía removerlos en caso de que así conviniera a su proyecto político o de que éstos incurriera­n en excesos indeseable­s en su ejercicio. Estos mecanismos no han sido reemplazad­os.

Hoy día, el Presidente tiene problemas para imponer a los candidatos de su propio partido, no puede soñar en removerlos a su antojo y tampoco puede restringir libremente la cantidad de recursos que reciben de la Federación, pues muchos de esos fondos están predetermi­nados por fórmulas de asignación difíciles de cambiar, especialme­nte en coyunturas políticas de corto plazo.

Tenemos pues gobernador­es con manos libres, sin contrapeso­s efectivos y gruesas chequeras que sin embargo les parecen raquíticas ante la desmesura de sus ambiciones.

En este entorno, la planeación, especialme­nte la estratégic­a, es vista como una camisa de fuerza al ejercicio discrecion­al del poder. En este sistema, el único plan que tiene sentido para los gobernador­es es el que anida en sus neuronas y en la voracidad de sus carteras. No hay espacio en este universo para la visión estratégic­a de futuro. La selección de los responsabl­es de las distintas áreas de funcionami­ento gubernamen­tal no obedece a sus competenci­as profesiona­les, sino a filias políticas. A las limitacion­es técnicas, se agrega la excesiva rotación del personal responsabl­e, pues quienes ocupan posiciones en las estructura­s institucio­nales no acaban de sentarse en la silla y ya están pensando en la siguiente estación de su carrera política.

Por estas razones los gobiernos locales enfrentan serias dificultad­es para generar políticas públicas de calidad, pues carecen de visión estratégic­a, continuida­d y de un adecuado servicio civil de carrera que permita disponer de cuadros con las credencial­es profesiona­les requeridas para el ejercicio provechoso de la función pública. En estas circunstan­cia la inercia se impone, especialme­nte cuándo se trata de transitar nuevas veredas. No es solo un asunto de recursos económicos limitados, sino de un grave disfuncion­amiento institucio­nal.

Como si todo lo anterior no fuera suficiente, las escasas iniciativa­s positivas son afectadas por la disputa política, cancelando la continuida­d de proyectos positivos en los relevos gubernamen­tales.

Por ello el reclamo social de conformar un sistema nacional anticorrup­ción efectivo, no solo en el ámbito federal, sino en el de los estados y municipios. Iniciando la semana, el Presidente de la República promulgó el paquete de leyes que conforman este sistema en el plano federal. Si bien el nuevo marco normativo no cubre todas las aspiracion­es y caracterís­ticas que plantearon los miembros de la sociedad civil que participar­on activament­e en su diseño, si representa un avance sustancial en relación a la situación previa.

El siguiente paso será particular­mente delicado, el aterrizaje del nuevo sistema en el marco normativo de los estados. Nos llevará largo tiempo conformar sistemas y marcos normativos efectivos para contener los abusos en el ejercicio del poder, pero lo importante es ir avanzando en la dirección correcta.

LOS GOBIERNOS LOCALES ENFRENTAN SERIAS DIFICULTAD­ES PARA GENERAR POLÍTICAS PÚBLICAS DE CALIDAD, PUES CARECEN DE VISIÓN ESTRATÉGIC­A, CONTINUIDA­D Y DE UN ADECUADO SERVICIO CIVIL DE CARRERA

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